Cinco expulsiones y un gran descontrol en el clásico francés
Neymar, Paredes y Benedetto, con tarjeta roja; acusaciones de racismo y escupitajos
La rivalidad del clásico francés se degeneró por completo en el final. Un bochorno en el que lo futbolístico quedó relegado por cinco expulsiones, manotazos, tumultos, insultos, escupitajos y acusaciones de racismo. Una gresca que continuó con declaraciones posteriores y todavía debe completar el capítulo de los sancionados, entre los cuales habrá dos argentinos: Leandro Paredes y Darío Benedetto, además de Neymar, Kurzawa y Amavi. Y habrá que ver si a través de las imágenes se intervendrá de oficio con Ángel Di María, que no recibió la tarjeta roja, pero fue señalado por el defensor Álvaro González por un salivazo.
En el Parque de los Príncipes de París se permitió el ingreso de 5000 hinchas, cómodamente distribuidos en las tribunas y testigos del incendiario partido que Olympique Marsella le ganó 1-0 a París Saintgermain, que acumula dos derrotas consecutivas en el comienzo de la Liga de Francia. El ganador de siete de los últimos ocho títulos aparece último, sin unidades, a menos de un mes de haber disputado la final de la Champions League.
Un cierre escandaloso tuvo Le Classique, en el que Olympique interrumpió una serie de 16 partidos (13 derrotas y tres empates) sin triunfos ante PSG, que tuvo la reaparición entre los titulares de Neymar y Di María, más el ingreso en los últimos 20 minutos de Paredes, todos ellos recuperados del contagio de coronavirus sufrido durante las vacaciones.
El partido fue tomando temperatura durante los 90 minutos, con 10 amonestados y el gol de Florian Thauvin que el equipo marsellés defendió entre varias salvadas milagrosas del histórico arquero Steve Mandanda y la falta de puntería de PSG (Neymar definió desviado a dos metros del arco). El nerviosismo creció de ambos lados con dos goles que no fueron convalidados por off-side: uno de Di María y otro de Benedetto, que entró a los 13 minutos de la segunda etapa y se vio privado del festejo porque un compañero estaba en posición adelantada en la acción previa a su remate frente al arco.
Paredes ingresó a 20 minutos del final y en su primera intervención fue amonestado por una fuerte entrada a Dmitri Payet, que cuatro minutos más tarde recibió otro duro foul, de Di María, también apercibido con tarjeta amarilla.
Paredes y Benedetto habían tenido un cruce cuando el delantero saltó a cabecear y cayó pesadamente, golpeando la cara contra el césped, por la forma en que el volante había puesto su cuerpo. Luego disputaron una pelota que derivó en empujones y un revuelo grupal que el árbitro Brisard saldó con las expulsiones de Kurzawa y Amavi. Aquella fue la chispa que detonó en una gran deflagración porque continuaron las agresiones. Los siguientes en recibir la tarjeta roja fueron Paredes y Benedetto, que aplaudió burlonamente al árbitro.
Convocado para que revisara el monitor del VAR, Brisard expulsó también a Neymar al detectar que le había aplicado un golpe de puño a Álvaro González, con quien un rato antes se había enfrascado en una refriega por una pelota que salió por la línea de fondo.
La guerra continuó después del partido por las redes sociales y con declaraciones. Neymar, con más de 45 millones de seguidores en su cuenta de Twitter, publicó dos mensajes: “Lo único que lamento es no tenerlo enfrente a ese pendejo”, en referencia al español González. Su segundo tuit tuvo un fuerte tono acusatorio: “Es fácil para el VAR captar mi agresión. Ahora quiero ver la imagen del racista (por González) llamándome ‘mono hijo de puta’ ¡Eso quiero ver! A mí me expulsan y voy a ser castigado. ¿Y él?”. Ya durante el partido, Neymar se había quejado reiteradamente a las autoridades: “Racismo no, racismo no”, les reclamó.
Una imagen tomó al zaguero González acusando a Di María de haber escupido –no hacia su cuerpo– cuando pasó delante de él. Este tipo de transgresiones cobra más relevancia por alta contagiosidad que transmite la saliva. Esta vez el clásico francés no necesitó el clima caldeado que baja de las tribunas. Los jugadores se encargaron de todos los excesos.