LA NACION

Joya encerrada Facundo Díaz Acosta, una de las mayores promesas del tenis nacional, reclama que lo dejen entrenarse

Díaz Acosta buscó las maneras legales de irse a Uruguay o a Europa, pero no lo consiguió; rentabiliz­ó el tiempo libre para aprobar cinco materias y completó el colegio secundario

- Sebastián Torok

Facundo Díaz Acosta encandiló al gran público del tenis argentino hace aproximada­mente dos años. A mediados de octubre de 2018, el zurdo se lució durante los Juegos Olímpicos de la Juventud, en Buenos Aires, obteniendo la medalla plateada en singles y la dorada en dobles (junto con Sebastián Báez). “Hace, básicament­e, todo. Hace tiempo que no veo jugadores completos tan jóvenes y con esa ductilidad”, subrayó, por entonces, alguien que no suele regalar elogios con facilidad como Tito Vázquez, ex capitán nacional de copa Davis, bajando los escalones de un poblado court central del Buenos Aires Lawn Tennis club que acababa de disfrutar del juego del tenista nacido en diciembre de 2000. Desde entonces, Díaz Acosta siguió dando pasos, evoluciona­ndo en el exigente mundo del profesiona­lismo. El 8 de marzo pasado cerró una semana muy productiva en Hurlingham, ganando un M25 del calendario ITF World Tennis Tour (ex Futures) y ascendiend­o a su mejor ranking histórico (402º de la ATP), pero la pandemia hizo que todo se cortara abruptamen­te.

“Me fui remotivado de Hurlingham, venía bien, estaba contento. Pero llegó el parate por el coronaviru­s. El primer mes en casa lo disfruté, porque había arrancado muy movido el año, con viajes y pocas vacaciones, entonces dije: ‘Bueno, me lo tomo tranquilo’. Además, pensábamos que al mes volvíamos a jugar. Pero pasó el tiempo y nunca más pude volver a jugar, ni siquiera volví a entrenar tenis porque no me dieron la autorizaci­ón”, narra Díaz Acosta ante la nacion, apesadumbr­ado. con 19 años, es uno de los proyectos más valiosos del tenis nacional, pero sin embargo quedó indefenso en una estructura, que incluyó al Ministerio de Turismo y Deporte y a la Asociación Argentina de Tenis (AAT), que no lo protegió. Viviendo en la provincia de Buenos Aires (en La Lucila, partido de Vicente López), se transformó en uno de los jugadores que no logró el permiso para practicar. Sin pasaporte europeo, no pudo viajar al Viejo continente. Tampoco consiguió emigrar al interior del país ni quiso jugar en forma “clandestin­a”. Y fue uno de los jugadores que la AAT no pudo incluir en la lista de “elegibles olímpicos” que obtuvieron la autorizaci­ón para entrenarse en CABA, luego de que el gobierno nacional aprobara los protocolos sanitarios y emitiera un permiso especial para atletas.

“Es muy duro lo que me pasa. Hay días en que me levanto bien, pero otros sin ganas, sin querer hacer nada. No sé qué va a pasar cuando vuelva a jugar, si podré ser el de antes. No lo sé. Además, estoy en total desventaja con respecto a jugadores de otros países o de otros argentinos que pudieron entrenarse”, se entristece Díaz Acosta. Mariano Monachesi, su coach, aporta: “Hablé en la AAT, pero me explicaron que habían hecho lo posible, que se trataba de una decisión de Nación. Intentamos por todos los medios legales ir a Uruguay, a Europa, pero nada. Salió la chance de ir a San Luis, que nos recibía tras un acuerdo con la AAT, pero no iban otros jugadores, entonces Facundo no se iba a poder entrenar con nadie”. Desde la cancelació­n del circuito, el único vínculo de Díaz Acosta con la raqueta fue para pegarle a la pelotita contra un colchón que coloca en un espacio reducido de la entrada de su casa, una situación tragicómic­a para un deportista de su proyección. “Lo hago, más que nada, para mantener el callo de la mano, para seguir sintiendo la raqueta, pero a la media hora me aburro; ni se compara. Hace unos días corté el encordado y empecé a festejar, imaginate la emoción que tenía…”, añade el tenista, que no sabe si reír o llorar.

Formado en el club Comercio de Núñez con el profesor Cristian Ayán, y entrenado desde 2013 por Monachesi y Mariano Hood en la academia que funciona en Liceo Naval, a poca distancia del estadio de River Plate, Díaz Acosta se mantuvo estos meses haciendo videollama­das con el preparador físico Jorge Rodríguez. “En un día mío en tiempos normales entrenaba dos horas de físico y una hora y media de tenis a la mañana, más dos horas a la tarde. En estos meses hice una hora y media o dos de físico, más tenis contra el colchón, que amortigua la pelotita y te sirve, de cierta manera, de frontón. Hay días en que no completo el doble turno porque estoy quemado de la cabeza y no tengo ganas. Es frustrante”, reconoce el admirador de Rafael Nadal. Y prosigue, quien en febrero debutó en el cuadro principal del ATP de Buenos Aires, al recibir un wild card [NDR: perdió en tres sets con el portugués Pedro Sousa, luego finalista]: “Hay que ver cómo estoy físicament­e cuando vuelva a jugar, porque por más que haga doble turno en casa tengo un espacio de dos por dos. Quizás me lleva 4-5 semanas volver a mi normalidad. Tengo que tener cuidado con las lesiones. Encima, ver que en Europa están todos entrenando hace meses te baja más la motivación. Además, no tengo muchas cosas en casa para entrenar: algunas mancuernas, bandas elásticas, un step, una soga. No mucho más”.

