LA NACION

En el partido más importante de su carrera, Nadia Podoroska, revelación del torneo, se juega hoy el pase a la final en Roland Garros.

Nadia Podoroska y Diego Schwartzma­n frente a la histórica oportunida­d que se ganaron en el mágico trampolín de Roland Garros

- Sebastián Torok

El destino se empeña por vincular siempre al tenis argentino con Roland Garros. Es extraordin­ario que siga sucediendo, pero sucede. El 6 de octubre de 2020 quedará marcado por siempre como otra jornada histórica para el tenis nacional después de que Diego Schwartzma­n (28 años) y na di apodo ros ka (23) se ganaran un lugar en las semifinale­s del Abierto de francia, algo que no ocurría a nivel individual en certámenes de Grand Slam desde hacía 16 años, también en el Bois de Boulogne. El 6 de octubre no es una fecha más para el torneo más importante del mundo sobre polvo de ladrillo. Ese mismo día, pero de 1888 y en la isla de La Réunion, nació Eugène Adrien Roland Georges Garros, un apasionado del rugby que mucho antes de darle su nombre al certamen parisiense fue un pionero de la aviación francesa. Fallecido en acción durante la Primera Guerra Mundial, se destacó por realizar el primer viaje sin escalas atravesand­o el Mediterrán­eo desde Frejus [en el sur de Francia] a Bizerta [Túnez]; con el detalle particular de que el biplano sufrió una falla en el motor y, al aterrizar, sólo le quedaban cinco litros de combustibl­e.

A los Peques, Schwartzma­n y Podoroska, les sobra combustibl­e. Como también le rebasaba ímpetu a Guillermo Vilas. Es verdad que el padre del tenis argentino dio un primer gran golpe en el circuito ganando el Masters de 1974, en Melbourne, pero en verdad fue en 1977, en el Abierto de Francia, tras derrotar en la final al estadounid­ense Brian Gottfried, cuando su figura se encumbró como leyenda. El zurdo, que hasta la aparición de Rafael Nadal era el hombre con mejores marcas sobre polvo de ladrillo en París, jugó el último partido de su carrera en Roland Garros, en 1989: perdió en la primera rueda frente al italiano Claudio Pistolesi por 6-1, 6-3 y 6-4. Además de la temporada en la que ganó el trofeo, Vilas jugó otras tres finales en la tierra de París: 1975, 1978 y 1982.

Roland Garros fue, es y será la rueda de auxilio del tenis nacional. Roland Garros fue Vilas. Pero también las semifinale­s de Enrique Morea (1953 y 1954) y el campeonato en doble mixto (1950). Fueron las dos semifinale­s de José Luis Clerc (en 1981 y 1982; único Grand Slam donde Batata llegó a clasificar­se entre los mejores cuatro); las cinco semifinale­s de Gabriela Sabatini (1985, 1987, 1988, 1991 y 1992; en la primera, con apenas 15 años y tres semanas, todo un suceso). Fue el título de doble mixto de Javier Frana y Patricia Tarabini (1996) y las semifinale­s de Franco Squillari en 2000, punto de partida para el nacimiento de la Legión. Las semifinale­s de singles de Paola Suárez en 2004 y los cuatro títulos en dobles de la pergaminen­se (2001, 2002, 2004 y 2005). Roland Garros fue el escenario, en 2004, de la única final argentina en un Grand Slam: la batalla deportiva y psicológic­a ganada por Gastón Gaudio ante Guillermo Coria. Un año después, fue la final de Mariano Puerta frente a Nadal y el escándalo del doping del cordobés. Fueron las semifinale­s de Raquel Giscafré (1974), Clarisa Fernández (2002), David Nalbandian (2004 y 2006) y Juan Martín del Potro (2009 y 2018). Fueron los campeonato­s juniors y los títulos ganados por el Lobito Fernández, una referencia del tenis adaptado.

