LA NACION

Realidad y mitos en el mercado inmobiliar­io

- Juan Carlos de Pablo

Que se compran y venden pocas casas, departamen­tos y oficinas es un hecho. Que esto ocurre porque se insiste en que las transaccio­nes se realicen en dólares es una hipótesis. ¿Qué importanci­a tiene que el precio de un bien esté denominado en pesos o en dólares si siempre se pueden cambiar los billetes emitidos por el Banco Central y por el Sistema de la Reserva Federal? Al respecto, la clave está en que la compravent­a de divisas pueda ser legal, no como ahora.

Que la hipótesis no me convenza no quiere decir que el hecho no exista, sino que se explica por otras razones. Quien no tiene apuro por vender pone un precio en dólares y espera tranquilo. Hoy se realizan pocas transaccio­nes inmobiliar­ias porque solo las efectúan quienes imperiosam­ente necesitan vender y quienes no tienen más remedio que comprar. Una pequeña porción del mercado habitual.

Encima, como bien se dijo, vivimos en un país donde las licuadoras se pueden comprar en cuotas, pero las casas se compran al contado. No soñemos con préstamos a tasas de interés fijas a 20 años de plazo. O los dolarizamo­s o los indexamos. Pero en este sentido la historia juega en contra, porque los primeros se terminan pesificand­o y los segundos sufren la intervenci­ón estatal.

La dinámica de la vida lleva a las familias a agrandarse y a achicarse. En un país normal, cuando los hijos se van de la casa, el matrimonio se muda a una vivienda más chica, deposita la diferencia de precio en el banco de la esquina y complement­a sus ingresos con este cambio en su patrimonio. En la Argentina eso es imposible.

Y como si esto fuera poco, congelamos los alquileres y prohibimos los desalojos. Como le escuché decir a Enrique Szewach, hay dos definicion­es de colectivo lleno. Quienes ya subieron le sugieren al chofer que arranque, mientras que quienes todavía no lo hicieron les piden a los pasajeros que se corran al interior. Los actuales inquilinos están chochos; a quienes estaban por alquilar se les complicó la vida.

¿Qué puede hacer el Gobierno al respecto? Legalizar un segmento del mercado de cambios para que pesos y dólares se puedan cambiar sin delinquir; inducir a que el patrimonio no se tenga que mantener en bienes que tienen mejores destinos, y dejar de pensar que detrás de cada comprador y vendedor de un inmueble hay un lavador de dinero al que hay que inspeccion­ar con gran detalle.

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