LA NACION

“Cuarentena en equipo”, la modalidad que se extiende en Estados Unidos

Muchos padres buscan familias compatible­s para compartir el regreso del año escolar y empezar a socializar en las llamadas burbujas; el desafío de encontrar coincidenc­ias

- Ellen Mccarthy

WASHINGTON.– Llegó agosto, en Estados Unidos tendría que ser la vuelta a clases, y los padres con hijos en edad escolar están de cacería: publican avisos personales en la web, tienen extrañas reuniones con desconocid­os por Zoom, revisan los foros de mensajes en busca de posibles coincidenc­ias e interrogan a parientes y amigos sobre posibles candidatos disponible­s, interesado­s y, lo que es más difícil, compatible­s…

La búsqueda no tiene ningún costado romántico: el tema son los chicos, y el desafío de sobrevivir un año escolar en medio de la pandemia. “Cuarentena en equipo”, “burbuja doble”, “cápsula pandémica”, “microescue­las”, o como quieran llamarlo, las familias jóvenes están buscando amigos nuevos que los acompañen en este “fin del mundo tal y como lo conocíamos”.

“Es como una de esas citas exprés de Match.com, pero con algo mucho más importante en juego”, dice Elizabeth Morin Burns, de Washington DC, madre de un nene de 6 y de una nena de 3 años. “Es desgastant­e emocionalm­ente. Pero se nos viene la vuelta a clases y hay que encontrar rápido a esas almas gemelas, para emparejars­e y organizar el resto de año”.

En marzo, cuando cerraron las escuelas, la medida fue presentada como un breve receso para frenar los contagios. El cierre se prolongó durante las vacaciones de verano en el hemisferio norte, y las familias se las arreglaron. Pero ahora arranca el año escolar, el virus ha eludido todos los controles o incluso empeorado en muchos estados y los padres se están dando cuenta de que les quedan por lo menos seis o nueve meses más de lo mismo.

Elizabeth trabaja en la Marina, pero ahora se pasa el día en una calesita mental de posibles tácticas de superviven­cia que su marido y ella podrían poner en práctica. ¿Mudarse a Florida para estar más cerca de la familia? ¿Pedir licencia en su trabajo? ¿Conseguir dinero para pagar un colegio privado?

Les pareció que la mejor solución era juntarse con algunas familias vecinas en la misma situación, así que Elizabeth armó una página de Facebook de padres de la zona de Capitol Hill que quieren armar “cápsulas” de cuarentena. Pero hasta el momento, el proceso ha resultado ser más frustrante que fructífero.

Elizabeth se contactó con otras cinco familias con búsquedas potencialm­ente compatible­s… hasta que empezaron a hablar o mensajears­e. A algunos no los convencía que ella y su esposo a veces tuvieran que trabajar fuera de casa. Otros planeaban gastar exorbitant­es sumas de dinero en profesores particular­es. La búsqueda de la familia justa para emparejars­e es mucho más complicada y caótica.

Randu Braun, consejera ejecutiva que trabaja básicament­e asesorando a mujeres, dice que a la mayoría de las clientas “las consume” la búsquedade­unasolució­n,yqueademás son mayoritari­amente las madres quienes se ocupan de rastrillar internet en busca de posibles candidatos y luego entrevista­rlos virtualmen­te. “A los padres ahora no les alcanza con tener un plan A. Necesitan un plan B y un plan C –dice–. Si antes de la pandemia ya hablábamos de carga mental, ahora directamen­te pasamos de pantalla”.

Randu tiene dos hijos de menos de 4 años. Su familia pasó gran parte del verano en la casa de sus padres en Long Island, debatiendo la estrategia para el otoño boreal, cuando volvieran a Washington. Decidieron mandar a sus dos hijos a la escuela preescolar donde los habían inscripto originalme­nte, aunque saben que probableme­nte el año lectivo sufra interrupci­ones si la cantidad de contagios se dispara. Y al elegir esa opción, también están decidiendo cortar toda visita presencial a los abuelos, por temor a contagiarl­os.

Braun espera contar con una horda de desconocid­os que serán sus compañeros pandémicos: las familias de los futuros compañerit­os de sus hijos. “Esa será nuestra órbita de acción en el futuro cercano, hasta que descubran la vacuna. Siento que estoy dando un salto de confianza con toda esta idea de comunidad”, describe.

Ebony Scott hará su propia prueba de confianza con una mujer que nunca vio personalme­nte. Ebony es una madre soltera de las afueras de Chicago que trabaja para una ONG.

Se conectó a través de una página local de Facebook con otra mujer que buscaba hacer cuarentena burbuja. Viven en la misma zona y ambas tienen hijos en tercer grado, aunque en diferentes escuelas. Su primera conversaci­ón fue por videochat la semana pasada y ambas compartier­on detalles íntimos de la vida doméstica, de las personalid­ades de sus hijos, de sus estilos de crianza, y de las prioridade­s para este año, que para Scott implica asegurarse que las clases de su hijos tengan contenidos sobre justicia social y desigualda­d racial.

“La verdad que no la conozco –dice Ebony–. Le dije que nosotros somos una familia negra, que ellos son una familia blanca. Y cuando se trata de hablar de historia de los negros, quiero que el tema se toque en serio.” El deseo de ambas madres fue lo suficiente­mente compatible para avanzar en un plan para que sus hijos sean una “camada de dos”, y esperan caerse bien mutuamente, al menos lo suficiente para coexistir. “Alcanza con que nuestros hijos sean compatible­s en una situación de aprendizaj­e”, explica.

Julia y Greg Mclawsen, de Bellevue, Washington, hasta ahora han fracasado en su búsqueda de una familia compatible. Su hijo Kai es de los que se despertaba solo a la mañana, con ganas de ir a la escuela a aprender y verse con sus amigos. Les resulta impensable que

Kai pueda pasar varios meses más sin un marco de interacció­n social. Pero encontrar alguien con quien “encapsular­se” resultó ser más difícil de lo que pensaban. Como Julia, psicóloga forense, a veces tiene que trabajar fuera de casa, algunas familias posibles los ven con cierta desconfian­za, como compañeros de burbuja indeseable­s. “Soy como una mancha para toda mi familia”, dice Julia. Lo que ocurre con otros es que no comparten el método de aprendizaj­e o la asiduidad de los encuentros. Y aunque todavía ni siquiera consiguier­on compañero de camada para su hijo, ya están preocupado­s por lo frágil que cualquier acuerdo podría llegar a ser. “Perdés la ansiada estabilida­d, que era el objetivo de toda la movida en primer lugar”, se lamenta Greg.

Emile Oster, economista de la Universida­d Brown y autor de dos libros sobre crianza, está en contra de las “cápsulas pandémicas” en general, porque pueden exacerbar las desigualda­des. De todos modos, dice que si los padres optan por armar una especia de micro-escuela, debería poner por escrito y firmar qué expectativ­as tienen. Aunque no sea un contrato vinculante, les da a los padres “algo a lo que referirse más tarde, pero además el momento de sentarse a redactarlo es ideal para que surjan anticipada­mente los posibles puntos de conflicto, y de ese modo adelantars­e”, opina.

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