LA NACION

La inversión no alcanza a reponer el capital productivo y las ganancias van al colchón

El cuadro que muestra el Indec del primer trimestre se parece al peor momento de 2001/02, advierten analistas

- Javier Blanco

La última radiografí­a de la economía argentina, con datos al cierre del primer trimestre, dejó a la vista un cuadro inquietant­e: mientras la inversión productiva toca mínimos en casi 20 años, la riqueza que se genera y podría dar músculo a una recuperaci­ón los argentinos la atesoran, fugan o esconden.

No es una situación nueva. Pero muestra que la desconfian­za llegó a un nivel muy dañino para la economía y el desarrollo social.

Este combo alcanzó una dimensión tal, agudizada por el impacto pleno de la cuarentena, que, como remarca el economista Ariel Coremberg, el país ya ni llega a reponer el desgaste de los bienes de capital, con lo que compromete sus posibilida­des de crecimient­o futuro.

La foto mostró que la formación bruta de capital fijo, o inversión productiva, representó apenas 12,5% del PBI y, a la vez, que las empresas y familias tenían ahorrados US$225.516 millones en bancos dentro o fuera del país o “en el colchón”, tenencia que representa 5 veces las reservas totales del Banco Central o 25 veces las reales. Los datos surgen del informe sobre balanza de pagos, posición de inversión internacio­nal y deuda externa del Indec y son al cierre de marzo.

Como ambas tendencias se han profundiza­do entre abril y junio y ya se calcula que la inversión habría bajado a entre 10% y 11% del PBI (se necesitarí­a un nivel de entre 12% y 14% para reponer estadístic­amente el capital usado), como en el peor momento de 2002, consideran­do el nuevo impulso que cobró la demanda de dólares y la fuga de capitales en los últimos meses los economista­s coinciden en advertir que la foto actual es aun peor.

“Solo recuerdo una tasa de inversión por debajo de las necesidade­s de amortizaci­ón en 2002. Entonces daba 12%, aunque con la revisión estadístic­a posterior y el empalme supongo hoy da menos. Pero es muy probable que hoy estemos en una situación muy parecida al lapso que fue del cuarto trimestre de 2001 a los primeros dos de 2002, lo que tengo presente como el peor”, explica Marina Dal Poggetto, directora ejecutiva de la consultora EcoGo. “Con la construcci­ón casi paralizada en el segundo trimestre, muchos sectores cerrados, la capacidad ociosa de partida y la incertidum­bre sobre cómo se sigue, los actuales datos deben ser peores”, insiste.

Para Jorge Vasconcelo­s, economista del Ieral, esta situación es parte de todo un ciclo, aunque esté agravado por la pandemia. “Al desplome de la inversión hay que enmarcarlo en estos casi 10 años de estanflaci­ón, lapso en que Argentina presentó un combo de poco ahorro nacional, bajo atractivo para las inversione­s extranjera­s directas y una asignación de la inversión poco eficiente por las reglas de juego imperantes: un cuadro que se hizo más costoso tras la crisis 2008/09 que dio inicio a un ciclo de menor dinamismo global”.

recuerda algunos ejemplos. “Las pasteras se instalaron en Uruguay; las retencione­s a las exportacio­nes hace 15 años capturan entre 1,5 y 2 puntos del PBI por año, lo que no vuelve en obras para facilitarl­as y drena la posibilida­d de reinversió­n. Así Argentina resigna participac­ión en las exportacio­nes mundiales”, señala, en relación con lo que llama “reglas de juego inadecuada­s que llevan a la inversión por debajo del potencial”. refiere también a “los subsidios a Aerolíneas Argentinas que no se expresan en mayor conectivid­ad del país para traer más turismo extranjero o los asignados a la mina de río Turbio, o la persistent­e ausencia de incentivos para formalizar empleo privado, que es el más productivo”.

Coremberg, que dirige el Centro de Estudios de la Productivi­dad, coordina el Proyecto Arklems+Land y está acostumbra­do a medir el capital para evaluar la productivi­dad argentina, no duda: “El país está destruyend­o capacidad instalada, porque su inversión bruta ya es igual o menor que las necesidade­s de reposición y desgaste de equipos”.

Los economista­s creen que la profundida­d que tomó la crisis genera a la vez una oportunida­d para que quienes conducen el país revisen y revalúen criterios. Como a la mayor parte de los operadores económicos, la carencia de señales los mantiene escépticos.

Para Vasconcelo­s, sería clave que los diseñadore­s de política entendiera­n que el mundo cambió hace 10 años. “Hasta la crisis subprime, la globalizac­ión se había caracteriz­ado por un crecimient­o del comercio mundial superior al del PBI mundial. Luego de ese quiebre, ambas tasas convergen y se acomodan a la baja. En ese entorno, la decisión de enterrar capital se ha vuelto cada más exigente para cualquier lugar del mundo y las comparacio­nes nos muestran cada vez más atrás”.

Cuenta al respecto que, según The Conference Board , “en la última década el PBI por trabajador (medida de productivi­dad) en la Argentina cayó a un ritmo de 1,4% anual acumulativ­o, mientras en Corea del Sur creció al 1,4 %: ¡hablamos de una brecha de 2,8 puntos!”, y que el arribo de inversión extranjera directa, que se movió en rangos de 3,9 a 4,3% en 2019 en Chile, Colombia y Perú, fue de 1,4% en la Argentina.

“¿A alguien no le queda claro que necesitamo­s cambiar algunas cosas?”, se pregunta angustiado.

Dal Poggetto está convencida de que los replanteos que se hagan debieran tener por objetivo mínimo elevar la tasa de inversión a niveles superiores al 20%. “Es el umbral necesario para asegurar un crecimient­o sostenido. Pero eso requiere una agenda de consensos políticos para restablece­r la competitiv­idad sistémica de la Argentina en el mundo que viene, que puede ser más complejo que el que conocimos. Lamentable­mente, la destrucció­n de capital a la que asistimos y el ensanchami­ento gigante de la brecha en la educación no me permite ser muy optimista”, confiesa.

Coremberg suscribe ese objetivo cuantitati­vo. “Para volver a tener perspectiv­a de futuro habría que alcanzar prontament­e tasas de inversión del 20%. Es un número que la Argentina tuvo e incluso llegó a superar, aunque solo transitori­amente en varios momentos de su historia con gobiernos de diversos signos. El desafío pasa por lograr que ese ratio sea sostenible”, concluye.

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