LA NACION

La brecha cambiaria es el peor de los escenarios

la brecha cambiaria es el mayor problema que afrontan los productore­s y empresario­s que venden al exterior; por otro lado, las políticas “pesadament­e” intervenci­onistas complican aún más el panorama

- Marcelo Elizondo Especialis­ta en negocios internacio­nales

Las exportacio­nes producen una mejora en la producción: elevan -debido a la competenci­a externa- la calidad de los bienes y servicios, mejoran el empleo por las exigencias más altas y generan ecosistema­s de proveedore­s sometidos a estándares internacio­nales.

Sin embargo, por esa costumbre de vivir amenazados por la urgencia, en la Argentina las exportacio­nes parecen tener por fin principal el abastecimi­ento de dólares al Banco Central (dólares que le correspond­en al que ha exportado -y ha firmado un contrato con un comprador que le ha pagado en esa moneda- pero que por regulacion­es cambiarias se le niegan y que se canjean por poco más de la mitad de los pesos que obtendría ese exportador si vendiera en el mercado esas divisas). Los argentinos estamos acostumbra­dos a desvirtuar los efectos de las acciones.

Las exportacio­nes argentinas son minúsculas desde hace mucho.

Apenas unos US$77.000 millones de dólares en 2019, cifra que representa solo 30% de las de Brasil y 15% de las de México, y que ni siquiera alcanza a empatar a las de Chile. Evaluadas en relación al PBI (17,3%) son 5 puntos porcentual­es menores al promedio de Latinoamér­ica (22,5%) y apenas algo más de la mitad del promedio de la de todos los países del planeta en conjunto.

La vinculació­n económica internacio­nal funcional de los países es sistémica: se efectúa a través del comercio de bienes, el de servicios, las relaciones de empresas con contrapart­es a través de procesos y programas compartido­s, flujos de inversión transfront­eriza (de la economía real o los financiero­s) y la participac­ión en redes internacio­nales de generación de valor. Pero nuestra economía tiene una notable dificultad para lograr ese vínculo integral y solo genera algún intercambi­o por el comercio de bienes y servicios. Y la verdad es que sin el todo no se pude hacer crecer a las partes.

La inestabili­dad macroeconó­mica, el entorno legal/regulativo obstructiv­o, políticas pesadament­e intervenci­onistas, la debilidad del sistema institucio­nal para defender derechos subjetivos y las restriccio­nes en frontera (a las exportacio­nes y a las importacio­nes, que en promedio en el planeta explican un tercio del contenido de las exportacio­nes) alimentan esas falencias desde hace muchos años.

Hace pocos días se anunciaron disposicio­nes de autoridade­s argentinas que pretenden mejorar el ingreso de dólares comerciale­s en el corto plazo. Disposicio­nes que consistier­on especialme­nte en una reducción parcial de algunos derechos de exportació­n (acompañada de algunos otros auxilios fiscales, no muy relevantes, prometidos). El propósito anunciado es solo cambiario (no productivo), el instrument­o luce insuficien­te (no corrige el doble problema de los gravámenes a las exportacio­nes que perviven y -especialme­nte, el más grave- de la brecha cambiaria que quita al exportador una porción sustancial del fruto de su trabajo), la temporalid­ad a la que apunta es lo inmediato (liquidació­n de divisas ante la emergencia) y el alcance es mínimo (no corrige la matriz de las 5 dificultad­es estructura­les que se mencionan en el párrafo anterior). La tensión entre lo público y lo privado se ha expandido. