LA NACION

Gene Hackman. El hombre que cambió la actuación por las letras y la pintura

A los 80 años, el protagonis­ta de grandes películas disfruta de una vida alejada de las luces de Hollywood y la pantalla

- Cynthia Caccia

Durante casi cinco décadas, Gene Hackman fue uno de los grandes íconos de Hollywood. Como parte de la gran camada que renovó el cine en los años 60, su cara es una de las más reconocibl­es, ya que fue parte de un centenar de títulos, entre cine, teatro y televisión.

Su voz ronca y sus imponentes 1,88 metros de altura lo consagraro­n como “el chico rudo de la industria” sin embargo, a lo largo de su trayectori­a, Hackman ha demostrado ser uno de los intérprete­s más carismátic­os y versátiles de su generación, acumulando varios reconocimi­entos y premios Oscar, Bafta y Globo de Oro.

Ahora bien, hace mucho que no lo vemos en alguna nueva producción, ni televisiva, ni cinematogr­áfica, ni teatral. Tampoco por streaming. ¿Las razones? Este california­no –que en enero cumplió 90 años– le dijo adiós a la actuación hace mucho tiempo. Si bien por 2004 ya era un hombre mayor y no le hacía ninguna gracia terminar su carrera haciendo “papeles de abuelo”, sus 76 años no fueron un impediment­o para que pudiera seguir deleitándo­nos con sus grandes y variadas interpreta­ciones.

Conocido por su carácter y tendencia a enfrentars­e con los directores, dejando de lado sus instruccio­nes para interpreta­r los roles “a su manera”, el actor confesó, en más de una oportunida­d, estar cansado de las exigencias de la profesión. “Esta industria es muy estresante para mí. Tenés que hacer sacrificio­s para filmar películas y llegué a un punto en que ya no quería hacerlos más”, confesaba cada vez que le preguntaba­n por su regreso a los sets.

Así fue como, bajo una gran convicción, uno de los hombres que marcó una gran época del cine decidió ponerle punto final a su carrera, aunque su nombre no desapareci­ó del todo. Talentoso y multifacét­ico, Hackman aprovechó su nueva vida lejos de los libretos para alimentar sus otras dos pasiones: la pintura y la escritura.

Un poco de historia

Sin dudas, su gran éxito profesiona­l se debió a su versatilid­ad actoral y a su técnica que consistía en “relajarse y dejarse transporta­r a ciertos momentos o situacione­s de su vida que le produjeron un determinad­o sentimient­o”. “Familias con problemas han sido la cuna de numerosos buenos actores”, afirmaba el artista, que fue víctima del abandono de su padre en su adolescenc­ia y de la inesperada muerte de su madre en un incendio.

Oriundo de San Bernardino, Eugene Allen Hackman nació el 30 de enero de 1930. Fruto de un matrimonio cristiano ortodoxo, a los 16 años -y mintiendo sobre su edad- se alistó en la marina norteameri­cana, donde se desempeñó como operador de radio. Si bien la vida militar no era lo suyo, esta experienci­a le sirvió a la hora de personific­ar algunas historias bélicas a futuro.

Aficionado al periodismo, Gene pasó por algunas emisoras de radio de Florida e Illinois, aunque enseguida se dio cuenta que su verdadera vocación estaba en la actuación, oficio que exploró de manera tardía recién a los 30. Fue así como empezó a estudiar arte dramático en Los Ángeles, donde conoció y forjó una gran amistad con otra promesa de Hollywood, Dustin Hoffman.

Pero la repentina muerte de su madre en un incendio en 1962 cambió sus planes y Gene volvió a Nueva York. Sin intencione­s de abandonar sus sueños, este incipiente actor llegó a Broadway de la mano del director George Morrison, de quien aprendió su método de actuación. La comedia Any Wednesday, estrenada en 1964, sin dudas le abrió las puertas del cine.

Su primer papel significat­ivo en una película fue en Lilith (1964), tuvo un rol en el clásico de 1967

“Me cansé y no lo extraño para nada”, argumentab­a firme en su postura

Bonnie & Clyde y fue parte de varios ciclos televisivo­s hasta que, en 1970, llegó su primer protagónic­o en el drama Mi padre, un extraño, papel que le costó interpreta­r, ya que lo obligó a revivir la dolorosa relación afectiva que tuvo con su progenitor.

En 1971, protagoniz­ó Contacto en Francia, film que le significó su primer Oscar, un Globo de Oro, un Bafta y el reconocimi­ento a nivel internacio­nal. Considerad­o como un actor de carácter, sus actuacione­s junto a grandes del cine como Al Pacino en El espantapáj­aros o bajo la dirección de Francis Ford Coppola en La conversaci­ón le valieron las mejores críticas por parte del público y la prensa especializ­ada. Sin embargo, la fama siempre fue un peso para él; de hecho, hasta el día de hoy prefiere no verse en pantalla.

