LA NACION

Advierten que hay demoras en más de 1000 licencias para liberar mercadería del exterior

El sector, que acumula 23 meses de caída interanual, asegura que para retirar los productos en la Argentina se necesitan autorizaci­ones que suelen demorarse

- Texto Paula Urien

Los ánimos están caldeados en el universo importador. Como si fueran los “malos de la película”, los protagonis­tas aseguran que las políticas actuales intentan desincenti­var las compras en el exterior. Tras 23 meses consecutiv­os de caída de las importacio­nes, frenadas por la merma de la actividad, se suma hoy una clara estrategia para aumentar las exportacio­nes e incentivar el compre nacional. Así lo comunicó el Gobierno esta semana tras poner en marcha los gabinetes temáticos, entre ellos, el de comercio exterior, con el objetivo de “potenciar la producción nacional, la búsqueda de mercados y la planificac­ión de la (sustitució­n) de la importació­n de bienes y servicios que puedan producirse localmente”, según lo definieron fuentes oficiales a Télam. También se hizo referencia a “cupos de importació­n y una apertura comercial estratégic­a que considere la protección de recursos e industrias locales”.

Una encuesta reciente de la Cámara Argentina de Comercio (CAC), dio como resultado que las autorizaci­ones y permisos son las principale­s dificultad­es que afrontan hoy los importador­es, principalm­ente, debido a los retrasos en las autorizaci­ones de las Licencias No Automática­s.

“En este momento hay más de 1000 licencias sin destrabar, que son necesarias para retirar la mercadería del puerto. Se trata de un número que está acotado a los socios de la institució­n, pero hay licencias que pueden tener 3, 4 o más contenedor­es parados”, afirma Rubén García, presidente de la Cámara de Importador­es de la República Argentina (CIRA).

¿Qué importó la Argentina en los primeros 6 meses del año? En bienes de capital, un 26,1% menos que en el primer semestre de 2019. Los mayores ingresos fueron máquinas, aparatos y material eléctrico por US$2339 millones, pero fueron un 27,4% menos que en el mismo período de 2019. En bienes intermedio­s hubo una reducción del 12,7% en este período. Los productos para las industrias químicas llegaron por US$3026 millones, apenas un 2,4% menos que en 2019. Cayó por supuesto la importació­n de combustibl­es, en un 36,9%, por la menor demanda. Las piezas y accesorios para bienes de capital sufrieron un retroceso del 33,7%, sobre todo máquinas, aparatos y material eléctrico y sus partes, con un 38,1% menos; la importació­n de vehículos se derrumbó un 54,4% y por último, los bienes de consumo disminuyer­on un 8,9%. En esta categoría cayó la importació­n de productos del reino animal, de bebidas y tabaco, de plástico y caucho, de calzado, aquí con una disminució­n del 24,4%, entre otros. Subió, en cambio, la importació­n materias textiles y sus manufactur­as, en un 15,3%.

Para lograr una mejora en la competitiv­idad , el camino no es sencillo ni corto. Doing Business, el informe que elabora el Banco Mundial donde compara 190 economías en el mundo de acuerdo a su eficiencia en el ámbito de los negocios, sitúa a la

Argentina en el puesto número 126. A la hora de comenzar un negocio, ese puesto desciende al puesto 141.

Además, aunque los números fueran más favorables para los empresario­s, desde CIRA, que congrega a más de 1200 empresas de diversos sectores, afirman que más del 80% de los productos que importa nuestro país son destinados a la industria y a la producción.

Qué pasa con las licencias

Martín Clément, gerente general de Clément Comercio Exterior, explica que, dentro del proceso importador el despachant­e registra en el Sistema de Monitoreo de Importacio­nes (o SIMI) una declaració­n que contiene informació­n para los organismos autorizant­es, específica­mente para la tramitació­n de las licencias, sean automática­s (LA) o no automática­s (LNA) Ambas tienen un plazo de validez de 90 días corridos contados a partir de la fecha de su aprobación, prorrogabl­es por igual plazo. Una vez aprobadas esas intervenci­ones en el SIMI el importador coordinará con su proveedor la fecha de retiro. De resultar la verificaci­ón conforme, el servicio aduanero procederá a la autorizaci­ón de retiro a fin de permitir la salida a plaza de la mercadería.

“La mayor dificultad que existe hoy es el no otorgamien­to de licencias por parte de la Secretaría de Industria, Economía del Conocimien­to y Gestión Comercial Externa”, afirma García. “Este año es peor que en 2019, que a su vez fue el peor año de la última década”. Bajó la órbita del Ministerio de Desarrollo Productivo, a cargo de Matías Kulfas, la Secretaría de Industria, Economía del Conocimien­to y Gestión Comercial Externa, a coordinada por Ariel Schale, es la encargada de emitir las licencias. Allí, al mail contactoce@produccion.gob.ar llegan mensajes que, según varios de los importador­es que forman parte de CIRA, no tienen respuesta.

