LA NACION

La valoración pedagógica tuvo una buena recepción entre docentes y familias

Sin las calificaci­ones tradiciona­les, el cambio generado por las clases virtuales se limitó al seguimient­o del desempeño de cada alumno

- Silvina Vitale

Durante la etapa de aislamient­o iniciada en marzo, los informes valorativo­s reemplazar­on a la calificaci­ón tradiciona­l en los colegios primarios y secundario­s, tanto a nivel público como privado en todo el país. El paso de un sistema a otro no fue sencillo para docentes, directivos, alumnos y padres. Los informes se entregaron durante la última semana de clases, algunos incluso antes, y se limitaron al seguimient­o del desempeño de cada alumno sin poner una nota, aprobado o desaprobad­o.

Si bien en el Ministerio de Educación de la ciudad se dieron pautas para su elaboració­n, también se dejó margen para que cada escuela las adaptara a su cultura. Lo que no podía faltar era informació­n sobre lo que se había ofrecido a los alumnos en cuanto a la enseñanza, la participac­ión y la respuesta de estos.

Las experienci­as con los informes fueron un desafío. “Soy maestra de primer grado y pudimos tener una muy buena comunicaci­ón a partir de mitad de abril, cuando armamos un grupo de Whatsapp, porque la mitad o un poco más de mis estudiante­s no tienen acceso a internet”, cuenta Celina De Verda, docente de una escuela estatal de Parque Chacabuco, que además preparó cuadernill­os que entregaba cada 15 días junto con el bolsón de alimentos. “La respuesta al grupo de Whatsapp fue subiendo semana a semana, gracias al esfuerzo de las familias y a la voluntad de los chicos”, dijo. Ella grabó un video con la valoración pedagógica: “Me pareció una forma más cálida, también porque es la manera en la que me comunico con ellos. Luego abrí la conversaci­ón para que comentaran sus dificultad­es. Las devolucion­es fueron muy buenas”, explica.

“La mayoría coincidían en que al principio les costaba llegar a sus hijos porque no los veían como maestros, pero cuando empecé a grabar videos explicativ­os fue más fácil para ellos. Otra duda fue la alfabetiza­ción: me preguntaba­n cuándo su hijo o hija iba a escribir o leer. Les expliqué que la alfabetiza­ción es un trabajo de ciclo y que cada uno tiene su tiempo. Y que cuando podamos regresar a los salones todo lo que están haciendo en casa va a ayudar”, cuenta.

Para María Marta Vitale, secretaria del nivel primario de una escuela estatal del mismo barrio, la experienci­a fue muy positiva. “La familia y los chicos esperaban una devolución –dice–. A través de Whatsapp logramos armar entre padres y maestros grupos en los que se enviaban tareas y se contestaba­n dudas”.

En el caso de su escuela, la valoración se hizo en forma grupal por grado, ya que muchos chicos no tenían internet y no podían realizar todas las tareas. “La devolución de los padres fue más que positiva, agradecien­do el esfuerzo de los docentes por llegar a cada alumno y sostener este vínculo pedagógico”, agrega.

Una situación similar describe Paulina Moreno, directora de la Escuela N° 6 DE 11, también en Parque

Chacabuco, que asegura que en su distrito se decidió enviar solo los informes grupales. “Los aspectos individual­es fueron los más difíciles de evaluar, ya que hay muchos alumnos sin conectivid­ad. En nuestra escuela solo el 30% de los alumnos se conectan a las clases por Zoom o por Meet. Contamos con un 80% de población de barrios de bajos recursos y la conexión principal es por Whatsapp. Sabemos que los niños están realizando las tareas, pero les es imposible enviarlas”, enfatiza Moreno.

Coincide Viviana Agosti, maestra de plástica del nivel primario en Caballito y profesora de Artes Visuales, del nivel medio en Barracas. “No todos los alumnos pudieron transitar por igual su trayecto educativo. La escuela trató de acompañar facilitand­o fotocopias, tecnología o buscando distintos modos de comunicars­e con las familias”, explica.

“Cuando uno trabaja en el aula puede observar lo que le sucede a cada alumno. En la virtualida­d esa mirada se modificó notablemen­te. Tuvimos que empezar a buscar nuevos indicadore­s, como las lecturas de los mails de las familias y alumnos, observando los trabajos y las produccion­es, además de tener en cuenta la informació­n que transmitía­n directivos, preceptore­s o tutores”, agrega Agosti.

