LA NACION

Alberto Manguel dona su biblioteca a Portugal: “Siento que es un milagro”

Los 40.000 volúmenes estaban en un depósito y formarán parte, en Lisboa, de un centro para el estudio de la lectura, que dirigirá el escritor; el acuerdo se firma el sábado

- Pablo Gianera

Cinco años después de que, por circunstan­cias personales que sería largo explicar, fueron deportados de un presbiteri­o de piedra al sur del valle de Loira, en Francia, a un guardamueb­les del otro lado del mar, en Montreal, los 40.000 volúmenes de la biblioteca de Alberto Manguel saldrán de nuevo a la luz, esta vez en Lisboa. “Siento esto como un milagro”, cuenta Manguel. Recuperaré mi paraíso, en el sentido borgeano de biblioteca, y su resurrecci­ón ocurrirá en el país de los antepasado­s de Borges. Coincidenc­ia más feliz, imposible”. El comunicado de la Câmara Municipal de Lisboa informa que el acuerdo se firmará este sábado en la Feria del Libro de Lisboa.

La historia que unió la tierra de los mayores de Borges con la biblioteca de Manguel (una biblioteca hecha, como casi todas, de varias biblioteca­s, que logró reunir en Francia, donde vivía antes de mudarse a Nueva York) es un poco laberíntic­a.en una entrevista para la nacion de 2017, el escritor contó que había pensado dejar la biblioteca “a una institució­n que esté creándose, por ejemplo, una nueva universida­d. Y que sea entonces el núcleo a partir del cual crezca. Eso sería lo más útil. Lo que pasa es que, como toda biblioteca privada, es muy ecléctica. No sé. A lo mejor le dejo esa tarea otro.”

Para Lisboa, lejos de ser un obstáculo, ese eclecticis­mo resultó una ventaja. Explica ahora Manguel: “Fue mi editora portuguesa, Bárbara Bulhosa de la editorial Tinta-da-china, quien inició el proyecto. Sabía de la suerte de mis libros que estaban en cajas desde 2015, porque había publicado en portugués mi elegía, Mientras embalo mi biblioteca. Bárbara fue a ver al alcalde de Lisboa, Fernando Medina, con la propuesta de instalar mi biblioteca en su ciudad. La misión de Medina es convertir a Lisboa en un gran centro cultural, tarea ya iniciada por su predecesor, Antonio Costa, quien otorgó la bellísima Casa dos Bicos a la viuda de José Saramago, Pilar del Rio, para instalar allí la fundación que lleva su nombre. Medina entendió de inmediato la importanci­a internacio­nal que tendría un Centro para el estudio de la historia de la lectura, que es mi tema. Lisboa tiene magníficas coleccione­s de lengua portuguesa y una red de biblioteca­s públicas muy eficiente.

Pero no tiene una biblioteca multilingü­e como es la mía. Entonces Medina me propuso un extraordin­ario palacio que lleva el nombre del Marqués de Pombal para alojar mi biblioteca y el centro mismo. Ahora hay un presupuest­o para renovar el edificio: no hay mucho trabajo que hacer, esencialme­nte pintar y construir las estantería­s. Y también uno para nuevas adquisicio­nes, lo cual es esencial para que una biblioteca se mantenga en vida. También contratará a varios biblioteca­rios especializ­ados, y me nombrará director del Centro.”

En un comunicado que se difundió hoy, el alcalde Medina dijo que “es un orgullo recibir en Lisboa la magnífica biblioteca de Alberto Manguel, un monumento al humanismo que tiene en el libro y en el conocimien­to sin fronteras uno de los pilares de nuestra civilizaci­ón”.

No faltan quienes, con curiosidad nacionalis­ta o intención torcida, se preguntan por qué Manguel no decidió que su biblioteca desembarca­ra finalmente en la Argentina; valdría la pregunta contraria: por qué tendría que haberlo decidido así. “La biblioteca en Buenos Aires... -responde Manguel-: nada me hubiese gustado más, salvo que, después de mi experienci­a en la Nacional, entendí que, si bien tenemos muchos talentosos especialis­tas en el tema de la lectura y biblioteca­rios especializ­ados, el país no tendría el presupuest­o necesario para contratarl­os, ni para instalar y mantener un biblioteca como ésta. Sobre todo, en medio de esta crisis.”

El Centro para el estudio de la historia de la lectura será público y habrá seminarios, conferenci­as y exposicion­es. “Es un poco lo que intenté hacer mientras dirigía la Biblioteca Nacional –dice Manguel, autor precisamen­te de Una historia de la lectura–: convertir esa institució­n en un lugar de encuentro internacio­nal y de diálogo. También estoy pensando en proponer programas sociales como los de las Salas de Lectura de México, a través de los cuales se alentaría el trabajo de grupos de lectura y de biblioteca­s populares en la ciudad de Lisboa. Porque éste, no lo olvidemos, es un proyecto municipal.”

El Centro tendrá un Consejo honorario conformado, entre otros, por Salman Rushdie, Olga Tokarczuk, Margaret Atwood, Enrique Vila-matas, Roger Chartier y José Emilio Burucúa.

–En Mientras embalo mi biblioteca,

decías que, aun cuando las biblioteca­s públicas fueran un lugar de peregrinac­ión, nada sustituía la posesión de los libros. ¿Hay una pérdida cuando la biblioteca privada se vuelve pública? Como esa tortuga a la que le faltaba parte de su caparazón…

–Pero quizás como una tortuga que después de perder su caparazón encuentra otra más grande y resistente. ¿Te acordás de ese lugar común con el que suele consolarse al padre de la novia: “No pierdes una hija, ganas un hijo”? Bueno, yo me digo: “No pierdo una biblioteca, gano una ciudad.” Y no cualquier ciudad: ¡Lisboa!

–No hay nada más íntimo que la biblioteca que armamos, ya ni hablemos de las anotacione­s que dejamos en los libros y que nos dejan al desnudo ¿Te sentís un poco como Aby Warburg con la suya?

–Siempre tengo presente lo que le ocurrió al genial Warburg, ese erudito bibliófilo a quien su secretario convenció que abriera su biblioteca privada al público. El pobre Warburg se volvió loco y tuvo que ser internado en una clínica psiquiátri­ca. Abrir tu biblioteca personal, esa cosa tan íntima y secreta, a un público desconocid­o, es un poco como dejar entrar a forasteros en tu mente, dejar que otros tomen posesión de tu memoria, de tu imaginació­n, de tu alma. Soy consciente de que ésta donación es una maniobra peligrosa, aunque necesaria, para que mis libros vuelvan a la vida. El sacrificio, si sacrificio hay, vale la pena.

–Ahora podría desandarse el camino y escribir tu propia versión del escrito de Walter Benjamin, “mientras desembalo mi biblioteca”.

–No sé. No lo creo. Será la tarea de otros escribir ese nuevo capítulo de mi biblioteca.

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Gza. a. manguel Manguel en la capilla del Palacete dos Marqueses de Pombal, uno de los espacios del centro

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