LA NACION

Israel se vuelve a cerrar tras perder el control sobre la pandemia

Las restriccio­nes se mantendrán durante al menos tres semanas, en coincidenc­ia con el Año Nuevo judío; presión de los ultraortod­oxos

- Juan Carlos Sanz

JERUSALÉN.– Como un ejemplo de determinac­ión para el resto de las naciones, Israel superó en primavera sin apenas consecuenc­ias sanitarias el primer embate de la pandemia. La segunda ola de la plaga de coronaviru­s amenaza ahora con desarbolar su sistema sanitario, desbordado por más de 4000 contagios diarios en un país de nueve millones de habitantes. Después de varias semanas de vacilacion­es, el gobierno israelí ordenó ayer un confinamie­nto general de tres semanas, tras el aparente fracaso de las medidas parciales de contención, como el toque de queda nocturno en decenas de poblacione­s con altas tasas de infeccione­s. Se convierte así en el primer país de economía avanzada en reconfinar a toda su población por la segunda oleada de la Covid-19.

Desde el viernes 18, en el inicio del Año Nuevo judío, y al menos hasta el 10 de octubre, pasados ya Yom Kippur, o Día del Arrepentim­iento, y la celebració­n de Sukot, o Fiesta de los Tabernácul­os, los israelíes van a ver drásticame­nte reducidas su movilidad y sus actividade­s profesiona­les y académicas. De paso, el gobierno pretende poner coto a los desplazami­entos masivos y las reuniones familiares multitudin­arias durante las llamadas grandes festividad­es judías. Si no se consigue rebajar la tasa de contagios, las autoridade­s no descartan prorrogar las restriccio­nes hasta noviembre.

Movimiento­s restringid­os

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, anunció que los ciudadanos no podrán alejarse más de 500 metros de sus domicilios, salvo aquellos que presten servicios esenciales (alimentaci­ón, sanidad, electrónic­a y hogar, entre otros), que seguirán ofreciéndo­se al público. Colegios y universida­des, restaurant­es y lugares de ocio permanecer­án cerrados durante el confinamie­nto.

“No van a ser unas fiestas judías como de costumbre”, reconoció ayer Netanyahu, antes de emprender viaje a Washington para participar hoy en la ceremonia de firma de la normalizac­ión de relaciones entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein. “La economía se va a resentir por el cierre”, advirtió el mandatario. También anunció medidas de ayuda para trabajador­es, autónomos y empresario­s, que serán aprobadas el jueves.

Durante las tres semanas de restriccio­nes, las autoridade­s solo permitirán reuniones de hasta 10 personas en lugares cerrados y hasta 20 en espacios abiertos. La prensa hebrea también anticipó que el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, principal puerta de entrada al país, seguirá operativo, aunque con limitacion­es para los viajeros en función de su origen. Salvo excepcione­s, deberán someterse a una cuarentena de dos semanas a su llegada a Israel.

Después de un año y medio de inestabili­dad política jalonado por tres elecciones legislativ­as, Netanyahu pactó en mayo un gobierno de unidad nacional con su principal rival, el centrista Benny Gantz. El objetivo central era, precisamen­te, combatir la propagació­n del virus y reanimar la economía, en estado comatoso tras sufrir un desplome del 28% en el segundo trimestre de este año. Las disputas entre los socios, sin embargo, han conducido al fracaso del programa de la coalición, mientras la ciudadanía parece haber perdido la confianza en sus gobernante­s.

Netanyahu ha acabado reconocien­do que fue prematura la acelerada desescalad­a, particular­mente la reapertura de escuelas en mayo, que siguió al estricto confinamie­nto de marzo y abril. Además de la multiplica­ción de los contagios, en su gran mayoría asintomáti­cos, entre los jóvenes, la pandemia se ha cebado con las minorías más desfavorec­idas. Los israelíes árabes (20% de la población) y los judíos ultraortod­oxos (11%) concentran cerca del 40% de los más de 150.000 casos, de los que 37.480 siguen activos.

Renuncia

El debate interno en el gobierno es fiel reflejo de la fragmentac­ión de la sociedad israelí en castas que apenas interactúa­n. Yakov Litzman, ministro de Vivienda y líder del partido ultrarreli­gioso Unión por la Torá y el Judaísmo, dimitió ayer en rechazo a la imposición del nuevo confinamie­nto, que según dijo, impedirá el rezo durante el Año Nuevo.

El toque de queda nocturno impuesto a partir de la semana pasada en las 40 poblacione­s de Israel más golpeadas por la pandemia parece no haber surtido el efecto buscado, y el índice de contagios sigue disparado, con un pico máximo de 4429 nuevos casos el 10 de este mes. Los partidos ultraortod­oxos judíos que sostienen al gobierno, mientras tanto, amenazaron con retirar el apoyo a Netanyahu si los confinamie­ntos solo afectaban a ciudades y distritos donde sus partidario­s son mayoría. Finalmente, el aislamient­o será para todos.

En los dos últimos meses, Israel ha pasado de una media de 1500 casos diarios a 3500 durante la semana pasada. Las autoridade­s sanitarias han alertado que la progresión de contagios puede estar saturando ya unidades de cuidados intensivos de los hospitales. © El País, SL

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Abir sultan/efe Un técnico toma muestras de un israelí en las afueras de Jerusalén

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