LA NACION

Ely Karmon. “La Argentina puede hacer más para frenar la influencia en la Triple Frontera” –¿Qué más debería hacer el gobierno argentino para controlar esa zona? –¿Cómo ve la marcha de la investigac­ión del atentado a la AMIA?

El investigad­or del Instituto contra el Terrorismo exige un control internacio­nal continuo sobre las mafias ligadas a Hezbollah

- Texto Jaime Rosemberg

“H ezbollah es el mayor éxito de la revolución iraní”, dice sin titubear Ely Karmon. Al otro lado del teléfono, desde su casa en la ciudad israelí de Hertzlia, el experiment­ado investigad­or principal del Instituto Internacio­nal de Lucha contra el Terrorismo (ICT) de ese país señala la fortaleza de la organizaci­ón proiraní con sede en el Líbano, sindicada por la Justicia argentina como autora material del atentado contra la AMIA, del que dentro de pocos días se cumplen 26 años.

Asesor del Ministerio de Defensa y de la ONU en materia de Seguridad, Karmon afirma que la declaració­n de Hezbollah como organizaci­ón terrorista por parte del gobierno de Mauricio Macri “no se trasladó aún al terreno” de las sanciones contra los referentes de Hezbollah en la Triple Frontera de la Argentina, Brasil y Paraguay.

Orador en la primera videoconfe­rencia organizada por el Congreso Judío Latinoamer­icano con motivo del nuevo aniversari­o, Karmon rescata la figura del fallecido fiscal Alberto Nisman, descree de la posibilida­d de que se haya suicidado y sugiere que “servicios de inteligenc­ia venezolana” pudieron estar detrás de su violenta muerte.

–Se cumplen 26 años del atentado contra la AMIA y vuelve a hablarse de Hezbollah. ¿Cómo está esa organizaci­ón hoy?

–Ha cambiado mucho, está mucho más fuerte que en los años 90, tanto en el plano local como internacio­nal. Se puede considerar el mayor éxito de la revolución khomeinist­a. La autoridad suprema de Hezbollah no es el Parlamento o el gobierno del Líbano, sino los ayatolás, están bajo sus órdenes. Después de la salida de Israel de ese país, Hezbollah tomó el poder, decidió participar de la vida política allí, tiene un fuerte grupo con alianzas y el actual presidente Michel Aoun fue elegido con apoyo de Hezbollah. Sin él ni habría llegado allí, es mucho más fuerte que el Ejército libanés. También participa en la guerra civil de Siria, siempre con apoyo de Irán. Es un elemento clave en Medio Oriente y en el Líbano, donde las fuerzas internacio­nales que monitorean allí no pueden actuar de manera libre. También en Irak entrenan fuerzas chiitas antinortea­mericanas, con especialid­ad en explosivos, que provocaron muchas muertes allí. –Países como la Argentina lo declararon organizaci­ón terrorista. ¿Han alcanzado esas medidas?

–La decisión de la Unión Europea, no hablo de Estados Unidos o Canadá, que lo hicieron primero, es muy importante tanto para Irán como para Hezbollah. Hablo de Alemania, que es uno de los países desde donde recibe financiami­ento ilícito, y Gran Bretaña, que recibió informació­n del Mossad sobre eventuales atentados, y que también se unió a ese grupo. Hay intencione­s de abarcar a toda la Comunidad Europea en esa condena.

–¿Qué ocurre en América Latina?

–En América Latina es muy importante el caso de Brasil, cuyo presidente, Jair Bolsonaro, la incluyó en la lista de organizaci­ones terrorista­s. Hay un efecto bola de nieve que poco a poco se está dando allí y que pone más presión sobre Irán. El único país que no lo hace es Venezuela, que continúa la política de Chávez, y su ministro de Petróleo, Tareck El Aissami, es la persona que se encarga del tráfico de pasaportes, de narcóticos, vinculados a ese grupo.

–¿Qué ocurre en la Triple Frontera, vinculada con la investigac­ión del ataque a la AMIA?

–El problema es que la infraestru­ctura de Hezbollah se basa en mafias familiares con mucho poder. Uno de los jefes de esta red, que forma parte del clan Barakat, fue puesto en prisión en Paraguay por lavado de activos, fue liberado y no sé cuál es su situación jurídica, pero continuarí­a viviendo en la región. Estas familias han utilizado el tráfico de armas y narcóticos, su trabajo continúa y se apalanca en la corrupción. Muchas veces son arrestados, luego liberados. Hay conflictos entre Brasil, la Argentina y Paraguay por cómo controlar esta zona. En la Argentina hubo un cambio de gobierno, no sé cuánto influye en los controles que se están haciendo.

–Entiendo que en los gobiernos anteriores, a través de la UIF, hicieron cosas. Pero creo que el andamiaje jurídico no fue materializ­ado del todo, no se tomaron decisiones sobre el terreno. Las acciones, la actividad criminal como parte de una red, con carteles, continúa. Hace falta un trabajo continuo a nivel de Estados para hacer más y frenar esto.

–Es claro que todas las gestiones de la Justicia en ese atentado y el de la embajada de Israel (1992) no han tenido éxito. Todo lo contrario: el fiscal Alberto Nisman, a quien tuve el gusto de conocer y que visitó la universida­d (de Tel Aviv), fue muerto en su lucha por descubrir la verdad, fue otra víctima del atentado. Lo único tal vez positivo es que Imad Fayez Mugniyah fue muerto en 2008 en Damasco por la acción de los servicios de inteligenc­ia. Solo a modo de comparació­n, en marzo de 1994 Hezbollah llevó a cabo un atentado similar (con coche bomba) en Bangkok: de lo que ocurrió allí se sabe mucho más, empezaron un año antes a planificar el ataque y en 1999 fue arrestado un ciudadano de Indonesia, la persona que alquiló el coche bomba, preparó los pasaportes y participó de la coproducci­ón Irán-Hezbollah, que fue lo mismo que ocurrió en la AMIA. La investigac­ión en la Argentina durante los primeros años fue un desastre. A pesar de todo lo que trabajó Nisman en las conversaci­ones telefónica­s entre Buenos Aires y Ciudad del Este, con los años todo se ha ido perdiendo. Moshen Rabbani, uno de los que participar­on en el atentado, sigue trabajando en América Latina sin problemas, en países del Caribe. Su presencia fue registrada allí.

–¿Ya es tarde para conocer toda la verdad?

–Es claro y conocido cómo se compró el coche bomba, cómo se planificó. Pero la mayoría de los involucrad­os están ya fuera de la región, aunque muchos de esos líderes sigan activos. Ahmad Vahidi, por ejemplo, estuvo en Bolivia (en 2011) y la Argentina pidió su extradició­n a Bolivia sin éxito.

–También la investigac­ión de la muerte de Nisman está envuelta en misterio…

–No creo que se haya suicidado, lo conocí y no lo veo factible. Además, tenía que declarar ante el Congreso, fue un largo fin de semana sin guardaespa­ldas, no entiendo cómo abren la puerta (de su departamen­to) cinco horas después de llamar a su madre. Todo es muy extraño. No creo que fuera asesinado por los iraníes, no les interesaba, pero sí (interesaba) en la Argentina, incluso fuentes locales hablan de servicios de inteligenc­ia de Venezuela que pudieron haber sido comprados para una acción de ese tipo. Toda esta investigac­ión es un embrollo, el suicidio no explica esa muerte.

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