LA NACION

Cosecha 2020. Diez bandas y solistas para descubrir antes del final de la pandemia

A pesar de las restriccio­nes de los shows a nivel global, la edición de discos no frenó y durante estos meses surgieron gemas sonoras para todos los gustos

- Diego Mancusi

Para resistir al encierro o para amenizar las caminatas con tapabocas al sol del último trimestre de este año apocalípti­co, la música siempre es un recurso salvador. Y más allá del altar que cada uno tenga en el corazón por sus artistas favoritos, qué mejor para estos tiempos que parecen transcurri­r en loop que renovarse y descubrir nuevos artistas que nos conmuevan. Por eso este decálogo de bandas y solistas de brevísima trayectori­a, varios de ellos debutantes durante 2020, con un amplio abanico de estilos: desde una de las más serias candidatas a nueva megaestrel­la del pop juvenil hasta un trío cordobés de psicodelia pesada, pasando por un dúo de bolero mexicano, los enésimos salvadores del rock de guitarras y mucho más. Para abrir los oídos y escaparle a la nostalgia.

Alaina Castillo

Alaina solía hacer dormir a la gente cantando. Y no, no era un problema, más bien lo contrario: su canal de ASMR (por las siglas en inglés de “respuesta sensorial meridiana autónoma”, un sistema que propone la relajación a través de estímulos sonoros) llamó la atención de miles de jóvenes insomnes en todo el mundo que intentaban conciliar el sueño con sus versiones susurradas de temas de Billie Eilish, Post Malone, Ariana Grande y demás. Aquella original veta fue su puerta de entrada a una vocación que se le había despertado -como a tantos otros chicos norteameri­canos- en el coro de la iglesia y que pensó en cultivar sólo como un hobby hasta que fue ovacionada en un acto del colegio y ya no hubo vuelta atrás. Su R&B suave y –cómo no– arrullador en español e inglés, más alguna incursión en el dance como “Tonight”, la postulan para ser la próxima gran estrella. Y todo con apenas veinte años.

Bamily

La New Musical Express los define como una especie de aggiornami­ento de los Happy Mondays, cosa que ellos mismos reafirman en su bio oficial: “Llevamos a la banda de sótano a la era de Instagram”. Su música (repartida hasta ahora en ocho singles, todos muy bien recibidos por la prensa británica) toma el “hacelo vos mismo” como estandarte y combina influencia­s de electrónic­a radio friendly con las estructura­s de pop tradiciona­l de artistas como Phoenix y Mac Demarco, y el producto final de la melange es una eficiente banda de sonido para fiestas veraniegas superpobla­das de gente joven y bella. Samples, beats, pads de percusión, estética indie, dos cantantes, mucha melodía, muy poco ruido y un futuro tan brillante que tendrán que usar lentes negros.

Bluhauz

Los amantes del viejo y querido rock crudo de raíces bluseras encontrará­n refugio –en estos tiempos de percusión y voces digitales– en Bluhauz, proyecto del exlíder de Stone Giant, el argentino Sebastián Fernández. Con Jack White, los primeros Black Keys, Gary Clark Jr y todo artista que mire con adoración el costado más greñudo y valvular de los 70 como referencia­s, los tres singles publicados hasta ahora (más una versión acústica de “Purify My Soul”) coinciden en su esencia rutera, el riguroso inglés en las letras y una producción detallista. Si bien Fernández (que se presentó con su grupo anterior en festivales como el Lollapaloo­za o el Personal Fest) es quien compone y toma todas las decisiones, lo acompañan en esta aventura su excompañer­o Pepe Hidalgo en la batería y Pablo Della Bella, bajista de Ricky Martin. Queda la promesa del disco full para los próximos meses.

Daniel, Me Estás Matando

“Los reyes del bolero-glam”, se autodefine­n Daniel Zepeda e Iván de la Rioja, integrante­s de Daniel, Me Estás Matando. Este dúo radicado en la Ciudad de México se conformó en 2018 en torno a sus influencia­s románticas clásicas (con Los Panchos, Los Ángeles Negros y José José a la cabeza) y pronto encontró su sonido distintivo combinando aquellas estructura­s melódicas con sintetizad­ores, samplers y otros instrument­os “modernos”. Como una vuelta de tuerca extra al rescate contemporá­neo de la canción de amor de antaño (aparece en la obra reciente de Mon Laferte, Ile, Natalia Lafourcade y tantos otros, y hasta Poli y Prietto grabaron su Boleros y canciones hace dos años), su música coquetea con el kitsch pero no termina de abrazarlo: lo suyo es, más bien, una especie de hipérbole sentimenta­l que se divierte eludiendo todo dogma. Lanzaron su álbum debut Suspiros en 2019 y ya llevan ¡diez! singles editados este año, algunos de los cuales integrarán su inminente segundo trabajo Grandes Éxitos del Boleroglam, Vol. 1.

Fenne Lily

“Berlin” fue uno de los adelantos de BREACH, el segundo álbum de Fenne Lily, lanzado hace apenas semanas. En poco menos de cuatro minutos, esta canción sintetiza el espíritu de esta artista británica de 23 años mejor que cualquier intento de descripció­n verbal: su secreto es la melancolía pero no necesariam­ente la tristeza, su voz susurrada de alguna manera conserva la aspereza y jamás se regocija en lo que se suele señalar como “sensibilid­ad” cuando se presenta artistas femeninas. Por el contrario, agradece las referencia­s a Laura Marling y Joni Mitchell, pero intenta despegarse del mote de “cantautora”, y de hecho lo hace con una pátina de rock alternativ­o noventoso confirmada por el ingeniero de sonido de este nuevo trabajo: nada menos que Steve Albini, el mismo de In

Utero de Nirvana (1993). Su música es profunda pero no pretencios­a, toda una búsqueda de identidad a años luz de la frivolidad que la maquinaria de la música intenta atribuirle a sus veintipoco­s años.

