Desde el virus hasta el clima, el patrón de negación de Trump
el escenario
nueva york asta enfermo y dependiendo de un potente cóctel de esteroides y antivirales, el presidente norteamericano, Donald Trump, convirtió su meticulosamente orquestado regreso a la Casa Blanca en otro ejemplo patente de un tópico recurrente de su presidencia: la negación de los hechos evidentes cuando no se ajustan a sus necesidades políticas.
Su mensaje del lunes por la noche, luego reiterado el martes, fue que los norteamericanos no tienen nada que temer del coronavirus, y negar lo obvio: la enfermedad que según él desaparecería “como un milagro” con los primeros calores de la primavera boreal ya se cobró la vida de más de 210.000 de sus compatriotas. En realidad, no dijo nada nuevo: viene minimizando el impacto del virus desde enero. De hecho, si hay algo que define su presidencia
Hes el desdén hacia la mayoría de los peores desafíos que enfrenta Estados Unidos. Su obsesión por mostrarse fuerte o por acomodar los hechos para que confirmen su visión del mundo lo ha llevado una y otra vez a minimizar, ignorar o burlarse de los temas más graves, desde el cambio climático hasta la interferencia de Rusia en el proceso electoral de Estados Unidos.
El propio Pentágono advirtió en un informe del año pasado que el calentamiento global era un serio “problema de seguridad nacional” con efectos desestabilizadores a nivel global, pero para Trump el cambio climático sigue siendo una teoría, un tema que se borra de los documentos de gobierno y se explica con excusas cuando los incendios forestales barren la costa oeste.
Sus agencias de inteligencia evalúan que el arsenal nuclear de Corea del Norte creció significativamente durante este gobierno. Pero para el presidente ese arsenal, que en 2017 lo hizo decir que desataría “una furia y un fuego nunca vistos”, hoy prácticamente no merece mención.