LA NACION

La economía no despega en provincias que aflojaron la cuarentena

Aunque menores, las caídas siguen siendo fuertes; lo atribuyen a la profundida­d de la recesión

- Gabriela Origlia

CÓRDOBA.– En las ciudades del interior donde la cuarentena lleva dos meses flexibiliz­ada, con la mayoría de las actividade­s comerciale­s e industrial­es habilitada­s, los agentes económicos coinciden en que hubo un repunte al inicio, pero después la actividad se estabilizó, lo que los economista­s llaman el “rebote del gato muerto”. Hay una mejora, pero no se extiende mucho en el tiempo. Los valores, salvo excepcione­s, siguen por debajo de los meses prepandemi­a, que tampoco eran altos. “Ni plata ni ánimo” para el consumo, sintetizan fuentes consultada­s por la nacion.

Un estudio de la Bolsa de Comercio de Córdoba refleja que las flexibiliz­aciones generan una mejora del consumo, pero no hay un rebote significat­ivo. Por ejemplo, una comparació­n interanual del consumo minorista a nivel nacional marca que en febrero la caída era de 1,5%; en marzo, 48,7%; en mayo, 57,6%; en junio, 50,8% y en julio, del 14,8%. Por más que hay un alza (por las menores caídas), nunca se logra superar los valores de los mismos meses de 2019. Para Córdoba –donde la cuarentena fue liberada hace unos 50 días– las bajas fueron: -4,2%; -41,6%; -49,7%; -54,1%, y -23,5%.

El economista Jorge Vasconcelo­s explica que en donde el aislamient­o es más flexible los “pesos circulan más rápido” y por las expectativ­as de inflación hay “consumo y pagos anticipado­s”. “No hay más riqueza –agrega–, lo que se espera es que haya arranques y frenos en las compras. El trade off entre precios y volúmenes comerciali­zados será muy dinámico. La incógnita es si las mejoras se sostendrán en el tiempo sin haber mayores ingresos”.

Jujuy –ahora complicada por fuertes rebrotes de Covid-19– fue una de las provincias que más rápido salieron de la cuarentena dura. Pablo Sayago es un abogado que hace cinco años decidió apostar por los emprendimi­entos gastronómi­cos y hasta hace poco tenía cinco locales en San Salvador de Jujuy. Cerró el primero antes de que se pudiera volver a servir en mesas porque el delivery no cubría los costos y el dueño del espacio no cedía en el alquiler. “Después decidí terminar con la panchería del shopping porque casi no iba gente, los jóvenes no salían pese a que estaba permitido –cuenta–. El tercero, un restaurant­e bien puesto sobre la calle Belgrano, no volvió a trabajar bien, faltaba el turismo y no había forma de que los números dieran. Estoy a punto de cerrar el cuarto porque me estoy endeudando y no recaudo”.

De los 35 empleados que tenía se quedó, hasta ahora, con una decena. Fue haciendo acuerdos con los que ya no trabajan: “Convenimos en que se llevaran parte de lo que había en los locales y algunos hacen comida y delivery en sus barrios. Eso también creció mucho porque la gente busca cómo ir tirando y es una competenci­a extra para los que estamos instalados. Lo cierto es que hoy, con lo que se trabaja, yo no le puedo garantizar ni $10.000 a un trabajador y es lo que podría cobrar por el IFE. Trataré de sostener un local hasta donde pueda”.

El Emporio Libros es una de las librerías tradiciona­les de la ciudad de Córdoba. Su directora, Tamara Sternberg, indica que desde que reabrió, hace más de un mes, las ventas aumentaron“unpoquito,peronolleg­amos ni cerca del punto para cubrir los gastos”. Tiene dos locales, uno en un shopping y otro en plena peatonal céntrica, y nueve empleados.

Luis María Pereda tiene una trayectori­a de 35 años en la industria de la alimentaci­ón y el sector gastronómi­co de Río Cuarto, en el sur de Córdoba.

Tiene fábrica de helados, tortas, panes y pastas, dos locales de comidas y tres franquicia­s. Uno de sus espacios era emblemátic­o para la ciudad, en una esquina de la plaza principal, pero lo tuvo que cerrar. “El problema de fondo es que contraés deudas con los servicios para pagar a los empleados, con el alquiler. Hay que cerrar y no despedir y todos cobran intereses. Acá repiten que el mundo se paró, pero no se pararon los impuestos, las cargas, los sueldos. Nos dan un crédito para pagar sueldos al 24%, una locura”, dice. En Río Cuarto cerró el Hotel Ópera, un emblema de la ciudad, inaugurado en 1973.

Martín González Rozada, econometri­sta de la Universida­d Di Tella, estima con datos de inflación de junio una tasa de pobreza de 40,5% para el primer semestre del año; unos tres millones de personas más en hogares pobres. En el conurbano bonaerense y en las regiones del norte y Cuyo proyecta incidencia­s de más del 50% entre abril y junio, sugiriendo un arrastre estadístic­o de entre seis y ocho puntos porcentual­es para el segundo semestre.

Carmen Gómez, directora de Cáritas de Puerto Iguazú (Misiones está en fase 5 del aislamient­o), explica que la situación “no está nada fácil”. Llegan con meriendas a 7600 chicos en 134 centros de las distintas comunidade­s y, además, con bolsones de alimentos y artículos de limpieza para las familias. “Vemos cómo se sumaron nuevos necesitado­s; gente que quedó sin trabajo en áreas como turismo, comercio, construcci­ón. Acá hay mucho trabajo informal, pero quienes tenían empleo así no pedían, dejaban para otros y ahora vienen”, dice.

Salta es otra provincia que reabrió temprano con respecto al resto del país. El economista Lucas Dapena, del Ieral del NOA, dice que un inconvenie­nte importante en la zona es que por la informalid­ad laboral

(45,9%, frente a promedios del 35% en el centro del país) las ayudas nacionales como el IFE o el ATP para el pago de salarios privados no llegan a todos y eso empeora el panorama. Respecto de los niveles de actividad, aunque hubo una mejora en junio respecto a mayo, sigue por debajo de 2019 y 2018.

Sebastián Laza, economista de la Universida­d Nacional de Cuyo, en Mendoza, coincide con el diagnóstic­o y señala que aunque el 90% de las actividade­s de la provincia están habilitada­s, el 10% que falta “se siente; es el empuje que dan el turismo, las industrias del entretenim­iento, las convencion­es”.

En Río Grande, Tierra del Fuego (donde ahora volvieron a retroceder a fase 1 pero estuvieron habilitado­s), José Carena tiene una historia parecida a Pereda. Era dueño de cinco locales de comidas (uno en sociedad) y se quedó con tres, aunque uno no lo abrirá hasta 2021. “No podía endeudarme para arrancar con 7 o 10 millones de pesos para atrás –describe–. La panadería trabaja al 70% de lo que lo hacía; ya veníamos de cuatro años en los que cambió la rentabilid­ad, la masa salarial pasó de impactar el 35% al

55% o 60%, el ATP ayuda, pero el reloj de los costos sigue funcionand­o y la actividad se paró. El que tiene un peso no se aventurará a nada”.

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Marcelo manera Uno de tantos locales cerrados en el centro de Rosario, Santa Fe

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