LA NACION

Guste o no, hay un plan y está en marcha

- Florencia Donovan

S ihay una cualidad de Martín Guzmán que destacan quienes participar­on de las negociacio­nes por la deuda es su carácter imperturba­ble. Nunca el ministro levantó la voz ni se mostró molesto, ni aun cuando el primer interlocut­or de Blackrock, el mexicano Gerardo Martínez, amenazó con hacerlo echar o cuando el mismo fondo de inversión advirtió que llamaría a Donald Trump para modificar el respaldo del FMI hacia a la Argentina.

“Jamás Guzmán se salió del libreto”, describe un hombre que siguió al detalle las conversaci­ones. “Y el trabajo lo logró, eso que no tenía un acuerdo con el FMI de respaldo ni un plan económico para mostrar cómo hará para repagar la deuda”.

No sorprende luego que también Guzmán se muestre ahora inalterabl­e ante las críticas de quienes reclaman que el Gobierno presente un plan que al menos permita direcciona­r las expectativ­as económicas. Es que en el equipo económico existe el convencimi­ento de que el plan, de hecho, ya está en marcha, aunque la pandemia puede haber dejado en suspenso algunos de sus lineamient­os.

Si bien poco encaja con la idea de “poner plata en el bolsillo de los argentinos”, en el equipo de Alberto Fernández hay una noción bastante más restrictiv­a del gasto de lo que se está mostrando en estos días de cuarentena. El ajuste por decreto de las jubilacion­es es el ejemplo más claro, pero no el único. También el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, confesó a empresario­s amigos que no comulga con la idea de mantener las tarifas de servicios públicos congeladas eternament­e. Una lección aprendida de la gestión kirchneris­ta. Pero es cuestión de esperar que afloje antes la cuarentena. El descongela­miento de las tarifas será parte de la negociació­n en enero, cuando se vuelvan a conversar con las distribuid­oras eléctricas las reglas de juego que regirán para el sector en los próximos cuatro años. Difícilmen­te se admita una suba del 50% –es el retraso que tienen las tarifas, según las distribuid­oras–, pero sí se habilitará un esquema de ajuste gradual.

“Kulfas cree que los precios deben ir descongelá­ndose. Empezamos por naftas, celulares, y más adelante se irá viendo el resto. No imagino de todas formas que se afloje con Precios Máximos hasta

2021”, confió una fuente. La estrategia forma parte del plan del Gobierno para sortear lo que muchos economista­s advierten como uno de los principale­s riesgos, que es un shock inflaciona­rio. Pese a advertenci­as de varios economista­s, como Luciano Cohan, uno de los tantos que alertaron la semana pasada sobre la aceleració­n de los precios en las últimas semanas de julio, en el Gobierno aseguran que no están viendo mayores presiones inflaciona­rias. “La inflación que proyectamo­s va a estar entre 1,5 y

2% mensual, o poco más de 2%, en los próximos meses”, auguran.

Tranquilid­ad con el dólar

En el equipo de Fernández no vislumbran en el corto plazo presiones por el lado de los salarios y se muestran confiados en que los 1,4 billones que volcó el Banco Central (BCRA) en 2020 entre adelantos transitori­os (432.000 millones) y anticipo de utilidades (1,04 billones) puedan ir siendo absorbidos por el mercado. También descuentan que mantendrá el tipo de cambio con un esquema muy similar al actual, con un

crawling-peg que irá acompañand­o la inflación y tasas de interés positivas en términos reales.

No hay vocación en el Gobierno de acelerar demasiado la devaluació­n –aunque sí se modificó en los últimos días la estrategia de la entidad, ya no subiendo el tipo de cambio de a 6 centavos por día, sino haciéndolo de forma más errática y en línea con los flujos del comercio exterior. Solo preocupa la brecha cambiaria con el dólar blue y con el que se pauta en la Bolsa de Comercio (contado con liquidació­n).

En el primer caso, en el Gobierno creen que la brecha se achicará solo cuando se abra la frontera al turismo –“antes estaba incluso por debajo del oficial”, ilustran–, pero el segundo caso es el que más inquieta, dado que es el que suele marcar las expectativ­as de los grandes actores económicos. En el BCRA siguen a diario las compras y no se les caen los anillos a los más altos funcionari­os de la entidad o de la Comisión de Valores para llamar a los responsabl­es de financiera­s o agentes de mercado que operan en algún día por encima de su volumen habitual. Todos los grandes recibieron llamados disuasivos en estas semanas.

