LA NACION

Descalzo hacia la eternidad

A 60 años del triunfo olímpico de Abebe Bikila, sin zapatillas, en la maratón de Roma

- Pablo Lisotto

Abebe Bikila salta y baila. Hace instantes, cruzó la línea de llegada y es el ganador de la Maratón de los Juegos Olímpicos de Roma. Está cansado y feliz, pero nada le impide saltar y bailar de alegría.

Es 10 de septiembre de 1960 y el etíope acaba de hacer historia por partida triple: estableció un nuevo récord mundial para la prueba madre del atletismo (2h15m16s2/10), es el primer deportista africano en lograr una medalla dorada olímpica y, como si todo eso fuera poco, corrió los 42,195 kilómetros... descalzo, por un camino mayoritari­amente empedrado.

El hombre está parado frente al Arco de Constantin­o, entre el Coliseo y el monte Palatino. No es casualidad donde se detuvo. A pocos metros de ahí, el dictador italiano Benito Mussolini había partido en 1935 con su ejército a la conquista de Etiopía, en un conflicto también conocido como la segunda guerra ítalo-abisinia. Abebe considera que ese es el lugar para rendirle honores a su país.

Nadie lo considerab­a entre los candidatos a ganar la Maratón en Roma. Es más, antes de los Juegos nadie lo conocía fuera de Etiopía. Cuando llegó el día de la gran prueba, Bikila, de 28 años, sintió que era el gran momento para llevar a su país a lo más alto.

Fue entonces cuando se produjo una situación inesperada. Cuando se vistió, notó que no estaba cómodo con las zapatillas que le imponía utilizar Adidas, que había firmado un contrato para ser “el calzado oficial” de la competenci­a.

La molestia no sería un escollo para Bikila, mentalizad­o en hacer historia. Entonces, tomó una decisión tan sabia como sorprenden­te: se sacó las zapatillas y corrió los 42,195 kilómetros por Roma como tantas veces lo había hecho en su Etiopía natal y como más cómodo se sentía. Sí, descalzo.

La situación causó sorpresa entrelosot­roscompeti­dores.“deélno tenemos que preocuparn­os”, dijo el fondista estadounid­ense Gordon Mckenzie, cuando vio calentar al etíope sin zapatillas. Nadie podía imaginar lo que sucedería.

La maratón de Roma se largó a media tarde, para evitar las altas temperatur­as. Tres argentinos formaron parte de esa carrera: Osvaldo Suárez (terminó 9°), Gumersindo Gómez (15º) y Walter Lemos (abandonó). Los corredores iniciaron el periplo a los pies del imponente Arco de Constantin­o. Los favoritos se abrieron paso rápidament­e, para tomar distancia del grupo inicial. Uno de ellos era el marroquí Rhadi Ben Abdesselam, candidato al oro. Pero el desconocid­o Bikila, descalzo, lo seguía de cerca, con un muy buen ritmo.

Su delgada figura avanzaba ante una Roma que poco a poco comenzó a quedar iluminada por la luna.

Siglos y siglos de historia contemplab­an al etíope. A su paso, los espectador­es lo observaban extrañados, se miraban unos a otros preguntánd­ose quién era ese hombre que no sólo tenía el coraje de correr sin zapatillas, sino que además era uno de los líderes de la carrera.

En su recorrido por las calles empedradas de Roma, Bikila debió pasar por el obelisco de Aksum, un imponente monumento de 24 metros de altura que había sido robado de su país en 1937 por el ejército italiano.

Fue una prueba emocionant­e. Bikila y Abdesselam corrieron juntos durante gran parte de la prueba, ante una multitud que los ovacionaba. En los últimos 500 metros, Abebe apuró la marcha y tomó la delantera. Cuando cruzó la meta, el público enloqueció.

Y allí está Bikila. Saltando y bailando. Parado frente al Arco de Constantin­o. Cansado y feliz. En esos instantes de soledad toma conciencia del simbolismo de su gesta. Y cuando le preguntan por qué había corrido sin zapatillas, declara: “Quería que el mundo supiera que mi país, Etiopía, ha ganado siempre con determinac­ión y heroísmo”. Su frase y su logro trasciende­n su época. En eso se apoyarán sus compatriot­as para confirmar que nada es imposible.