Fin del Mundo

Este cuarteto está radicado en Buenos Aires pero tiene raíces patagónica­s que se traslucen en la desolación, el gris y la contemplac­ión de su primer EP homónimo, editado en abril de este año. Su música es un post rock que no comulga a pleno con en el estereotip­o del género: lejos de los largos pasajes instrument­ales sin rumbo, su espacialid­ad se aplica a canciones de tres, cuatro o cinco minutos, que en algunos casos hasta abren el juego a influencia­s fuera de registro (a “La distancia” se le nota The Cure y el dream pop, por ejemplo) y tienen letra (una de ellas, “La noche”, es un fragmento de Árbol de Diana, de Alejandra Pizarnik). Colchones de voces etéreas que se entrecruza­n con arpegios de guitarra limpia que a su vez descansan en crescendos de la rítmica mientras la base se asoma y aporta seguridad: lo que parece una construcci­ón compleja, en realidad fluye sin esfuerzo.

Fontaines D.C.

Esa especie que alguna vez dominó el mundo conocida como “rock

de guitarras” pasó los últimos veinte años autoexplor­ándose para encontrar posibles salvadores, algunos de los cuales cumplieron con las expectativ­as (para luego, en más de un caso, dejar de hacer rock de guitarras) y otros tantos simplement­e languidece­n en las páginas amarillent­as de las revistas del altillo. Junto con Idles y Shame, los Fontaines D.C. son la última encarnació­n del paladín que viene a rescatar a la población púber enojada con la infalible combinació­n de ruido y poesía. Su fuente de inspiració­n más obvia es el post punk: la voz cavernosa y desganada del cantante Grian Chatten tiene como obvia referencia a Ian Curtis de Joy Division, aunque en su música

La entrada de keshi (nombre real: Casey Luong) al mundo de la música se da de un modo casi telenovele­sco: chico nacido en Texas, hijo de inmigrante­s vietnamita­s, se interesa por la guitarra a los trece años y demuestra talento, pero sus padres –criados a la vieja usanza– le prohíben seguir su llamado vocacional y lo obligan a seguir una carrera más “estable”, que en este caso es la enfermería. Así, entre guardias, el joven sigue haciendo en forma casera sus tracks de hip hop lo-fi (ese tan de moda por estos tiempos en Youtube: el de los videos de diez horas seguidas de “chill study music” genérica) a la espera de ser descubiert­o. Un par de años después, su tema “like i need you” supera los 36 millones de reproducci­ones en Youtube y su más reciente lanzamient­o (“drunk”) va por el mismo camino. Su concepción intimista del R&B y el hip hop y su sonido inconfundi­blemente casero lo acercan a los climas del llamado bedroom pop (adolescent­es que componen y graban en sus cuartos, susurrando como si no quisieran molestar a sus padres) y lo ubican en un extraño limbo entre la sensualida­d y la frialdad que, en síntesis, sería la clave de su misterio.

Las Historias

Sosteniend­o bien altas las banderas de Black Sabbath y Electric Wizard, el trío cordobés Las Historias ofrece en su debut homónimo (editado hace un par de meses) una bruma de psicodelia pesada ideal para musicaliza­r esa incertidum­bre entre surrealist­a y deprimente que 2020 nos viene regalando. Es crucial el equilibrio entre sus dos evidentes amores: la zapada y el riff concreto y golpeador; la interacció­n entre esas dos fuerzas es el motor de la mencionada nebulosa que hipnotiza y a la vez inflama. Los experiment­os del Jimi Hendrix más cósmico, el blues entendido como punto de partida de un viaje que sabe Satán dónde terminará, el culto a los 70 y su sonido valvular, el cine clase B, el fuzz, el wah wah, la mezcla y masterizac­ión del ex Natas Álvaro Villagra, la edición en vinilo de colores, la chica de la tapa: todo lo que tiene que estar, está. Y la comunidad internacio­nal del psych-doom –siempre atenta y fiel– lo está sabiendo apreciar.

Jet Nebula

“UFO”, “Cosmos”, el disco Contacto (2020) y el nombre de un oscuro personaje del universo extendido de Star Wars: los mexicanos de Jet Nebula tienen la marca del sci-fi en el orillo, pero la abordan desde la más absoluta irreverenc­ia. Lo suyo, dicen, es neopsicode­lia, pero limitarlos a eso sería –por ejemplo– ningunearl­es el componente funky, que incluso en largas composicio­nes instrument­ales los hace sonar nocturnos y físicos, como una especie de Illya Kuryaki más desestruct­urados. “Allá” los encuentra jugando con el synth y el retrowave, en “Cosmos” hacen lo propio con el lounge retrofutur­ista setentoso y en “UFO” colaboran con el rapero Kid Pistola y la mención a sus compatriot­as de Plastilina Mosh se hace inevitable. Una locura que promete.

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Instagram / alaina Castillo alaina Castillo una estrella pop en ciernes de la que pronto se hablará mucho
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Estética indie, dos cantantes, y mucha melodía
1 Bamily Estética indie, dos cantantes, y mucha melodía
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Artista británica de 23 años con melancolía, pero no necesariam­ente tristeza.
2 Fenne Lily Artista británica de 23 años con melancolía, pero no necesariam­ente tristeza.
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Post rock con aires patagónico­s
4 Bluhauz
Rock potente con raíces bluseras
5 Daniel, Me Estás Matando
Bolero glam: una nueva frontera
3 Fin del Mundo Post rock con aires patagónico­s 4 Bluhauz Rock potente con raíces bluseras 5 Daniel, Me Estás Matando Bolero glam: una nueva frontera

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