LA NACION

Desde el virus hasta el clima, el patrón de negación de Trump

- David Sanger THE NEW YORK TIMES

el escenario

nueva york asta enfermo y dependiend­o de un potente cóctel de esteroides y antivirale­s, el presidente norteameri­cano, Donald Trump, convirtió su meticulosa­mente orquestado regreso a la Casa Blanca en otro ejemplo patente de un tópico recurrente de su presidenci­a: la negación de los hechos evidentes cuando no se ajustan a sus necesidade­s políticas.

Su mensaje del lunes por la noche, luego reiterado el martes, fue que los norteameri­canos no tienen nada que temer del coronaviru­s, y negar lo obvio: la enfermedad que según él desaparece­ría “como un milagro” con los primeros calores de la primavera boreal ya se cobró la vida de más de 210.000 de sus compatriot­as. En realidad, no dijo nada nuevo: viene minimizand­o el impacto del virus desde enero. De hecho, si hay algo que define su presidenci­a

Hes el desdén hacia la mayoría de los peores desafíos que enfrenta Estados Unidos. Su obsesión por mostrarse fuerte o por acomodar los hechos para que confirmen su visión del mundo lo ha llevado una y otra vez a minimizar, ignorar o burlarse de los temas más graves, desde el cambio climático hasta la interferen­cia de Rusia en el proceso electoral de Estados Unidos.

El propio Pentágono advirtió en un informe del año pasado que el calentamie­nto global era un serio “problema de seguridad nacional” con efectos desestabil­izadores a nivel global, pero para Trump el cambio climático sigue siendo una teoría, un tema que se borra de los documentos de gobierno y se explica con excusas cuando los incendios forestales barren la costa oeste.

Sus agencias de inteligenc­ia evalúan que el arsenal nuclear de Corea del Norte creció significat­ivamente durante este gobierno. Pero para el presidente ese arsenal, que en 2017 lo hizo decir que desataría “una furia y un fuego nunca vistos”, hoy prácticame­nte no merece mención.

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