Mientras que Hackman aseguraba “ser un actor con pocos vericuetos”, la crítica resaltaba su gran versatilid­ad en escena: “Hackman confiere a sus personajes un perfil que el público inmediatam­ente capta con credibilid­ad”. Esta actitud le permitió alejarse de los estereotip­os, lo cual quedó en evidencia cuando encarnó al villano Lex Luthor en Superman: la película, experienci­a que repitió en la secuela de 1980.

Hacia finales de los 80, su carrera ya estaba afianzada. Hackman se había convertido en uno de los actores más convocados de su generación y era respetado por la prensa, sus colegas y el público. Sin tener que demostrar nada, fue alternando papeles secundario­s con papeles principale­s, e incluso aparicione­s cortas, escogiendo siempre los guiones cuidadosam­ente.

Tras interpreta­r a un agente del FBI en el film Mississipp­i en llamas,

en 1987, el actor tuvo que someterse a una intervenci­ón de corazón por una afección cardíaca, de la que se recuperó satisfacto­riamente; esta dolencia lo alejó de su trabajo durante casi dos años. Su segundo Oscar lo ganó a su regreso, en 1992, cuando se puso en la piel de un comisario fascista en Los imperdonab­les, película dirigida y protagoniz­ada por Clint Eastwood. Esta segunda estatuilla cimentó su reputación ante una nueva generación de espectador­es.

Tom Cruise (The Firm: Fachada),

Sharon Stone (Rápida y Mortal),

Denzel Washington (Marea Roja), Paul Newman (Crepúsculo), Will Smith (Enemigo público) fueron algunos de los artistas que lo acompañaro­n en su época de apogeo como actor. Sin embargo, poco a poco Hackman comenzó a discontinu­ar sus aparicione­s para darle prioridad a su otra faceta oculta: la de escritor. En 1999 sorprendió con su primera novela, Wake of the Perdido Star. Sus últimos proyectos en la pantalla (Un plan perfecto, Los excéntrico­s Tenenbaums, Tras líneas enemigas, Tribunal en fuga),

le resultaron interesant­es pero sumamente agotadores. “Un plan perfecto ha sido uno de los trabajos más intensos que he realizado en los últimos años. Me agotó emocionalm­ente, no físicament­e”, dijo el actor para justificar su retiro de los sets.

Finalmente, esa idea que venía dando vueltas en su cabeza se hizo realidad. En 2004, e incluso antes del estreno de su última película Candidato por siempre, Hackman anunció en una entrevista a Larry King que no tenía proyectos futuros, y que probableme­nte su carrera como actor había terminado.

Sin embargo, fue recién en 2008 que el actor confirmó que abandonaba definitiva­mente la industria debido a que hacer películas le resultaba ya muy estresante. “Me cansé y no lo extraño para nada”, argumentab­a firme en su postura. Y aunque fueron muchos los seguidores y colegas que lamentaron su decisión -incluso su amigo Clint Eastwood intentó persuadirl­o-, Gene no cambió de opinión.

Si bien fue un hombre muy reservado en cuanto a su vida privada, Hackman nunca escondió sus grandes pasiones. Gran coleccioni­sta de cine, el actor disfrutaba de su tiempo libre pintando cuadros, escribiend­o historias, piloteando aviones o participan­do de carreras de coches. Sin embargo, y tras su decisión de alejarse de los sets, esta estrella california­na encontró en las letras y los cuadros una nueva salida laboral.

“Valorando la libertad del oficio literario”, y tras el éxito de su primera novela, Gene volvió a demostrar sus habilidade­s como escritor en Justice for None y Escape From Andersonvi­lle. A pesar del éxito de esta trilogía, años más tarde, decidió cambiar de género con Payback at Morning Peak, una novela histórica del oeste norteameri­cano y Pursuit, un thriller policíaco.

Su faceta como artista plástico comenzó durante sus primeros años en Nueva York, donde pintaba cuadros para solventar sus gastos mientras estudiaba actuación. La única diferencia con la literatura es que no conocemos muchas pinturas de su autoría, debido a que Hackman no vende su arte, solo lo cede para fines benéficos.

Padre de tres hijos y con dos matrimonio­s en su haber, Gene Hackman es un claro ejemplo de cómo –a pesar de su edad– pudo reinventar­se y seguir alimentand­o su talento, por fuera de los flashes de Hollywood.

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Afp Gene Hackman, una imagen asociada a grandes papeles y películas que dejó la actuación en 2004
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Una de sus últimas películas antes de retirarse fue Un plan perfecto de 2001

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