Educado y sin levantar la voz, Díaz Acosta opta por no responsabi­lizar a nadie por lo que está padeciendo, pero no puede ocultar su desilusión. Se siente inmoviliza­do. “Sin permitirno­s entrenar nos están cortando la posibilida­d de mejorar, de estar arriba. No entrenar durante cinco meses hará que muchos dejen. Quedará mucha gente en el camino”, reflexiona Facundo, hijo de Pedro Díaz (contador) y María Cecilia Acosta (licenciada en marketing en una distribuid­ora de chocolates). Y tiene razón: para los jugadores con más limitacion­es económicas para desarrolla­rse en el profesiona­lismo (para los sudamerica­nos, sobre todo), el nuevo escenario será aún más espinoso. “Dicen que podría haber algunos Futures en lo que resta del año, pero se van cancelando semana tras semana. Si el US Open sigue en duda, imaginate un Future o un Challenger, con una estructura muy inferior. Además, no sé si iría a un Future en una ciudad lejana en medio de una pandemia; no es momento de arriesgars­e. Pero sí, al menos, quiero poder entrenar acá, buscar una manera. Así no da para más. No podemos quedarnos parados”, agrega Díaz Acosta.

“Vivo en Olivos, a 15 cuadras de Facu y en estos meses mantuvimos el vínculo por videollama­da, o a veces yo en la vereda y él en la puerta de la casa, a varios metros, charlando de encordados, de la ropa, de la nueva disposició­n del ranking, tratando de darle un poco de tranquilid­ad –apunta Monachesi–. Lo incentivé a que participar­a de los Zoom de la ATP y de la AAT, cuando hubo invitados como Ferrero, Corretja. Intercambi­amos opiniones, le pedí que practicara la tirada de la bola para el saque. Pero esta situación no es fácil para nadie, sobre todo en lo mental”. Díaz Acosta cuenta: “En estos tiempos me puse a ver partidos, sobre todo de Nadal. No lo conozco personalme­nte, lo pude ver en vivo contra [Diego] Schwartzma­n en Roland Garros 2018 y lo vi entrenar en Wimbledon, ese mismo año. Me asombra su intensidad. Trato de estudiarlo”.

Claro que si hubo un hecho productivo para Díaz Acosta durante estos meses de inacción tenística fue terminar el secundario. Rindió las cinco materias que le quedaban. Cursó en forma presencial hasta el tercer año y el colegio San Lucas de Olivos, en una decisión inédita de ese establecim­iento, le permitió rendir libre. “Estuve en ese colegio desde salita de 2; es parte de mi vida –explica Díaz Acosta–. Pero a los 14 o 15 años, cuando empecé a entrenar tenis con más seriedad, evalué la posibilida­d de irme y de cursar en el SEADEA (Sistema de Educación a Distancia del Ejército Argentino), porque en el San Lucas entraba a las 7.45 y salía a las 16.15, me iba cambiando la ropa en el auto de mis viejos, iba a tenis a las 17 y volvía a casa a las 20. Llegó un punto que eso era insostenib­le; entrenaba cansado. Mis padres hablaron en el colegio, yo siempre había tenido buen comportami­ento, y me autorizaro­n a rendir libre. Debería haber terminado a fines de 2018, pero en mi último año de junior viajé mucho, la temporada pasada también. Me quedaban Matemática, Química, Historia de quinto y sexto año, y Proyecto e Investigac­ión. A principios de la cuarentena me mentalicé y en tres meses aprobé las cinco. Es un alivio, una alegría; me siento distinto. Me pasaba, quizás, de estar en cualquier lugar del mundo y hablar con mi entrenador que tenía que volver y terminar el colegio, y era como un peso. Ahora ya está. Además, el día de mañana me puede pasar cualquier cosa en mi carrera y es bueno haber terminado el estudio”. Y se divierte: “Mis viejos se pusieron muy contentos. Cuando terminé todo hicimos unos gorritos de egresados, hicimos fiesta entre nosotros. Una depresión total...”.

Ante la interrupci­ón del circuito, Monachesi y Hood lograron que los jugadores de la academia que son del interior del país regresaran a sus casas. Hicieron charlas y entrenamie­ntos por Zoom. “La mayoría del interior ya está jugando. El problema es de los que no pudieron, que se mueven en el estacionam­iento o en el patio de sus casas –comenta Monachesi–. A esos les pedimos que hicieran sombra, mímicas de golpes y demás, pero a esta altura no saben si son tenistas o qué. Son meses difíciles. Les aconsejamo­s que estudiaran inglés, por ejemplo. Pero llega un momento en el que no sabés qué decirles. Por eso, lo de Facundo fue muy valioso. Se preparó para terminar el colegio, lo hizo y ahora le empezó a sobrar tiempo. Es un tipo lógico, inteligent­e y tranquilo. Como entrenador me gustó que lo hiciera. Habla bien de él. Fue como cerrar una etapa”.

Díaz Acosta cerró un asunto valioso que tenía pendiente en su vida. Ya está dispuesto a enfocarse, únicamente, en su carrera tenística. Ahora, sólo espera obtener la libertad para ponerlo en marcha.

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Santiago filipuzzi En la puerta de su casa, en La Lucila, Facundo Díaz Acosta improvisa un entrenamie­nto: “Hay días en que estoy quemado de la cabeza”, cuenta sobre el encierro
 ?? S. filipuzzi ?? “es muy duro lo que me pasa. Hay días en que me levanto sin ganas, sin querer hacer nada”, cuenta Facundo ante su improvisad­o frontón
S. filipuzzi “es muy duro lo que me pasa. Hay días en que me levanto sin ganas, sin querer hacer nada”, cuenta Facundo ante su improvisad­o frontón
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Prensa aat Facundo en una cancha..., un escenario que extraña

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