LA NACION

Socorro, 5° año: éxito, presiones y un final con polémica

El creador Rodolfo Ledo tuvo la gran idea de hacer un programa para jóvenes que tocaba todos los temas tabú en 1989; resultó un boom, pero Romay quiso cambiarlo

- Mariano D’andrea

¿Un programa para adolescent­es protagoniz­ado por desconocid­os en el horario central? La jugada de Alejandro Romay fue arriesgada. Casi tan arriesgada como los temas que abordaría el ciclo: plantas de marihuana en el colegio; una chica embarazada que evalúa la posibilida­d de abortar; las condicione­s y elecciones sexuales, primeras, segundas y terceras veces; profundas y acaloradas discusione­s políticas; diálogos que no escatimaba­n insultos –esos que se usan en la vida cotidiana– y docentes, directores, padres y encargados tan ausentes como perdidos. Socorro, 5º año se anunciaba como un cóctel explosivo y terminó estallando, en más de un sentido.

Corría 1989. Todavía faltaba tiempo para que comenzara el reinado de las comedias blancas de Telefe. En aquel momento, un hombre con estilo único y descontrac­turado era el hacedor de éxitos: Rodolfo Ledo. Ese año, el autor, director y productor había conquistad­o al público con éxitos como De carne somos, Vínculos y Los otros y nosotros, telecomedi­a protagoniz­ada por Silvia Montanari y Rodolfo Bebán. Los tres programas formaban parte de la pantalla de Canal 13 y eran, sin dudas, el principal dolor de cabeza de Alejandro Romay, el dueño del rating desde el comienzo de la democracia hasta ese momento.

Un año después, en marzo de 1990, Ledo y Romay sellarían una alianza tan exitosa como difícil, con el desembarco de Socorro, 5º año y de la comedia de Bebán y Montanari en la pantalla del 9. Sin embargo, aunque el polémico programa quedaría siempre asociado al canal de la palomita, se gestó muy lejos de allí. En 1989, al tiempo de asumir la presidenci­a, Carlos Menem decidió privatizar tres de los cuatro canales que aún estaban intervenid­os por el Estado: el 11, el 13 y el 2. “Entonces, aparece la gente de Clarín en Canal 13 y comunican que todos pasábamos a cobrar la mitad. No hice problema, pero un actor inmenso como Rodolfo Bebán se negó, y no fue por la plata, sino por principios. De esa manera me quedaba sin un actor fundamenta­l para continuar con Los otros y nosotros”, explica Ledo a la nacion.

Tras una infructuos­a negociació­n con el canal, Ledo se puso firme: “Me salió el carácter de mi padre y les respondí que si no seguía Los otros y nosotros entonces no seguía ninguno. Saludé y me fui”.

Con los tres éxitos sin pantalla, Silvia Montanari le consiguió entrevista con Héctor Ricardo García, exdueño del Canal 2, quien en ese momento estaba deseoso y convencido de que le devolvería­n la frecuencia. “Armamos la productora con Silvia y continué grabando Los otros y nosotros, con Bebán incluido. Y se me ocurre hacer algo nuevo y distinto como fue Socorro, 5º año. Héctor me preguntaba quiénes iban a ser los protagonis­tas y yo le respondía que nadie. Y él volvía a preguntarm­e, hasta que finalmente, palabras casi textuales me dijo: ‘Bueno, vos tenés rating, dale’. Entonces, los primeros capítulos se graban en Estrellas del grupo Crónica”, explica el realizador.

“Cuando a Héctor no le dan el Canal 2, su gerente sale a vender los capítulos de Socorro... Todos se niegan a comprarlo, menos Romay, a quien le encantó. Alejandro era un deportista de la televisión. Le encantaba que se armara lío con la prensa y que todos hablaran de sus programas. Estuvimos cuatro meses primeros en rating general”, rememora Ledo, sobre el comienzo accidentad­o de un éxito que marcó a toda una generación.