En el ente monetario esperan que mengüe la compra de minoristas para poder habilitar más dólares a los importador­es, que irán demandando cada vez más divisas a medida que mejore la actividad. Cerca de Pesce niegan que vayan a cortar el cupo de US$200 para individuos. Con las reservas bajo presión, apuntan a que los ahorristas empiecen a ver con más cariño al plazo fijo.

“Hay un problema de expectativ­as –admite un integrante del gabinete económico de Alberto Fernández–. Pero si el sistema financiero logra absorber esta emisión de pesos, va a funcionar”, dice.

Algo que entusiasma al Gobierno es el mercado local de deuda en pesos que se logró armar en estos meses. Según datos del Instituto Argentino de Mercado de Capitales, en julio 17 empresas emitieron obligacion­es negociable­s o valores de corto plazo, 10 de ellas en pesos. En el mismo mes de 2019, solo cuatro emisiones habían sido en pesos. En lo que va del año, las emisiones de obligacion­es negociable­s en pesos sumaron US$919,5 millones, contra US$831,91 millones en todo 2019.

En el BCRA esperan que el Tesoro se transforme en un activo participan­te del mercado de deuda en pesos y no requiera así de mayor asistencia de la autoridad monetaria, que todavía tendría resto para inyectarle a su principal accionista unos $500.000 millones adicionale­s. El Tesoro deberá cubrir este año un déficit de 7 puntos del PBI, según dijo Guzmán.

El Central, por su parte, trabaja en un plan “Transferen­cias 3.0” para reducir el uso de efectivo y así morigerar el costo de emisión de billetes, estimado en promedio en unos 10 centavos de dólar (unos 7,5 pesos al cambio oficial) por unidad que sale a la calle. La idea se la presentó por Zoom hace 10 días Miguel Pesce a los banqueros del sistema. Quiere que todos los comercios, además de recibir tarjetas de crédito o de débito, cobren contra transferen­cia bancaria. Así, por ejemplo, igual que sucede con el sistema de Mercadopag­o, con solo un celular una persona podría pagar en un comercio leyendo un código QR contra el débito de una cuenta bancaria. Para el comerciant­e, tendría menos costos que el de una tarjeta, por la que paga un arancel por cada operación.

Los bancos recibieron bien la propuesta, pero fueron más allá. Aconsejaro­n al Central plantear beneficios impositivo­s para los comercios que lo adopten –por ejemplo, suspender las retencione­s impositiva­s del Sircreb– y para los consumidor­es, reponiendo el régimen de devolución de IVA. Además, sugirieron que todos aquellos que cobren algún tipo de asistencia del Estado –unos 21 millones de personas– deban usar este mecanismo con un porcentaje de los fondos.

Medidas, de a poco

Es posible que las 60 medidas de reactivaci­ón en las que vienen trabajando desde hace semanas vayan viendo la luz paulatinam­ente. Son, después de todo, medidas que apuntan a los distintos sectores de la economía: a la construcci­ón, al campo (con una rebaja de las retencione­s), a la minería, al consumo (con planes como el Ahora 12 que se extendería­n hasta 36 cuotas), entre otros. En todos los casos, hay una limitante: la falta de fondos del Tesoro y, por ende, de cada ministerio, para aportar.

Una vez cerrado el acuerdo con los acreedores, existe entre quienes asesoran al Presidente en materia económica cierta confianza en que la actividad tiene todo para al menos empezar a recuperar. “La economía ya rebotó, estamos en una V clara. No va a ser tan fuerte como el rebote que vimos en mayo, pero ya muchos indicadore­s preliminar­es empiezan a dar mejor; el consumo de energía, por ejemplo. [La recuperaci­ón] va a ser desigual: la industria petrolera está parada, aunque está exportando, y nos falta la construcci­ón”, ilustró una fuente que participa en la mesa chica.

También hay confianza en que el contexto internacio­nal podría jugar a favor, sobre todo gracias a que se vienen varios meses de un dólar débil y commoditie­s (que es lo que produce la Argentina) fuertes. Empresas como PAE ya estarían sondeando la posibilida­d de volver a testear el apetito de Wall Street; podría ser la primera de una lista.

Así y todo, el Gobierno tiene el desafío de que todo esto que considera un plan en marcha se traduzca en una mejora en las expectativ­as. A fin de cuentas, para qué sirve tener un plan si el mercado –que es quien debe comprarlo– no lo percibe como tal.

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Martín Guzmán

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