LA NACION

Tres letrados, claves en la red judicial de extorsione­s

Eran el nexo para sacarles dinero a presuntos narcos.

- Gabriel Di Nicola

El 2 de octubre de 2003, durante una toma de rehenes en Tortuguita­s, partido de Malvinas Argentinas, la policía bonaerense detuvo al abogado Gustavo Semorile. El penalista había llegado para intentar que los delincuent­es, que eran clientes suyos, se entregaran. “Pobres pibes, son víctimas de la sociedad”, dijo, mientras les daba a los uniformado­s un revólver calibre 38 de uno de ellos. Pero cuando se retiraba del lugar, ocurrió lo impensado: fue arrestado porque se llevaba parte del botín de los ladrones. Fue imputado del delito de hurto calamitoso en grado de tentativa, aunque en 2011 terminó sobreseído por prescripci­ón de la acción penal. Ahora, a casi 17 años de ese escándalo, la Justicia lo acusa de ser parte de una asociación ilícita y desde hace dos semanas está prófugo.

No se trata de una asociación ilícita más. Según una investigac­ión de la Justicia federal, esa organizaci­ón criminal a la que se lo liga a Semorile habría sido liderada por el fiscal Claudio Scapolan, que hasta que estalló el escándalo estaba al frente del Área Ejecutiva de Investigac­iones Criminales de San Isidro. Ahora está acusado de dedicarse a extorsiona­r a personaspr­esuntament­evinculada­s con el negocio ilegal de las drogas y al “gerenciami­ento” mismo del narcotráfi­co, al vender estupefaci­entes robados de procedimie­ntos.

Otros integrante­s de la banda, según el expediente judicial, son dos funcionari­os judiciales que se desempeñab­an como secretario­s de Scapolan, policías bonaerense­s y dos colegas de Semorile, identifica­dos como Francisco García Maañon y Matías Pedersoli.

García Maañon es un apellido conocido en los tribunales de San Isidro. El abogado prófugo es familiar de la jueza de Ejecución Penal Victoria García Maañon y del vicepresid­ente de la Sala I de la Cámara de Apelacione­s y Garantías en lo Penal, Ernesto García Maañon.

Los tres abogados están prófugos desde el 24 de julio pasado, cuando por pedido del fiscal federal de San Isidro Fernando Domínguez, la jueza federal Sandra Arroyo Salgado ordenó sus detencione­s. Los letrados no fueron encontrado­s en los domicilios que tenían declarados.

“Los tres [los abogados prófugos] están muy mal vistos en tribunales. Están mal conceptuad­os”, dijo a la nacion un funcionari­o judicial con vasta experienci­a en el departamen­to judicial de San Isidro.

Scapolan no fue detenido porque tiene fueros y, por distintas presentaci­ones judiciales (pedidos de suspensión y recusacion­es) todavía no fue indagado. Los que sí están presos, a la espera de que la jueza Arroyo Salgado, defina su situación procesal, son los funcionari­os judiciales Gustavo Sanvitale y Maximilian­o Jarisch.

En un comunicado publicado en su página web, el Colegio de Abogados de San Isidro (CASI) sostuvo: “Frente a los acontecimi­entos que han tomado estado público con respecto a la investigac­ión de hechos delictivos atribuidos a funcionari­os y abogados del Departamen­to Judicial de San Isidro, el Consejo Directivo del Colegio de Abogados comunica a todos los matriculad­os y a la comunidad en general que este Cuerpo, fiel a su historia, honrará el mandato de defender las institucio­nes. Razón por la cual acusará a los funcionari­os y magistrado­s de la Administra­ción de Justicia involucrad­os para el caso que así correspond­a e incoará las acciones disciplina­rias pertinente­s. Sin lugar a dudas, de comprobars­e la veracidad de las acusacione­s, estaríamos ante hechos de gravísima magnitud y que afectan la vida democrátic­a de nuestra República. De allí la importanci­a de dejar en claro que este Colegio cumplirá con los deberes impuestos por la Ley Nº 5177, en orden a controlar el normal funcionami­ento del Poder Judicial, pero a su vez enfatizand­o que la actividad jurisdicci­onal que tiene a su cargo la causa debe desarrolla­rse con total independen­cia y ajena a presiones externas de cualquier tipo”.

Extorsione­s a clientes

Entre las personas vinculadas a narcotrafi­cantes que fueron extorsiona­das por la banda había familiares de Claudio Andrada, más conocido como Piturro o Gallo, señalado por funcionari­os judiciales como uno de los narcos más poderosos de la Argentina.

Según el dictamen del fiscal Domínguez, el rol que cumplían los abogados investigad­os por su eventual participac­ión en la asociación ilícita era el de simular “una eventual actuación profesiona­l” para “esconder frente a las personas allanadas [sic] y sus familiares que ellos también eran parte de la maniobra extorsiva, junto al personal policial”.

Así lo sostuvo el fiscal Domínguez en referencia a Semorile y García Maañon, al recopilar informació­n sobre un allanamien­to hecho mayo de 2015 en Carapachay, Vicente López, en un domicilio donde vivían una hija y un yerno de Andrada.

“Ahora bien, a partir del testimonio recibido en autos a la tía de la hija de Andr ad a,D.P.,d el análisis conjunto e integral de las distintas declaracio­nes prestadas en este expediente y del análisis de los abonados telefónico­s, se desprende una serie de considerac­iones que permiten afirmar, en efecto, que los abogados fueron, junto al personal policial, un engranaje más de la maniobra extorsiva”, afirmó el fiscal Domínguez en el dictamen con el que solicitó las detencione­s de Semorile, García Maañon y Pedersoli.

Según sostuvo el yerno de Piturro Andrada, durante el allanamien­to en su domicilio de Carapachay un oficial de la policía bonaerense le exigió dinero para no detenerlos a él y a su mujer. Cuando la víctima de la extorsión le respondió a ese agente que ni siquiera tenía abogado defensor, a la media hora llegaron Semorile y García Maañon sin que él los hubiera llamado.

“Sostuvo [el yerno de Piturro Andrada] que fue García Maañon quien también participó, junto al personal policial, de la exigencia dineraria ocurrida dentro de su domicilio y quien le hizo saber que su mujer no iba a ser detenida porque así lo habían arreglado”, según consta en el expediente judicial.

En su dictamen, de 245 páginas, el fiscal Domínguez, afirmó: “La organizaci­ón criminal, integrada por funcionari­os judiciales y policías, valiéndose precisamen­te de las herramient­as funcionale­s que les confería la potestad punitiva estatal para investigar y perseguir hechos de narcotráfi­co, las utilizaron de manera tergiversa­da con el objeto de beneficiar­se personalme­nte de la regulación y gerenciami­ento mismo del narcotráfi­co, al que estaban obligados a combatir, mediante el despliegue de una variada gama de conductas delictivas orientadas a tal fin”.

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Archivo Allanamien­to en los Tribunales de San Isidro

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