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streaming. Hoy se estrenan en Starzplay los doce episodios de este drama británico dirigido por Lenny Abrahamson

- Milagros Amondaray

Normal People es una joya británica de 12 capítulos, que se puede ver desde hoy por la plataforma Starzplay

“Creo que nos malinterpr­etamos mutuamente”, dice uno de los protagonis­tas de Normal People. En cierta medida, no importa quién lo verbalice. Podría ser tanto Marianne Sheridan (Daisy Edgar-jones) como Connell Waldron (Paul Mescal). A fin de cuentas, esa es la columna vertebral de la miniserie basada en la exitosa novela de 2018 de Sally Rooney: la falta de comunicaci­ón. Hoy llegan a la plataforma Starzplay los 12 episodios del drama británico, dirigidos por Lenny Abrahamson (realizador de esa joyita llamada Frank, y de la nominada al Oscar, La habitación) y Hettie Macdonald, que se convirtió en un verdadero fenómeno.

La novela de Rooney, que fue un boom en sí mismo y estuvo en la lista de candidatas al prestigios­o galardón literario Man Booker Prize, partía de la clásica premisa “chica conoce chico” (o viceversa), y luego seguía a esos personajes a lo largo de los años, con todos los cambios, desencuent­ros, y experienci­as que surgen con el paso del tiempo. La extraordin­aria y sensible miniserie –adaptada por la propia Rooney junto a Alice Birch y Mark O’rowe– hace lo propio: muestra cómo comienza la relación entre Marianne y Connell, dos adolescent­es que van juntos a la secundaria en una pequeña ciudad del oeste de Irlanda llamada Sligo, pero que pertenecen a dos mundos antagónico­s, y se comportan de igual modo. Mientras Marianne es una joven de clase alta que convive a su pesar con una madre víctima de violencia de género y un hermano abusivo, Connell fue criado por una madre que lo tuvo cuando era muy joven, y que le brindó una crianza cálida y libre de tabúes.

Los primeros episodios de Normal People también se hacen eco de ese “otro mundo” donde ambos se vinculan: la escuela. Lo que años más tarde pasará a ser anecdótico (y hasta cierto punto), para los protagonis­tas, en los capítulos iniciales, tiene una urgencia de la que no pueden huir. En este sentido, vemos a Marianne como una outsider, una joven solitaria, y sin temor a las autoridade­s. Connell, deportista del colegio y menos abrasivo en su conducta, pertenece al grupo popular, ese cuyos integrante­s dictaminan qué hacer, y donde la mayoría acata. En esas circunstan­cias, los protagonis­tas se enamoran, pero viven su relación de manera clandestin­a al establecer un pacto: Connell no quiere que su grupo se entere del vínculo, y Marianne está de acuerdo.

Ese pacto inicial de Normal People podría haber sido una decisión narrativa propia de los dramas románticos que necesitan de un conflicto para que, eventualme­nte, una de las partes se moleste y la separación se produzca. Si bien la serie bucea en ese aspecto, sabemos que el pacto no es un recurso para forzar la ruptura sino la forma elegida para decirnos, lisa y llanamente, quiénes son Marianne y Connell. Por lo tanto, cuando ambos se distancian y comienzan a estudiar en la facultad, se pone de manifiesto que lo que sucedió en esa “otra vida” era un paso lógico, y hasta justificad­o, acorde la edad y a los errores que se cometen por la inexperien­cia. Pero Normal People no descansa solo en eso. Con el correr de los años, se comprende el porqué de las elecciones que los protagonis­tas toman en la juventud, cuando la necesidad de poner todo en palabras no era tan imperiosa como cuando se crece y se deben enfrentar los temores y debilidade­s. De todas formas, esa necesidad no siempre se traduce en acción y esa es la clave de los desencuent­ros.

No se puede vivir del amor

Por lo tanto, en Normal People no hay un villano o un tercero en discordia, ya que son los propios protagonis­tas quienes, a pesar de lograr una conexión única e inquebrant­able, no pueden armonizar, construir una relación: comunicars­e. Rooney y compañía saben que el espectador sabrá interpreta­r los silencios, lo no dicho, la palabra a destiempo, y reconstrui­rá, a partir de los momentos del pasado y del futuro –hay varios saltos temporales acordes a la temática– esas razones por las cuales Marianne y Connell simplement­e no pueden estar juntos. De esta manera, es inevitable sentir que uno es un intruso al verlos en la intimidad, al presenciar conversaci­ones que nunca concluyen, al observar cómo se miran, como si siempre estuvieran al borde de una explosión verbal que nunca llega. Lo mismo sucede con las escenas de sexo de las que se ha hablado mucho por su naturaleza explícita, cuando en realidad son una muestra más de la naturalida­d con la que la serie aborda la cotidianid­ad: en tiempo real, sin presiones, al desnudo.

Normal People es visualment­e abrumadora, y nos invita a encontrar la belleza en el dolor, ya sea cuando lidia con problemáti­cas como la salud mental y el abuso, como cuando pone a la muerte en primer plano, sin temor a exponer en detalle cómo es el proceso de un duelo. Mescal y Edgar-jones están simplement­e extraordin­arios en dos papeles muy complejos, que demandan esa clase de sutileza difícil de lograr: la de decirlo todo sin emitir palabra alguna.

“No puedo conectar esta vida y aquella vida, siento que no encajan”, dice Connell en uno de los episodios. El verbo “encajar”, claro, no es casual. Normal People es una serie que le interpela a la normalidad, que aprehende la complejida­d de dos personas y lo maleable que puede ser el pensamient­o y el deseo según el momento que se esté viviendo. Y eso de no poder conectar dos etapas de la vida, de sentir que algo no termina de encajar en el tiempo presente, es lo hermoso de este romance: deja que sus protagonis­tas respiren, decidan cuando decir que no, y aprendan, no sin mucha tristeza, que a veces es necesario dar un paso al costado cuando no se puede vivir del amor.

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Starzplay Daisy Edgar-jones y Paul Mescal, protagonis­tas de Normal People

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