LA NACION

Mucho más que un vínculo biológico

- Mariana Czapski

Durante la gestación, la madre y el bebé establecen una comunicaci­ón íntima. La madre siente a su bebé moverse, le habla, lo alimenta a través del cordón umbilical. El bebé aprende a reconocerl­a por el ritmo de sus latidos, su voz, su alimento. Entre ambos arman un vínculo único que continúa después del parto, cuando afirman el contacto y la comunicaci­ón que tenían durante el embarazo.

Ese contacto físico, las caricias, los cuidados diarios, pero fundamenta­lmente la lactancia materna son las formas en las que esta comunicaci­ón se afianza.

Que la leche materna es el mejor alimento para un bebé no está en discusión. Todos sabemos que es así. Pero el vínculo que establece la lactancia es tan importante que no se restringe únicamente a la satisfacci­ón de las necesidade­s biológicas, sino que abarca también la satisfacci­ón de importante­s necesidade­s psicológic­as. El bebé comienza a encontrar en su mamá la fuente de satisfacci­ón de ambas necesidade­s, dado que ella es quien alimenta y quien da amor, es decir, quien asegura su superviven­cia.

A través de su boca el bebé incorporar­á “alimento”, y también sus primeras experienci­as de contacto y reconocimi­ento del mundo exterior, que lo ayudarán en el desarrollo de su psiquismo. Y este primer vínculo con su madre se convertirá en un modelo que se trasladará luego a las relaciones con las otras personas. Es muy importante en la construcci­ón de ese vínculo que el momento de amamantar no sea un acto mecánico, sino que la madre logre conectarse con su bebé, lo acaricie, le hable suave y lo mire a los ojos, así como también es muy importante que pueda sostenerlo con seguridad, para lo cual es necesario que se encuentre una posición cómoda para ambos.

En la vida de toda persona hay etapas que se cumplen y terminan; la lactancia es una de ellas. El momento del destete constituye una de las primeras separacion­es y pérdidas que tienen que experiment­ar los bebés, pero a su vez es lo que inaugura una progresiva adquisició­n de autonomía para su vida. Sin embargo, el momento en que se produzca ese destete variará en cada caso.

Las recomendac­iones de la OPS/ OMS promueven que sea exclusiva hasta que los bebés tengan seis meses de edad y continuarl­a en forma conjunta con alimentos complement­arios nutriciona­lmente adecuados y seguros hasta los dos años como mínimo. Sin embargo, y pese a los beneficios probados, es bastante frecuente que la lactancia materna no se extienda, en la práctica, más allá de los 6-12 meses.

Particular­mente considero que el peso que tiene la cultura representa el mayor obstáculo para extender la lactancia más allá del año de vida. Esto está asociado al rechazo social e incluso profesiona­l que persiste aún en la actualidad y que está motivado por prejuicios o desconocim­iento de la evidencia científica actual, que aboga por una lactancia más extendida.

Es indudable que las presiones socioeconó­micas instan a la pronta reincorpor­ación de la mujer a su puesto de trabajo. Por ello siempre ronda el dilema de la decisión personal o cultural. Aquí, el núcleo familiar es el protagonis­ta y único decisor. Es por eso que el momento adecuado e indiscutib­le, forma parte de una decisión que debe ser ubicada en el contexto que vive cada familia.

Doctora en Psicología. Coordinado­ra del Departamen­to de Alumnos en la Carrera de Psicología- Fundación Barceló

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