Scaloni pisa la Bombonera con cautela y la columna a medio armar
El DT estará bajo la lupa, como siempre desde que debutó en una función polémica
Una sola vez se puso la camiseta de la selección en las siempre sinuosas eliminatorias. Y no fue cualquiera: aquel sábado 26 de marzo de 2005, esa formación especial que había armado José Pekerman le ganó 2-1 a Bolivia. Doble mérito: ese equipo B diseñado para la ocasión se impuso luego de ir perdiendo y en un escenario adverso, los 3640 metros de altura de La Paz. Lionel Scaloni, entonces jugador del Deportivo La Coruña, fue un lateral volante aplicado que aguantó los 90 minutos allí donde volverá en unos días a hacer su segunda visita, con la misma misión, aunque ahora esté parado al costado de la cancha. Nunca más ganó la Argentina en el estadio Hernando Siles. Un guiño más: en este tramo de su vida, Scaloni se acostumbró a las primeras veces.
A los 42 años, dirigirá por primera vez a la selección en las eliminatorias, como algo más de dos años atrás se hizo cargo por primera vez de un equipo profesional. Pero ya no es el de aquellos días: ahora se siente seguro, dueño de un lugar que al principio habitó en puntas de pie. Es, también, el responsable de un montón de otras primeras veces: el grupo que hoy pisará la Bombonera es su creación, la renovación de una época dorada que no pudo coronarse con un título. Hasta llegar acá, su gestión tuvo 21 partidos de ablande, que includt yó la Copa América de Brasil. Pero también una pausa de casi 11 meses entre el último partido –un empate ante Uruguay en Israel, en noviembre– y el de esta noche.
En dos de las tres últimas eliminatorias, la Argentina se clasificó al Mundial recién en la última fecha. Aquel abrazo de Maradona y Bilardo en el Centenario en 2009 y los tres goles de Messi en Quito en 2017 se recuerdan por eso: fueron postales de un desahogo. El entrenador sabe que no los espera una alfombra roja camino a Qatar. “El que dice que va a ser fácil, arranca equivocado. Hay que ir partido tras partido, pero lo mismo pensarán los otros entrenadores. Creo que no es más ni menos de lo que fue la Copa América: los equipos son los mismos, con la diferencia de que ahora es más extenso y podemos cambiar algo si no va bien”, matizó ayer en la conferencia de prensa virtual que ofreció desde el predio. No es menor la salvedad: recorrer el continente implica enfrentar contingencias que no se repiten en copas o mundiales.
Para empezar, el DT tiene la bendita columna vertebral del equipo todavía en construcción. La irrupción de Emiliano Martínez en el arco (debutante) implica un interrogante: de confirmarse su titularidad, sería el octavo arquero en sumar minutos en el ciclo. Al guardián del Aston Villa inglés lo aúpan su roce europeo y también su proyección: tiene 28 años y el cree que es el momento indicado para darle la responsabilidad, lo que sentará en el banco a los arqueros de Boca y River. La dupla de centrales se armará con el gran momento de Martínez Quarta y un segundo integrante al que hace rato se le pasó la primavera futbolística: la presencia de Otamendi se explica por la ausencia de un central zurdo de jerarquía más que por lo que él pueda ofrecer hoy. La experiencia, ese intangible, es lo único que todavía lo sostiene. Después, y hacia adelante, aparecen las certezas. Paredes jugará su partido número 13 de manera consecutiva como 5 de la selección y Lautaro Martínez atropella con su calidad y goles en Inter.
El estilo, más importante que la táctica, no merece discusión para el entrenador. Tampoco Messi, claro. Si bien se cuidó de no confirmar la formación a la prensa, Scaloni se enfocó en la manera que quiere que su equipo respete ante Ecuador, un rival con un colega conocido en el banco (debutará Gustavo Alfaro) y mil problemas: “Nosotros intentamos tener siempre tres opciones arriba y el partido de mañana será de esta manera. ¿Leo? Siempre será delantero, más allá de que a veces esté de 9 o de segunda punta”, apuntó. El tercer integrante de ese ataque será Lucas Ocampos, el que más creció en la última temporada: un año atrás, todavía no había debutado en la selección.
Scaloni camina de un lado al otro por las hectáreas de Ezeiza, no del todo feliz en estos días: “No me gusta nada separar a los jugadores. Es extraño que algunos estén en una parte del predio y otros, en otra”, se amargó, otra vez en su rol de constructor grupal. Se refería a la incomodidad que genera la pandemia, un mal menor comparado con lo profundo. Y lo sabe: “Es una dificultad increíble, sumado a estas fechas sin público y en un ambiente extraño. La situación es muy difícil, el resultado del partido nada va a cambiar. Hoy el fútbol pasa totalmente a segundo plano”, bajó el tono. Hoy volverá a subirlo, en el corralito de la Bombonera.