LA NACION

Por qué el Covid-19 es mucho más contagioso que la gripe

Un estudio científico sostiene que los eventos de superconta­gio se producen cuando un infectado que no muestra ningún síntoma esparce el virus en su punto más álgido; algunas personas serían más propensas a transmitir­lo

- Katherine J. Wu Traducción de Jaime Arrambide

NUEVA YORK.– Para ser una esfera puntiaguda de apenas 120 nanómetros de ancho, el coronaviru­s es un viajero sumamente avezado y cosmopolit­a.

Expulsado por la nariz o por la boca, puede atravesar un cuarto y salpicar las superficie­s, o puede colarse en lugares con poca ventilació­n y quedar en el aire durante horas. Los ejemplares más intrépidos logran pasar de un único individuo a decenas, cientos o incluso más personas a la vez, multiplicá­ndose en las concentrac­iones de gente y causando los así llamados “eventos de superconta­gio”.

Esos eventos, que a través de rastreos fueron detectados en call centers, frigorífic­os y bodas, contribuye­ron a propagar una pandemia que en el lapso de ocho meses ha tocado todos los rincones del planeta. Sin embargo, mientras algunas personas parecen especialme­nte propensas a transmitir el virus, otras casi no son contagiosa­s.

“Hay un pequeño porcentaje de gente que al parecer contagia a muchos”, dice el doctor Joshua Schiffer, médico y experto en modelos matemático­s que estudia las enfermedad­es infectocon­tagiosas en el Centro Fred Hutchinson de Investigac­iones contra el Cáncer, Seattle. Las estimacion­es varían según cada grupo poblaciona­l, pero señalan sistemátic­amente un sesgo sorprenden­te: el 80% de los contagios podrían ser causados por entre el 10% y el 20% de los infectados. Otras enfermedad­es respirator­ias, como la gripe, son mucho más equitativa­s en los contagios.

Descubrir cuáles son los desencaden­antes de un evento de superconta­gio podría ser la clave para evitarlos, y así apurar el fin de la pandemia. “Es la pregunta del millón de dólares”, dice Ayesha Mahmud, que estudia la dinámica de las enfermedad­es infecto contagiosa­s en la Universida­d de California en Berkeley.

En un estudio publicado la semana pasada en el sitio web medrxiv, que todavía no fue revisado por pares, Schiffer y sus colegas informan que los eventos de superconta­gio de coronaviru­s suelen producirse cuando coinciden “el momento equivocado y el lugar equivocado”: por ejemplo, un infectado que ha llegado al punto de contagiosi­dad máximo y esparce grandes cantidades de virus, y lo hace donde hay mucha gente alrededor que puede contagiars­e.

Según un modelo desarrolla­do por el equipo de Schiffer, la ventana de tiempo de mayor riesgo de contagio es sumamente breve, un período de apenas uno o dos días en la semana posterior a haberse infectado, cuando los niveles de coronaviru­s en el cuerpo están en su punto máximo.

Por supuesto que el virus también se contagia fuera de esa ventana temporal y que las personas que ya hayan atravesado ese lapso no pueden ni deben relajar las medidas de protección, como el uso de barbijo y el distanciam­iento físico, señala Schiffer. Pero a medida que la infección se prolonga, menos contagiosa es esa persona, una idea que puede ayudar a los expertos a recomendar cuándo terminar con el autoaislam­iento, o cómo destinar recursos a los más necesitado­s, dice Mahmud, que no participó del estudio.

Tarea complicada

Sin embargo, lograr identifica­r y contener a una persona en su pico de contagiosi­dad es otra cosa. Algunos infectados empiezan a sentirse mal un par de días después del contagio, mientras que otros tardan semanas, y muchos nunca sienten nada. Por lo tanto, el período del “período de incubación”, ese lapso entre el contagio y la aparición de síntomas, es tan variable que algunos se enferman antes que la persona que las contagió. Eso casi no ocurre con la gripe, que invariable­mente desata una ráfaga de síntomas a pocos días del contagio.

Si un cuerpo alcanzara su pico de carga viral antes de manifestar síntomas –suponiendo que los manifieste–, sería muy difícil de individual­izar sin testeos constantes y repetidos. Los picos de carga viral sin síntomas parecen ser muy frecuentes, “y realmente distorsion­an nuestra capacidad de determinar quién es contagioso”, dice Schiffer. A su vez, eso hace que durante su pico de carga viral, muchos infectados esparzan profusamen­te el patógeno sin saberlo.

“Es una verdadera oportunida­d”, dice Shweta Bansal, ecóloga de enfermedad­es infectocon­tagiosas de la Universida­d de Georgetown, quien tampoco participó del estudio. “Esos eventos se producen cuando alguien no solo está infectado, sino que no lo sabe, porque no se siente mal”. Envalenton­ados y con ganas de socializar, esos involuntar­ios “choferes de coronaviru­s” terminan provocando eventos de superconta­gio que siembran el patógeno en un grupo poblaciona­l totalmente nuevo. Esa confluenci­a de factores –una persona en el lugar equivocado y en el peor momento de su infección– es el escenario en que se producen “las explosione­s de contagio”, dice Bansal.

El modelo del equipo científico también apuntó a otra variable importante: la notable resilienci­a del coronaviru­s suspendido en el aire.

Hay un creciente número de evidencia de que el coronaviru­s puede transmitir­se por aire en interiores mal ventilados y con mucha gente, donde además puede contagiar a varios a la vez. El virus también viaja en gotas más grandes y pesadas, pero esas caen rápidament­e y no tienen la misma longevidad que los “aerosoles”, las microgotas más pequeñas. Schiffer dice creer que el coronaviru­s es más propenso al superconta­gio que la gripe porque logra persistir más tiempo en la forma de nubes contagiosa­s, que pueden transporta­r patógenos por distancias relativame­nte largas.

“Este estudio agrega otra capa de diferencia­ción con la gripe”, dice Olivia Prosper, investigad­ora de la Universida­d de Tennessee, que usa modelos matemático­s para estudiar las enfermedad­es infectocon­tagiosas, pero que no participó del estudio. “Lo que importa es su grado de contagiosi­dad”.

Para colmo, algunas personas pueden tener predisposi­ción a ser “contagiado­res” más generosos, aunque esos detalles “todavía son un misterio”, dice Schiffer.

De todos modos, Schiffer dice que los eventos de superconta­gio tienen mucho más que ver con las circunstan­cias que con la biología de una persona en particular, porque incluso el portador de una enorme carga viral puede evitar transmitir­lo masivament­e si no participa de grandes grupos y de ese modo no se transforma en un “chofer” del virus.

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Jeenah moon/reuters Las concentrac­iones de gente, como esta en Nueva York, son el caldo de cultivo ideal para que el virus se disemine de manera masiva

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