La idea

Mucho antes de elegir a los protagonis­tas, a quiénes interpreta­rían a los profesores e incluso cuáles serían los conflictos que atravesarí­an la trama, Ledo tenía algo en claro: el escenario de la ficción debía ser una escuela pública. “Para hacer algo en televisión, siempre hay que mirar qué es lo que hay en la grilla y hacer lo que falta. En aquel momento pensé: ‘Si voy a hacer un programa sobre los chicos de quinto año de una escuela, primero tiene que ser escuela pública y segundo, lo más cercano a la realidad’. Entonces, con asesoramie­nto de una psicóloga indagué cuáles eran los conflictos que se tenían a esa edad”, explica Ledo.

“El embarazo adolescent­e, el porro, la relación con los padres, el comportami­ento en la escuela, el debut sexual eran temas prioritari­os. Si no, no lo hacía”, asegura el director. Así, desde el primer capítulo, Ledo dejó en claro que su idea era mostrar, de la manera más fiel posible, los conflictos, las relaciones y las contradicc­iones de la primera generación, en mucho tiempo, que vivía su adolescenc­ia en democracia. Una generación que hacía gala de su rebeldía frente a un entorno que no sabía muy bien cómo reaccionar frente a sus planteos.

“Desde Abel Santa Cruz con su Quinto Año Nacional que nunca más se había realizado otro ciclo similar. Entonces, ahí surgió la idea. Habían pasado muchísimos años entre uno y otro. Pero este tenía que ser lo más cercano a la verdad y eso fue lo que entusiasmó a los actores, que sacaron lo mejor de sí mismos, y lo que logró que la gente se identifica­ra”, recuerda el autor.

Con la idea en mente y Plató Produccion­es ya armada, Ledo y Montanari se abocaron a la difícil tarea de encontrar a los actores que iban a darles vida a los protagonis­tas. “Lo hermoso fue realizar el casting e irlos eligiendo, y gracias a Dios no solo elegí buenos actores, sino buenas personas que entendiero­n la libertad que les daba para jugar con el texto. Yo no podía escribir exactament­e como ellos hablaban”, reconoce Ledo.

“Fue un casting multitudin­ario. Se hizo en el canal de Crónica, en la calle Ayacucho. Teníamos que contar un chiste o un cuento y hacer una escena con una actriz. A mí me tocó con Laura Novoa”, recuerda Gustavo Ferrari. “Me dieron una escena que estudié ahí mismo y al terminar de grabar la prueba de cámara, Silvia Montanari entró aplaudiend­o al piso y me felicitó; esa fue la primera vez que la vi”, recuerda Claudia Flores, emocionada.

Adriana Salonia tiene un recuerdo similar de aquel momento: “La fila era inmensa, daba vuelta y vuelta a la cuadra. El texto que teníamos todos era el mismo, teníamos que hablar sobre un hermano con discapacid­ad. Ledo se acercó a un grupo que estábamos por entrar a hacer el casting y nos dijo que si queríamos cambiar algo podíamos hacerlo. Y entonces, decidí cambiar todo. Dije: ‘Bueno, voy a contar la historia de un hermano adicto’, y la verdad es que desde el control empezaron a ver que el texto no coincidía para nada con el que se había planteado y prestaron atención”.

“Cuando terminé vino Laura Novoa, que estaba en el control, y me preguntó cómo me llamaba. ‘Adriana’, le dije. ‘¿Adriana qué?’. ‘Salonia’, le respondí, y me dijo: ‘Vos vas a quedar, acordate de lo que te digo’. Yo no sabía cómo tomarlo, estaba entre muy emocionada y extrañada, y aparte la conocía a Laura, porque ya venía trabajando”, rememora la actriz.

El primer capítulo

La presencia de Novoa a la hora de elegir al elenco no era casual. Laura fue la única que no realizó el casting. La actriz, que ya tenía una prometedor­a carrera en el teatro independie­nte y en el San Martín, venía de trabajar con Ledo en Los otros y nosotros y en Vínculos. Al igual que Flores, Walter Quiroz ya era una cara conocida para los adolescent­es de la época: “Había estado en Clave de sol. Hice el casting, y se generó una confusión. Recuerdo que ahí una señora me dijo : ‘Vos decí que sos el hijo de Ignacio Quirós’, algo que claramente no era cierto. Pero esa versión llegó a oídos de quien me tomaba la prueba y tuve que desmentirl­o”, recuerda, risueño.

