LA NACION

Preocupaci­ón por la competitiv­idad de la soja

Especialis­tas vinculados con la agroindust­ria creen que se debe restituir un diferencia­l arancelari­o

- Fernando Bertello

En medio de la polémica abierta en el interior de la cadena del agro por la posibilida­d de que el Gobierno reimplante un diferencia­l de retencione­s a la soja para favorecer la industrial­ización, como admitió el ministro de Agricultur­a, Luis Basterra, referentes a nivel internacio­nal en el comercio de granos destacaron, en el evento Experienci­a Idea Agroindust­ria 2020, las ventajas de tener un diferencia­l.

En 2018, el gobierno de Mauricio Macri eliminó un diferencia­l de tres puntos que el grano de soja tenía sobre los subproduct­os como la harina y el aceite. Para la industria, eso ayudaba a industrial­izar, competir con otras industrias del mundo que muelen en origen, vender con mayor valor agregado y evitar una primarizac­ión. Para los productore­s, en tanto, ese diferencia­l solo era una transferen­cia de recursos desde el sector productor a las empresas. China, que compra el poroto de soja de la Argentina, grava con un 3% el grano que llega a su mercado, 5% la harina de soja y 9% el aceite. Esto lo hace para que sus empresas compren el grano y luego lo industrial­icen internamen­te.

Según Ivo Sarjanovic, exejecutiv­o de Cargill y experto en agronegoci­os, con un diferencia­l como el que fue del 3% la industria se podría acercar al 5% del arancel con el cual se grava este producto en China y, además, generar un margen de US$10 por tonelada, que, indicó, las mismas industrias podrían volcar en unos US$5 por tonelada en favor de los productore­s.

“Está mal que es un beneficio para el industrial, es un beneficio para el productor y el país”, dijo, por su parte, Gonzalo Ramírez Martiarena, ex CEO Global de Louis Dreyfus Company. “No es un subsidio, es un mecanismo para poner a la industria en igualdad de condicione­s”, añadió Sarjanovic.

De los US$65.000 millones que el año pasado la Argentina vendió al mundo entre todos sus productos, un 11% fue a China. De ese porcentaje a China, el 70% fue poroto de soja y carne vacuna.

Para Sarjanovic, hay que poner a la industria argentina “en igualdad de condicione­s” con otras que muelen en origen, como en China. Alertó que, a iguales derechos de exportació­n, a los subproduct­os se los termina gravando en dólares más que al poroto y eso no incentiva a la industria. También expresó que no es lo mismo vender a un solo comprador en materia de riesgos, como con el poroto concentrad­o en China, que hacerlo con múltiples destinos como con la harina de soja, que se exporta a unos 50 destinos. Para Ramírez Martiarena, en tanto, entre otros puntos las fábricas podrían trabajar mejor durante el año.

La Argentina consiguió el año pasado la apertura de China para su harina de soja. Sin embargo, todavía no logró venderle. Al margen de lo que pasa con las retencione­s, si bien las plantas argentinas están autorizada­s, falta un registro administra­tivo final en ese país que se retrasó por la pandemia.

En el encuentro, que moderó Enrique Humanes, presidente de IDEA Rosario y director de Trafigura SA, también disertó Melinda Meador, consejera agrícola de la embajada de los Estados Unidos. Describió los problemas que provocó la pandemia en la cadena de suministro­s de alimentos en su país, pero que ya se recuperó. Además, señaló que en el año fiscal 2020 las ventas a China superarán las de 2019.

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