LA NACION

Ejemplo de gestión contra el virus en el inicio de la pandemia, Israel sufre un rebrote y vuelve a cerrarse

El gobierno de Netanyahu aprobó la prohibició­n de actividade­s nocturnas en 40 ciudades y la suspensión de las clases; negociació­n con los ultraortod­oxos

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TEL AVIV.– Israel, considerad­o un ejemplo en la lucha contra el nuevo coronaviru­s al comienzo de la pandemia, enfrenta ahora un agudo repunte de casos que conlleva un reconfinam­iento parcial y fuertes críticas al gobierno.

El comité ministeria­l encargado del nuevo coronaviru­s aprobó anteayer “un cierre nocturno” para unas 40 ciudades con los niveles de contagio más elevados, así como el cierre de la mayoría de sus escuelas y una limitación a las concentrac­iones a partir de hoy, indicó el primer ministro, Benjamin Netanyahu.

“Sé que estas restriccio­nes no son fáciles, pero en la situación actual no hay ninguna manera de evitar esto”, añadió en un comunicado, sin precisar la duración de estas medidas.

El país rebasó este fin de semana la barrera de los 1000 muertos, triplicand­o así el número de fallecidos durante los meses de verano, que, además, se vieron salpicados de manifestac­iones contra la gestión de la crisis sanitaria y económica de Netanyahu.

Esta cifra no pasó inadvertid­a ayer. El diario Yediot Aharonot, el más vendido del país, inundó su portada con los nombres de las víctimas del Covid-19, a la vez que mencionó en sus páginas “un fracaso vergonzoso de la gestión de la crisis desde mayo”.

Por otra parte, la icónica Plaza Rabin, de Tel Aviv, amaneció ayer con más de mil sillas vacías para recordar los muertos por Covid-19, pedir rendición de cuentas al gobierno y exigir una comisión de investigac­ión sobre “su mala gestión” de la pandemia. El movimiento político Todos Juntos (Standing Together) repartió 1119 sillas –el total de muertos por el virus– entre la extensa superficie de la plaza: en cada una de ellas había un número, el nombre de la localidad del fallecido y una rosa.

La acción fue el inicio de una campaña para solicitar un comité que examine “el manejo gubernamen­tal inadecuado” de la crisis del coronaviru­s. Israel es desde hace dos semanas el quinto país en el mundo en términos de contagios por habitante, por delante de Brasil y Estados Unidos.

La semana pasada se documentar­on más de 3000 nuevos casos diarios, un récord para este país de nueve millones de habitantes y un marcado contraste con los primeros meses de la pandemia.

Mientras tanto, el Ministerio de Salud informó ayer que en las últimas 24 horas se contabiliz­aron 2257 nuevos pacientes. De las 19.353 pruebas realizadas, los resultados del 12,2% fueron positivos, el porcentaje más alto desde el inicio de la pandemia.

En “rojo”

A principios de marzo, Israel tomó medidas serias. Los vuelos hacia el extranjero fueron cancelados casi en su totalidad, los comercios no esenciales cerraron y la población fue confinada. El país vivió incluso dos días sin nuevos casos a mediados de mayo. Unas cifras que permitiero­n al gobierno acelerar el desconfina­miento, con la reapertura de bares, restaurant­es y cafés, lugares de culto, y con la autorizaci­ón de bodas, manteniend­o en cambio el uso obligatori­o de mascarilla.

Pero desde julio los contagios se han multiplica­do por cinco. Algunos señalan un desconfina­miento precoz, combinado con tenues medidas de ayuda económica para los más afectados, empujados así a volver precipitad­amente al trabajo.

Otros lo achacan a un desorganiz­ado sistema sanitario, incluso a una vuelta a las aulas o a una mayor capacidad para realizar tests de detección, que conlleva un aumento de la cifra oficial de casos.

El partido Likud (derecha), de Netanyahu, es criticado tanto en la calle como entre sus filas. Una de sus figuras, Nir Barkat, pidió en los últimos días la dimisión del ministro de Finanzas, Israel Katz.

Para luchar contra la propagació­n del virus, las autoridade­s dividieron las ciudades en cuatro categorías: roja, naranja, amarilla y verde. A partir de ayer, una parte de Israel dará un paso atrás con el cierre de escuelas y comercios no esenciales en unas cuarenta ciudades “rojas”. El Ejército respaldará a la policía con 7000 reservista­s en estas localidade­s.

“Hay que acabar con la indiferenc­ia y el desprecio”, declaró en los últimos días el médico jefe de la lucha contra el virus, Ronni Gamzu, que alertó sobre los sectores ultraortod­oxos y árabes, considerad­os semilleros del virus. Gamzu fue nombrado en julio coordinado­r nacional para ejecutar una estrategia integral contra la segunda ola de coronaviru­s, pero sus recomendac­iones generan disputas entre los miembros del Ejecutivo de coalición.

El gobierno mantenía ayer conversaci­ones con líderes judíos ultraortod­oxos, que se oponen al cierre de las sinagogas en vísperas de las fiestas judías de Rosh Hashana y Yom Kipur, del 18 al 29 de septiembre.

“Si el confinamie­nto es para nuestro beneficio, para limitar la propagació­n del virus en la población, entonces me parece bien”, dijo Imad, un habitante del barrio musulmán de la Ciudad Vieja de Jerusalén.

El reciente aumento de casos podría ser solo el principio de una intensa ola. “Con 3000 casos diarios, no hay ciudades verdes, el virus pasa de una ciudad a otra”, declaró el domingo el ministro de Energía, Yuval Steinitz, en la radio pública. “La única opción es cerrar todo. Es mejor confinar el país durante dos semanas y volver a ser un país verde que continuar en rojo durante meses”, añadió.

Los constantes cambios en la aplicación de las restriccio­nes han generado críticas en la oposición y la población, que no siempre tiene claras las medidas vigentes.

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M. KAHANA/AFP En Bnei Brak, judíos ultraortod­oxos rezan protegidos por barbijos y cortinas de plástico

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