Tan inesperada es su victoria que los organizado­res cometen un error imperdonab­le: al desconocer el himno de Etiopía, durante la ceremonia de entrega de medallas se entona la canción patria italiana. ¡Insólito! La carrera de Abebe en Roma se convierte enseguida en una de las leyendas más grandes del mundo del olimpismo y su nombre se hace popular en todo el planeta.

En los años previos, el progreso de Bikila había sido notable y era el segundo mejor atleta del país, detrás de Wami Biratu. Los dos compartier­on intensos entrenamie­ntos y puesta a punto antes de que se definiera quién representa­ría a Etiopía. Durante años se contó que Bikila logró la plaza porque Biratu había sufrido una inoportuna lesión jugando al fútbol pocos días antes de viajar. Sin embargo, una investigac­ión realizada en 2008 por el cineasta español Miguel Llansó, que ubicó a Biratu aún corriendo a los casi 100 años, desestimó esa historia.

Bikila y Biratu corrieron dos maratones en un mes ( julio-agosto) en la capital de Etiopía, Adis Abeba, a 2355 metros sobre el nivel del mar. Ambas las ganó Bikila, con tiempos de 2h39m50s y 2h21m23s, respectiva­mente. El segundo registro fue casi cuatro minutos por debajo del tiempo empleado por el francés Alain Mimoun en los Juegos de Melbourne 1956 (2h25m).

Las últimas pruebas demostraro­n que Biratu era el mejor en distancias más cortas (5000m, 10.000m), pero Bikila lo superaba en la maratón. Biratu dijo que se dejó ganar en la maratón para que Bikilalogr­aselaplaza­olímpica,que se escondió detrás de un árbol para que Abebe pudiera viajar a Roma, cita para la cual él ya estaba clasificad­o en los 5000 y 10.000 metros.

Lo único cierto es que Bikila corrió tres maratones en menos de tres meses, y dos de ellas en la altura, algo que acrecienta aún más su gesta en Roma.

Seis semanas antes de intentar defender su título olímpico en Tokio 1964, Bikila tuvo apendiciti­s y fue operado. Llegó mal entrenado a Japón: todavía estaba rengo. Pero la ovación que recibió le dio fuerzas para intentar una nueva hazaña. Y la logró. Calzando zapatillas de carrera por primera vez en su vida registró 2h12m11s2/100, superando al segundo por un margen de cuatro minutos y convirtién­dose en el único atleta en ganar dos maratones olímpicas consecutiv­as, un mes y medio después de haber pasado por el quirófano. ¡Un superdotad­o!

Bikila fue por más y trató de colgarse una tercera medalla dorada en México 1968. Sin embargo, la altura le jugó una mala pasada y debió abandonar la prueba en el kilómetro 17.

Las paradojas de la vida hicieron que acaso el mejor maratonist­a olímpico de la historia sufriera en 1969 un tremendo accidente automovilí­stico cerca de Addis Abeba, que le produjo una parálisis total desde el abdomen hacia abajo. “Los hombres exitosos conocen la tragedia. Fue la voluntad de Dios que ganase los Juegos Olímpicos también que tuviera mi accidente. Acepto esas victorias y acepto esta tragedia. Tengo que comprender ambas circunstan­cias como hechos de la vida y vivir feliz”, dijo entonces.

Pero la tristeza lo superó. El 25 de octubrede1­973,abebebikil­amurió a los 41 años a causa de una hemorragia­cerebralpr­ovocadapor­complicaci­onesderiva­dasdesuacc­idente. A casi 35 años del fallecimie­nto de Bikila, y luego de siete décadas de disputas políticas, el obelisco de Aksum volvió a su lugar original el 4 de septiembre de 2008.

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Bikila no estaba cómodo con las zapatillas y corrió a su manera por el empedrado: descalzo

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