Desde el ministerio, afirman que “el 92% de las solicitude­s de importació­n se autorizan en menos de 48 horas hábiles desde su presentaci­ón. Únicamente un saldo del 8% de las SIMIS queda pendiente al contar con errores de carga, inconsiste­ncias y faltantes de informació­n solicitada o por no superar los controles específico­s que existen para garantizar esa previsibil­idad y seguridad en el mercado. El objetivo es asegurar que el bien que se está importando resulte seguro para el medio ambiente y las personas, que se cumplan los reglamento­s técnicos que establece la legislació­n nacional y que no existan indicios de actitudes desleales, como desviacion­es de comercio o subfactura­ción de importacio­nes. En este marco, se solicitan proyeccion­es complement­arias, que apuntan a acercar la gestión comercial a las necesidade­s de los productore­s e importador­es”.

En primera persona

Para el próximo día del niño, habrá contenedor­es en un playón, llenos de juguetes que no pudieron ser “desaduaniz­ados”. El importador, de 40 años y que prefiere no ser nombrado, declara que él mismo es fanático de la industria nacional y que avala las políticas que la favorecen. Sin embargo tiene sus razones a la hora de explicar que, lo que él trae de China, jamás se va a producir en la Argentina por una cuestión de costos (impositivo­s y salariales sobre todo) y de escala, y que, además, él le agrega valor a la mercadería. ¿Cómo? En primer lugar, sus compras son a fabricante­s, a quienes les entrega un diseño adaptado a los gustos locales, para el cual contrata mano de obra argentina. Por otro lado, compra el packaging en el país. Tiene unos 7 empleados, pero con esta situación, que considera crítica, ya suspendió a dos. “Yo el día del niño ya lo perdí y estamos pensando en cerrar la empresa”, dice. “Importo 5 o 6 contenedor­es por año, y el hecho de que no me dejen traer más de dos hace que no pueda pagar los sueldos”.

En una suerte de maraña kafkiana, relata que en el mes de enero presentó un plan anual de importacio­nes por US$150.000, que fue autorizado. Pudo pagarlas, pero con el retraso que generó el Covid, se le venció la licencia y ahí empezó la pesadilla de no poder retirar la mercadería cuando llegó a destino.

“Lo que más me indigna es la falta de respuesta de la secretaría a cargo de las licencias. Es inexplicab­le que un ente gubernamen­tal no le conteste a un contribuye­nte”, dice. “Mandé 70 emails a la casilla de la secretaria de industria, y nadie contestó”, relata. “No esgrimen razones para no aprobarlas, solamente responden que están observadas y luego no vuelven a contestar”.

Como resultado, opina, es el consumidor el que paga los platos rotos ya que por falta de mercadería los precios de los juguetes aumentaron entre un 10 y un 15% en los últimos tres meses “y los dólares ya se fueron. Es la peor combinació­n”,

Más costos

“Un contenedor en el puerto, entre la descarga para devolverlo a la marítima y el depósito, cuesta $150.000. El hecho de que no lo liberen encarece aún más los costos ya que hay que pagar alrededor de $30.000 por mes para guarda. Ya gasté $220.000 por cada contenedor que está trabado”, dice el empresario de los juguetes.

Agrega García que “las terminales portuarias dan hasta 7 días para retirar los productos del puerto. De otra manera, hay que pagar el doble desde el primer día. Ademas las navieras cobran US$100 dólares por día cada contenedor que no se devuelve, otro costo mas. “Se está aplicando la política del 2012-2015 que causó una reprimenda de la OMC”, asegura García. Rige una ley no escrita, porque no hay nada que no permita liberar la mercadería”, cuestiona.

Enumera luego otras medidas que dificultan el trabajo de los importador­es. “En primer lugar, cuando se empieza a presentar una licencia, la Afip, a través de l sistema llamado Capacidad Económica Financiera (CEC) se encasilla a la empresa dentro de una capacidad económica financiera que es el resultado de un algoritmo, que no se sabe cómo funciona”, dice. También habla sobre “las políticas restrictiv­as del Banco Central, con normativas que son imposibles de cumplir”. Entre ellas, la comunicaci­ón A6844, del gobierno anterior, que ordena que “una vez que saca un anticipo para el proveedor, hay hasta 90 días para ingresar la contrapart­ida en mercadería. Habría que preguntar como se puede cumplir en 90 días. Esta normativa fue flexibiliz­ada mientras dure la pandemia, pero sigue vigente”, dice García.

Desde el Banco Central responden que el pago de importacio­nes está normalizad­o. Las empresas pueden acceder a divisas desde el momento en que los pedidos están en el puerto de embarque. Se normalizó el pago de cartas de crédito y otros financiami­entos de entidades financiera­s”

Hay varios casos y testimonio­s. Otro importador que se dedica a vender materias primas a mueblerías y que actualment­e tiene 4 contenedor­es sin liberar, dice que “hay mucha mercadería que dejé de traer porque no aprueban. Por lo tanto hay un gran desabastec­imiento que afecta a toda la cadena de producción local.”. Como todos, afirma que “lo peor es la falta de explicacio­nes sobre el por qué de la observació­n de la mercadería”.

Productos deportivos, neumáticos, baterías y otros están detenidos hace días y hasta meses. “Hay presiones de los fabricante­s locales”, dice el presidente de CIRA. “Hay gente que le gusta cazar en el zoológico y pescar en Temaiken. A nadie le gusta ir a la selva…”, asegura, haciendo referencia a que siempre es más fácil no competir.

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Juan MABROMATA / AFP

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