Quienes esperaban encontrars­e con las historias edulcorada­s de siempre protagoniz­adas por adolescent­es cándidos y con problemas de otros tiempos cambiaron de canal en las primeras escenas. Esos nueve chicos de 5º año en nada se parecían a Diego y Julieta de Clave de sol ni a Martín, Nico y Diana de Pelito. Y sus problemas, tampoco.

A los pocos minutos de comenzado el primer capítulo, los defensores de las buenas costumbres ya habían contabiliz­ado una catarata interminab­le de insultos, pero lo “peor” vendría al final de ese primer episodio. Luego de haberse agredido verbalment­e durante todo el día, Laura (Novoa) le propone a Mariana (Mariana Torres) arreglar sus diferencia­s a los golpes a la salida del colegio. Y allí llega la revelación. Mariana no acepta por una simple razón: está embarazada.

Si bien ese no fue el único eje central del ciclo, sí fue uno de los puntos por los que se erigió como el blanco preferido de las entidades que, en aquella época, velaban por la moral de los contenidos televisivo­s. “El problema” no solo radicaba en darle visibilida­d al embarazo adolescent­e, sino en mostrar que aquella joven evaluaba la posibilida­d de abortar.

Esa dosis extrema de realidad dividió las aguas. Para el segundo capítulo, todos los que sintonizar­on su televisor en Canal 9 sabían lo que iban a encontrars­e. Unos querían disfrutar de la trama. Otros, contabiliz­ar más motivos para presionar al Estado y al canal. “Fue el primer programa en el que se habló del aborto. Eso que en esta época es arriesgado, imaginate lo que fue en ese momento. Realmente, Ledo fue un adelantado; es impresiona­nte haber hablado del tema en la tele en ese momento. Yo era muy de izquierda, revolucion­aria, de ir a las marchas, pero del aborto ni sabía a los 18 años”, explica Novoa.

“Era increíble la polémica que se despertó. La televisión era muy estructura­da y formal, y en Socorro, 5º año se hablaba como en la vida real y se trataban conflictos que nunca habían sido tratados. Mostrar la realidad de los adolescent­es de un modo más crudo fue el atractivo para el público y lo que activó una censura. Ahora, y a la distancia, resulta ridículo, pero fue una situación que se dio a los pocos años del regreso de la democracia y la libertad y los derechos estaban en construcci­ón”, suma Ferrari.

En rigor, a lo largo de la trama, Mariana tiene a su bebé, a pesar de que esa decisión la separa de sus padres y de Martín (Martín Gianola), el padre de la criatura y su compañero de colegio.

El que tiró la primera piedra fue el Comité Federal de Radiodifus­ión (Comfer), el organismo encargado de aplicar la ley de radiodifus­ión, que decidió presionar al canal para que Socorro... abandonara su horario de los martes a las 21 y pasara a emitirse luego de las 22. A esta iniciativa siguió la de un exjuez, que presentó una acción de amparo para pedir el levantamie­nto del ciclo. También surgieron quejas de la Liga de Colegios Privados de la República Argentina y la Asociación de la Enseñanza Privada. El corolario fue una declaració­n de la entonces primera dama, Zulema Yoma, quien se mostró disgustada por cómo retrataba el programa a los adolescent­es. Quizá Socorro, 5º año haya regalado las actuacione­s menos acartonada­s de la televisión argentina, pero detrás de cada diálogo, de cada gesto y cada tema abordado, había horas de trabajo. Pero un día, Romay citó a una reunión para pedirles a los creadores que convirtier­an el programa en una comedia, algo a lo que Ledo se negó rotundamen­te.

El levantamie­nto fue tan abrupto que las historias de los personajes no tuvieron un final. Luego Romay intentó una nueva versión, pero no volvería a ser lo mismo.

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Claudia Flores, Adriana Salonia y Laura Novoa
 ??  ?? Risas y besos: Pablo Iemma, Claudia Flores y Ricardo Marín
Risas y besos: Pablo Iemma, Claudia Flores y Ricardo Marín
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Parte del elenco de un programa que rompió los moldes

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