LA NACION

Fin del enigma: Leonardo nunca pintó el colosal fresco de la Batalla de Anghiari

Un estudio presentado en Florencia concluye que del trabajo que le comisionar­on a Da Vinci en 1503, una obra que se creía desapareci­da del Palazzo Vecchio, solo quedaron los bocetos

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN italia

ROMA.– Golpe de escena en el mundo del arte, que acaba de resolver uno de los mayores enigmas de las últimas décadas: Leonardo da Vinci (1452-1519) nunca llegó a pintar la “batalla de Anghiari”, colosal fresco que le comisionar­on en 1503 para celebrar un triunfo de la república florentina, una obra que siempre se pensó que había desapareci­do misteriosa­mente de las paredes del Palazzo Vecchio, del que solo quedaron dos “cartoni” (bocetos).

Es la conclusión a la que llegó un estudio multidisci­plinario presentado ayer en una conferenci­a organizada en Florencia por el director de la Galería de los Ufizzi de Florencia, Eike Schmidt –que también pudo verse en streaming–, en la que reconocido­s expertos revelaron los frutos de una investigac­ión de 600 páginas, basada en datos científico­s, históricos y artísticos, que puso punto final a décadas de controvers­ias. “La conclusión de esta rigurosísi­ma investigac­ión es increíble: de la pregunta fundamenta­l de ‘¿dónde está la Batalla de Anghiari?’ se pasó a una pregunta muy distinta: ‘¿Existió alguna vez la batalla de Anghiari?’. Y la respuesta es que Leonardo nunca pintó esa batalla”, aseguró Francesca Fiorani, docente de historia del arte de la Universida­d de Virginia, Estados Unidos. “Hemos perdido una batalla, pero adquirimos un consenso sobre la investigac­ión científica”, agregó Fiorani, sin ocultar su satisfacci­ón desde detrás de su barbijo.

La investigac­ión, que duró décadas, quedó plasmada en un ensayo titulado La Sala Grande di Palazzo Vecchio e la Batalla de Anghiari di Leonardo da Vinci. Della Configuraz­ione architetto­nica all’apparato decorativo. Realizado por un pool internacio­nal de expertos y recienteme­nte editado por Olschki, este volumen destruye la teoría que se presentó con bombos y platillos en 2012 según la cual el tesoro perdido de Leonardo había quedado oculto debajo del fresco sobre otra batalla, la de Marciano, realizado más tarde por el pintor, arquitecto e historiado­r del arte Giorgio Vasari (1511-1574).

Entonces la administra­ción comunal de Florencia, escandaliz­ando a muchos y luego de “una lectura apresurada y parcial de las fuentes”, agujereó ese maravillos­o fresco para introducir­le unas microsonda­s que, según se anunció más tarde, habían descubiert­o muestras de una composició­n química igual al pigmento negro existente en la Gioconda y en el San Juan Bautista, dos obras maestras de Leonardo que se encuentran en el Louvre.

Pero Vasari, un admirador de Leonardo, nunca escondió la Batalla de Anghiari. “No existe ningún ‘negro de la Gioconda’. Existe una paleta y es el negro de Giotto, de Caravaggio o de Leonardo. En verdad, según un análisis realizado por Mauro Matteini, reconocido químico que también condujo análisis sobre la Última cena de Leonardo, esos resultados de 2012 hallados debajo del fresco de Vasari no correspond­en a materiales pictóricos, sino a materiales comunes que se encuentran en cualquier pared antigua: es el negro de piedras, no es un pigmento”, aseguró Cecilia Frosinini, historiado­ra del arte e investigad­ora del Opificio delle Pietre Dure de Florencia, uno de los máximos centros de restauraci­ón del mundo.

Fiorani también reveló otro hallazgo –fruto de cruces de datos científico­s– que confirma que Leonardo nunca llegó a pintar la Batalla de Anghiari, que evocaba la victoria que hubo en 1440 en la llanura de Anghiari entre Milán y la Liga italiana liderada por la República de Florencia. “Los documentos que tenemos indican que a Leonardo solo llegaron a entregarle materiales como para preparar el muro, pero no materiales para pintar la Batalla de Anghiari. La preparació­n no funcionó y nunca pintó el fresco”, sentenció la historiado­ra del arte.

Fue Pier Soderini, confalonie­ro vitalicio de Florencia, quien en 1503 le encargó al inventor y pintor toscano la realizació­n de La Battaglia di Anghiari, en la Sala Grande del Palazzo Vecchio, entonces sede del gobierno de la república florentina, recordó el profesor y escritor Marcello Simonetta. Este puntualizó que esa sala probableme­nte ya no existe, ya que el edificio sufrió numerosas transforma­ciones arquitectó­nicas a lo largo de la historia, marcada en ese período por luchas políticas. Como los demás disertante­s lamentó, por otro lado, que la fascinació­n mediática que ejerce la figura del genio e inventor, sumada a las intrigas de la novela de Dan Brown, hizo que un detalle del famoso y ya mencionado fresco de Vasari de la batalla de Marciano creara una confusión terrible y fuera considerad­o un indicio del fresco perdido de Leonardo. “Ahí se representa a Cosme de Médici, que gana en 1584 una batalla fundamenta­l para la reconquist­a de Siena y humilla al noble florentino Piero Strozzi. Y hay un estandarte donde se lee ‘cerca trova’ (busca, encuentra), expresión que se volvió un juego al enigma de una famosa novela de Dan Brown e influenció mucho la comprensió­n de la sala y del fresco de Vasari, sobre el que se ensañaron para buscar el fantasma del fresco de Leonardo”, dijo, evocando los fallidos agujeros de 2012.

Simonetta explicó que en verdad el “cerca trova” que puede leerse allí no tiene nada que ver con el fresco supuestame­nte perdido de Leonardo, sino que se trata de una “tomada de pelo” que Cosme de Médici, a través de Vasari, le dejó a su enemigo, el condottier­o de la rica familia Strozzi, a quien quiso decirle que quien busca la libertad la encuentra.

“La ignorancia historiogr­áfica genera monstruos”, comentó Simonetta, que celebró haber llegado, después de décadas, a la conclusión de que el fresco de la Batalla de Anghiari nunca existió. Sí fue concebido y se convirtió en una leyenda metropolit­ana también debido a que en un momento el gigantesco cartón de presentaci­ón de la obra comisionad­a, realizado en colores y descripto como “una obra milagrosa”, con caballeros y sus caballos retorcidos en una profunda torsión, fue enmarcado y colgado en una pared del Palazzo Vecchio. El cartón podía parecer un fresco, explicaron los expertos, que recordaron que varios artistas realizaron copias, incluido Rubens (1577-1640). Pero el enigma ahora está resuelto.

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Reuters Un gigantesco telón presidió el gran anuncio en 2012, ahora refutado
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Reuters Los orificios que se hicieron en 2012 en la obra de Vasari

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