LA NACION

El “dibujo” oculto en una sinfonía

- Pablo Gianera

decía daniel Barenboim en uno de sus libros, El sonido es vida. El poder de la música, que no tenía objeciones “en el terreno filosófico” a que alguien tocara Bach y lo hiciera sonar como Pierre Boulez, pero que, en cambio, no lo convencían quienes intentaban imitar el sonido de otra época; es decir, pretender tocar Bach como en los tiempos de Bach.

la frase podría pasarse en limpio con una generaliza­ción que sobrepasa la música: sería ilegítimo situarse en un tiempo ajeno (ya sea porque la arqueologí­a artística es incierta o porque no es arte en absoluto), mientras que, en cambio, nada nos impide comprender una obra de arte en nuestros propios términos (hasta donde la propia obra admite la extirpació­n interpreta­tiva de su tiempo). no sé qué habrá pensado Barenboim en su momento, o qué pensará ahora, de las decisiones que Boulez tomó al grabar la Quinta sinfonía de Beethoven.

Se impone aquí, sin entrar en detalles innecesari­os, una brevísima digresión discográfi­ca. al frente de la orquesta new Philharmon­ia, Boulez hizo su registro de la Quinta en 1968, pero la edición del vinilo llegó en 1970 (se incluía también la “primera grabación en estéreo” de la cantata Mar calmo y próspero viaje) para que coincidier­a con el 200° aniversari­o del nacimiento de Beethoven. El disco, del que existió una edición argentina, circuló en Estados unidos hasta 1982. hubo en Cd nada más que una edición japonesa y la grabación quedó incluida (o sepultada) en la caja del 2014 Pierre Boulez, The Complete Columbia Album Collection (Sony). Es difícil determinar las causas por las que el registro quedó un poco escondido, a menos que sea por su extravagan­cia, aunque hay muchas ejecucione­s musicales extravagan­tes que no salieron nunca del catálogo.

Para hector Berlioz, una de las novedades de la Quinta sinfonía era la “rudeza” armónica. Es probable que la lentitud elegida por Boulez en su versión proviniera de la voluntad de acentuar esta singularid­ad. Será difícil escuchar una lectura como la suya. Si se quiere entenderla, hay que revisar una observació­n de “Tell Me”, el escrito que preparó para el mismo aniversari­o

¿Qué cosa más alejada de Beethoven que Henri Matisse? Para Pierre Boulez, estaban muy cerca

del disco, y que parece su justificac­ión. anota Boulez: “Estrellas muertas que aun titilan ante nuestros ojos […] Su supremacía histórica cristaliza­da es un engaño. Su radioactiv­idad no tiene nada que ver con un perfil futuro”. Resulta evidente que la tentativa de Boulez estaba orientada a “descongela­r” la música de Beethoven, devolverle su actualidad.

Pero nada dice aquí Boulez de la Quinta sinfonía. hasta donde sé, hay en sus escritos una sola mención de la pieza: “algunos pintores han intentado la ‘traducción’ gráfica de la música. Yo me acuerdo de haber visto unos dibujos de Matisse en el scherzo de la Quinta sinfonía, de Beethoven”. no sabremos nunca cuáles eran esos dibujos (acaso la serie Thèmes et variations), pero el señalamien­to no deja de ser extraordin­ario. En la pintura de Paul Klee, Boulez había encontrado el modelo de un “pensamient­o expandido del espacio musical”, una verdadera lección de composició­n. Matisse, por su lado, parece haberle dado una lección, ajena a la sinestesia, de dirección orquestal. los reflejos artísticos son impredecib­les para quien no lo es. ¿Qué cosa más alejada de Beethoven que henri Matisse?

Si le creemos a Boulez, esa cercanía no fue efecto de una actividad de la inteligenc­ia, sino que se impuso como una evidencia sensible. Boulez no era de esos que saltan de un lado a otro y hacen conexiones caprichosa­s o legalizada­s por la discutible autoridad de las casualidad­es cronológic­as. de ese modo debería actuar también un crítico de arte: una vez conquistad­o el conocimien­to, debe entregarse uno a la sensibilid­ad. los descubrimi­entos nacen de esas infrecuent­es epifanías profanas de la estética.

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