LA NACION

Perdiendo imagen

El golfista del momento, Dechambeau, encendió la polémica entre lo público y lo privado

- Gastón Saiz

Un nombre retumba más que cualquier otro en la furiosa actualidad del golf mundial: Bryson DeChambeau. El apodado “Científico”, por su título universita­rio en Física y su puntilloso análisis del juego, acaba de conquistar en Detroit su sexto título en el PGA Tour y ya figura como máximo favorito en las apuestas para ganar el US Open, el Masters y el PGA Championsh­ip, todos majors pendientes por disputarse en este accidentad­o año.

Siempre da que hablar este golfista de 26 años, oriundo de Modesto, California. En 2016 sorprendió con su decisión de que todos sus hierros debían tener la misma longitud: 95,25 centímetro­s –la medida de un hierro 6 convencion­al– y el mismo peso: 278 gramos. En la última semana movió el avispero al describir su dieta pantagruél­ica, con siete batidos de proteínas por día, más una generosa ingesta de huevos, panceta, tostadas y filetes. No es gula, sino la certeza de que los 20 kilos que aumentó y más masa muscular le servirían para conseguir una mayor consistenc­ia, potencia y distancia en los golpes. Y vaya si le está dando resultados.

Tiene la obsesión de procesar innumerabl­es datos para mejorar su rendimient­o; así delinea su evolución como deportista. Pero el sábado, durante la tercera vuelta del Rocket Mortgage Classic, este graduado en la Southern Methodist

University exhibió una actitud polémica y encendió el debate. Habló acerca de que se respete una supuesta “privacidad” de los golfistas en pleno torneo frente a cámaras, una postura que a primera vista es contradict­oria. Sucedió que luego de ejecutar un mal tiro desde un búnker del hoyo 7 en el Detroit Golf Club, se quejó airadament­e y agitó su palo con violencia, muy molesto por su error. Al final firmó un bogey, pero antes se puso cara a cara ante un camarógraf­o por haberle tomado en primer plano su momentáneo ataque de furia.

Si bien reconocerí­a después que estuvo mal con Will Gray, cameraman de Golf Channel, DeChambeau ensayó una curiosa defensa y de ahí que se disparó la controvesi­a: “Él me estuvo mirando todo el tiempo, luego de que salí del bunker y después caminando al green. Le dije: ‘Señor, ¿cuál es la necesidad de verme tanto tiempo?”. El jugador que ayer ascendió del 10º al 7º del ranking mundial y al 4º lugar de la FedEx Cup agregó: “Entiendo que su trabajo es grabarme, pero al mismo tiempo, siento que necesitamo­s proteger a los jugadores para no dañar nuestras imágenes. Simplement­e, creo que no es lo correcto”.

El norteameri­cano no cedió en sus argumentos y consideró: “Es necesario que tengamos nuestros momentos de privacidad cuando las cosas no nos salen como queremos. Estamos a la vista de todo el mundo, y a veces no queremos estarlo”. Para rematar su idea, explifista có: “Por la manera en que se daña nuestra marca, no está buena esa forma de proceder. Si realmente me conocieras en persona, no soy tan malo, creo”.

El domingo, cuando ya se había asegurado un cheque de 1.350.000 dólares, volvieron a preguntarl­e sobre el incidente, pero ya no quiso dar detalles. Sin embargo, su intento de calmar las aguas no frenaron las críticas de los medios locales. Un periodista de la revista GolfWeek escribió que el verdadero “daño para su marca” fue en realidad la intempesti­va reacción que tuvo contra el camarógraf­o. Además, el autor recordó un posteo de Instagram de Dechambeau de hace algunas semanas, un video íntimo que lo mostraba yendo desde su habitación hasta tomar el desayuno, algo así como una “carta de amor para sí mismo, como Narciso”, según decía el artículo. Un texto que, además de subrayar las contradicc­iones del jugador entre el límite de lo público y lo privado, citó una de sus declaracio­nes y le dio un giro: “Uno de los axiomas más confiables de la vida es que si un hombre tiene que decirte que es un buen tipo, hay una buena posibilida­d de que en realidad sea un imbécil insufrible”.

Tratándose de un circuito hiperdifun­dido como el PGA Tour, que se cubre todas las semanas a través de las cadenas de TV y streaming –incluso, se pueden seguir grupos específico­s de jugadores online– la conclusión más obvia es: si el golquiere protegerse de las explosione­s en vivo, que no las tenga. Porque las cámaras seguirán captando todo lo que ocurre en el campo y mucho más. Pero por otro lado, los amantes del deporte desean advertir desde la pantalla que aquellos atletas que idolatran son humanos y tienen las mismas frustracio­nes que cualquier persona. El seguidor del golf no escapa de esta lógica y siempre se ha inclinado por los jugadores extroverti­dos, en lugar de los aburridos y muy silencioso­s. Una predilecci­ón similar a la del tenis.

Como nunca antes en la historia, las marcas de indumentar­ia, zapatos, palos y relojes, entre otros artículos, están estrechame­nte ligadas a la carrera del golfista. En este escenario, la crítica principal de los medios hacia DeChambeau es que el california­no se tomó estos vínculos comerciale­s demasiado en serio, aquello de reflejar a rajatablas un impronta de perfección. Al golfista se le apunta que los fanáticos responden a lo auténtico, incluso si eso significa mal genio o alguna mala palabra ante cámaras. Lo que no les gusta a los seguidores detrás de las sogas es que el jugador controle demasiado su imagen y esconda su esencia. Así, entre defensas y críticas, el episodio tenso que protagoniz­ó este “científico” convertido en un coloso resultó una mancha en su fantástica victoria por 3 golpes sobre Matthew Wolff, que lo catapulta ahora a objetivos superiores.

“Las transmisio­nes deberían tratar de revelar a los jugadores como realmente son. La gente mira golf por muchas razones y una de ellas es ver a los jugadores revelarse como son ellos mismos”, indica Michael Bamberberg, veterano editor de Sports Illustrate­d. Hasta que se produzca el regreso de Tiger Woods se seguirá hablando de este bombardero que ostenta el promedio más alto de distancia con el driver (323 yardas) y que logró tres top 10 y un título desde que el circuito volvió tras la interrupci­ón por pandemia. Su desafío personal será manejar su nueva condición de estrella del tour y aceptar las reglas del circo del golf.

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Afp Un ‘Científico’ irascible: “Necesitamo­s nuestros momentos de privacidad cuando las cosas no nos salen como queremos”

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