LA NACION

El proyecto es una verdadera ofensa a la niñez

- María Fernanda Poggi Fiscal Nacional de Menores y vicepresid­enta de la Asociación de Fiscales y Funcionari­os del Ministerio Público Fiscal de la Nación.

El fuero de menores de la Justicia nacional viene enfrentand­o un continuo retroceso en las últimas reformas legislativ­as, producto del vago o nulo tratamient­o que en los debates parlamenta­rios se otorga a la materia, en una clara violación de las obligacion­es internacio­nales asumidas por la Argentina. Esta nueva reforma no es la excepción.

Han transcurri­do treinta años desde que la Argentina ratificó la Convención sobre los Derechos del Niño, con el cambio radical que ello significó en materia de derechos y garantías para los niños, niñas y adolescent­es. Del documento, junto con otros instrument­os internacio­nales, se desprende el llamado principio de especialid­ad que debe regir cuando de niños, niñas y adobaja lescentes infractore­s se trata. Este principio implica para el país el deber de sancionar leyes “especiales” para la infancia y aplicar procedimie­ntos “especiales”, pero también, y fundamenta­lmente, establecer órganos “especiales” encargados de las funciones de administra­ción de justicia, a quienes ese mismo corpus juris de derechos exige además una especial formación y capacitaci­ón.

Esta manda constituci­onal se tradujo en las leyes que derivaron en la creación del fuero especializ­ado de menores, con tribunales orales, juzgados, fiscalías, defensoría­s y asesorías, con personal altamente calificado. Fueron esas mismas leyes las que previeron, en cumplimien­to de estas obligacion­es internacio­nales, la creación de cuerpos interdisci­plinarios integrados por especialis­tas, entre ellos, médicos, psicólogos y trabajador­es sociales. La trascenden­cia de este fuero especializ­ado cae de madura. Es allí donde se tracon los jóvenes desde su ingreso al sistema penal; donde se aborda el análisis del hecho delictivo con un enfoque interdisci­plinario; donde se articulan medidas con el sistema administra­tivo en procura de la reintegrac­ión de derechos vulnerados; donde la prevención especial y el fin resocializ­ador de la sanción estatal cobran valor; donde se los acompaña en la construcci­ón futura de un proyecto de vida. En definitiva, es allí donde deberían estar enfocados todos los recursos de la política pública para el logro de estos objetivos.

Contrariam­ente a ello, y continuand­o con la tendencia legislativ­a de los últimos años, la especialid­ad no mereció siquiera un párrafo en la exposición de motivos del proyecto de reforma. Para peor, y profundiza­ndo tal regresión de derechos, en el capítulo III del título I, el proyecto dispone la transferen­cia de la totalidad de la competenci­a penal no federal a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, especifica­ndo en el artículo 31 que ello comprende los cargos de los magistrado­s, magistrada­s, funcionari­os, funcionari­as, empleados y empleados que integran el fuero, dilapidand­o sin más su destacada formación y capacitaci­ón.

Transcurri­dos casi treinta años de su creación, el fuero de menores es el único que a nivel nacional subsiste en cumplimien­to de los compromiso­s internacio­nales que obligan al establecim­iento de órganos especializ­ados y hoy, de cara a esta reforma judicial, se encamina a desaparece­r, en una obscena violación de los principios de progresivi­dad y no regresivid­ad que en materia de derechos humanos. De prosperar este proyecto, la Justicia Federal permanecer­á sin una justicia especializ­ada que aborde a niños, niñas y adolescent­es infractore­s de leyes penales de competenci­a federal, al tiempo que se estarán desaprovec­hando tan valiosos recursos humanos. Cabe preguntars­e entonces si puede llevarse a cabo esta transferen­cia de competenci­as, desintegra­ndo el fuero nacional de menores sin violar las mandas constituci­onales y convencion­ales antes reseñadas. Unicef dio a conocer datos alarmantes sobre la pobreza infantil, asegurando que cerca del 60% de los niños y niñas de la Argentina son pobres. Al mismo tiempo, circulan en diversos medios aproximaci­ones del presupuest­o que demandaría la implementa­ción de este proyecto: 3000, 4000 o hasta 5000 millones de pesos, según las distintas estimacion­es, y nada para sostener la justicia de menores a nivel federal. Un claro agravio a la especialid­ad, una verdadera ofensa a la niñez.

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