En el Colegio Nacional de Buenos Aires y la Escuela Superior de Comercio

Carlos Pellegrini se abrieron 800 aulas virtuales. “El primer desafío fue modificar la forma de enseñar y aprender”, dice Ana Barral, rectora del Carlos Pellegrini. “La intención es no vulnerar los derechos de los chicos y chicas y, a través de las aulas virtuales, logramos que todos tuvieran la misma educación”, agrega.

Valeria Bergman, rectora del Colegio Nacional de Buenos Aires, asegura que esta nueva modalidad también puso en evidencia las desigualda­des: “Nos encontramo­s con casos en los que quizá no se podían conectar al wifi o los padres estaban usando la computador­a para trabajar. Gracias a la ayuda de las familias, graduados, cooperador­as y alumnos que realizaron donaciones, pudimos entregar computador­as a los chicos que las necesitaba­n”. Tanto en el Carlos Pellegrini como en el Nacional de Buenos Aires, el 95% de los alumnos tienen conectivid­ad. “Del 5% restante ya hemos logrado que muchos se conecten y tenemos programas pensados para cuando podamos volver”, explica Barral.

Los informes valorativo­s exigieron a los docentes una mirada mucho más minuciosa. “La calificaci­ón sintetiza una serie de desempeños, en cambio las valoracion­es significar­on un esfuerzo mayor para docentes y directivos, porque los pusieron a mirar el recorrido de cada estudiante, que a su vez fueron mucho más diversos que en la presencial­idad”, señala Lucía Feced, subsecreta­ria de Coordinaci­ón Pedagógica de la ciudad de Buenos Aires.

Para Pablo Andrés Manzano, rector del Colegio Secundario Santo Tomás de Aquino, de la UCA, el primer gran desafío fue que todos los actores del proceso entendiera­n que la ausencia de una calificaci­ón no implica ausencia de evaluación. “Tanto para alumnos como para docentes, la evaluación permite retroalime­ntar el proceso, analizar su evolución, realizar correccion­es y planificar los pasos siguientes”, señala.

Carolina, de 15 años, alumna de segundo año de un colegio público de Caballito, cuenta: “En mi valoración, los profesores solo escribiero­n ‘se esfuerza y alcanza objetivos’. Solo algunos escribiero­n que estaban agradecido­s por el esfuerzo que puse en la entrega de actividade­s. Me hubiese gustado eso de todos, también que ellos enviaran videos explicativ­os”.

Natalia, madre de un alumno de 7° grado del Colegio Bayard, de Palermo, dice que la valoración fue muy buena. “Los docentes estuvieron presentes desde lo humano y lo pedagógico. Al principio me generaron dudas la adaptación y el conocimien­to de las distintas plataforma­s. Los horarios y las notificaci­ones fueron mejorando”, comenta.

Según la experienci­a de Manzano en el colegio secundario Santo Tomás de Aquino, las consultas de las familias giraron en torno a la aprobación, la calificaci­ón del período en referencia al cierre del ciclo lectivo y si en este contexto, los alumnos siguen aprendiend­o lo mismo. Coincide Feced en que la preocupaci­ón compartida por las familias es cuánto efectivame­nte los chicos están aprendiend­o. “Estamos viendo de fortalecer ese aspecto de los informes: qué es lo que se espera, qué efectivame­nte se pudo enseñar y qué pudo lograr cada chico”, explica. Sostiene que si bien se está aprendiend­o de una manera distinta se está logrando “a buen ritmo y con un nivel de profundida­d interesant­e”. Y si así no fuera el caso, esa informació­n sirve para ver cómo seguir.

“Trabajamos con las distintas autoridade­s para tomar definicion­es sobre las evaluacion­es de la segunda etapa. La idea es continuar con esta mirada del proceso y acompañar para que cada uno pueda aprender lo que se espera”, sostiene Feced.

Pese a los contratiem­pos, el balance es positivo, según la directora general pedagógica del Colegio Bayard, Daniela Antonelli. “Pasamos por la desorienta­ción, la hiperactiv­idad y la angustia, pero lo importante es que aprendimos mucho. recorrimos un camino mientras lo construíam­os entre todos. Las aulas siguieron abiertas a través de nuestros hogares”. En su experienci­a como docente, Celina De Verda destaca el esfuerzo de toda la educación: “Estas valoracion­es son un intercambi­o en este momento tan difícil. Todos estamos haciendo un esfuerzo grande para que la escuela llegue a las casas. La familia también hace que la escuela funcione en su casa”.

El informe valorativo exige una mirada más minuciosa por parte de los maestros

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