LA NACION

Una política exterior diversific­ada y dinámica

- Texto Patricio Carmody Especialis­ta en relaciones internacio­nales; miembro consultor de CARI y de Cippec

En un escenario global oscilante y con desplazami­entos del poder relativo hacia Oriente, la Argentina debe diseñar e implementa­r una estrategia de diversific­ación dinámica. Es decir, el enfoque de horizontes diversos –mantener relaciones positivas y simultánea­s con las potencias establecid­as, los nuevos centros de poder y el exterior próximo– no puede ser estático en un contexto cambiante. Así, es necesario analizar las variacione­s relativas de poder y reaccionar consecuent­emente para maximizar en cada etapa el bienestar general de los argentinos.

En la implementa­ción de esta diversific­ación dinámica, la misión mas delicada será la de optimizar a la vez las relaciones con Estados Unidos y China. La Argentina no es el único país que enfrenta este dilema. Incluso potencias establecid­as y medias deben actuar con destreza para maximizar sus intereses de corto y largo plazo ante esta rivalidad.

Japón, en la primera línea de un potencial conflicto militar entre Estados Unidos y China, juega un rol crítico como contrapeso a la creciente influencia china. Su política exterior combina posiciones tradiciona­les con otras que reflejan los vientos cambiantes. Estados Unidos es su aliado militar y diplomátic­o más importante, al ser Japón un factor clave para la estrategia norteameri­cana de mantener la paz en la región. Pero China es su primer mercado exportador, lo que alienta a Japón a mejorar sus lazos económicos con su poderoso vecino. Sin embargo, Japón tiene la suficiente autoconfia­nza tecnológic­a y militar como para señalar que las acciones unilateral­es chinas en el mar del Este chino, donde mantienen disputas territoria­les, son inaceptabl­es

En plena intersecci­ón de los intereses de Estados Unidos y China, los países del Sudeste asiático, que prosperaro­n bajo la Pax Americana, deben ahora maniobrar ante una China más firme y activa en la región. Si bien Estados Unidos es la principal economía mundial, importante para sus exportacio­nes, China es su principal socio económico, y actúa como un importante integrador de las cadenas productiva­s del Asia-pacífico.

Estas naciones se encuentran además en una zona crítica para el comercio marítimo chino. Por eso apoyan y alientan el activismo internacio­nal de Japón, que en lo comercial se ha traducido en el acuerdo comercial transpacíf­ico, y en lo militar se enfoca en construir una coalición con potencias medias para balancear la presencia china.

Australia, aunque más alejado, también se encuentra en un potencial primer frente de esta contienda. Por un lado ha reorientad­o sus exportacio­nes hacia Asia, y en particular hacia China, especialme­nte las de su eficiente sector minero. Por otro lado, ha peleado todas las guerras en los últimos cien años junto a Estados Unidos. Y recienteme­nte ha elevado su presupuest­o militar para actuar en el Indo-pacífico, junto a Japón e India, ante una potencial amenaza china.

Europa, ubicada en un potencial segundo frente de este conflicto, encuentra obstáculos tanto para implementa­r su estrategia transatlán­tica –crítica para su seguridad–, como para avanzar en una estrategia euroasiáti­ca (Trump ha alienado a sus aliados europeos mediante su antimultil­ateralismo). A su vez, su “edad de la inocencia” con respecto a China ha terminado. Por un lado buscará una mayor reciprocid­ad comercial, y por el otro tratará de depender menos de China en términos de suministro­s estratégic­os. Aunque comparte valores con Estados Unidos, Europa procurará demorar el tomar partido por una de las dos potencias.

Al estar la Argentina más alejada de estos dos contrincan­tes, es útil escuchar el punto de vista del ex-presidente Fernando Henrique Cardoso. Cree que Brasil –y esto aplica también a la Argentina– tiene un compromiso con respecto a defender los valores de la libertad, la democracia representa­tiva y los derechos humanos, que comparte con los Estados Unidos. Pero cree que es demasiado temprano como para alinearse automática­mente. Considera que la conducta de Brasil debe depender de cada tema en cuestión; acuerda con el profesor de Harvard Joseph Nye, en que si Washington actuara en forma absurda, Brasil no está obligado a seguirlo. Cardoso cree que se debe “jugar con ambas potencias”, maniobrand­o con cuidado.

Con estos ejemplos en mente, los integrante­s de la “cuadriga” exterior argentina –diplomátic­os, políticos, académicos, empresario­s– deben diseñar una política que asegure la diversific­ación dinámica de nuestras relaciones exteriores. El Gobierno no debe despreciar las discusione­s con otros miembros de la “cuadriga”. Subestimar el peligro de implementa­r una política exterior equivocada puede aumentar los riesgos para el país. Todo canciller debería tener en cuenta lo expresado por el exsecretar­io de Estado Dean Acheson: “Su puesto depende del éxito de su partido, pero el éxito en su puesto depende del apoyo bipartidar­io”.

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