Hay magnetismo entre los clubes de nuestro país y Roland Garros. Hay algo que tiene que ver con la idiosincra­sia argentina. El Abierto de Francia se luce en el Bois de Boulogne. Los clubes más tradiciona­les de Buenos Aires se instalaron en los bosques de Palermo, diseñados por Carlos Thays, al estilo del pulmón parisiense. Existe una

atracción cultural desde lo arquitectó­nico. Buenos Aires fue concebida en su modernizac­ión, a principios del siglo XX, como una ciudad que miraba hacia París como modelo. El juego, además, estuvo emparentad­o con la escuela francesa y el revés a una mano desde los 40. Hay un por qué: la contrataci­ón, por parte del Tenis Club Argentino, de Robert Ramillon. Jugador de exquisita técnica y profesor francés, llegó a la Argentina con 32 años, en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, para enseñarle el deporte a unos 150 cadetes del club. “A pesar de no participar en campeonato­s por tratarse de un profesiona­l, impresiona­ba por ser un jugador aguerrido, voluntario­so. Sus desplazami­entos eran elásticos. Tanto de drive como de revés hacía un backswing amplio, rítmico y acompasado, que se detenía un instante en el top y luego, en forma veloz, solía sorprender con firme ataque”, fueron algunos conceptos sobre Ramillon escritos el periodista Roberto Andersen, en el libro ‘Historia del tenis en la Argentina’. Morea fue el mejor alumno de francés y, desde allí, su mensaje se diseminó de generación en generación.

La enseñanza del tenis en la Argentina marca diferencia­s. Cada cancha en el barrio o la ciudad que sea tiene el profesor con su canasto. Se trata de un trabajo de orfebrería. Trabajan de sol a sol e, históricam­ente, en la mayoría de los casos la Asociación Argentina de Tenis no sabe quiénes son por carecer de un padrón que aglutine la informació­n sobre esos formadores. Esos mismos profesores, muchas veces, deben dejar el país para seguir adelante en su tarea tenística. Son numerosos los casos de los entrenador­es que están diseminado­s por el mundo. Escuelas europeas, estadounid­enses y asiáticas contratan profesores nacionales. Jugadores del circuito tienen en sus equipos profesiona­les de nuestra región.

La Peque, top 50; el Peque, 8°

Obstáculos geográfico­s, carencias económicas, limitacion­es estructura­les. Salvo los jugadores de la Legión, que se favorecier­on de uno de los pocos costados positivos de la convertibi­lidad, pudiendo viajar al exterior y competir, los tenistas argentinos fueron (y son) cuentaprop­istas que actúan siendo sus propias empresas. Muchos, sin recursos, pidiendo prestado o, en algunos casos, atados a contratos abusivos o leoninos. Una vez que se despegan de la etapa de desarrollo y junior, llega la más espinosa, de transición al profesiona­lismo. Y muchos se quedan solos en el camino. En los últimos 45 años, desde el surgimient­o masivo de Vilas, ninguna dirigencia de la AAT cambió el modelo. Aquel que llegó a la elite lo hizo por esfuerzos personales y familiares.

Podoroska y Schwartzma­n atraviesan un viaje por París que, en algún momento, soñaron. La rosarina, que entró en el Bois de Boulogne siendo la 131° del ranking y se aseguró ser Top 50, ayer practicó en la cancha 3 y hoy jugará frente a la polaca Iga Swiatek. El porteño, que será Top 10 por primera vez (se ubicará 8° el próximo lunes), ensayó en la cancha contigua, en la 4. Dos courts históricam­ente elegidos por Rafa Nadal, el doce veces campeón en París y próximo rival del Peque, pero este viernes.

Puede vincularse a un sentido de pertenenci­a, a los resultados o a un aspecto cultural. Pero, como siempre, cuando hay dificultad­es, Roland Garros aparece para convertirs­e en la rueda de auxilio del tenis argentino.

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Gentileza FFT
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Gentileza fft los peques, símbolo de un roland Garros muy especial para el tenis argentino: podoroska y schwartzma­n, en las alturas de la cancha central

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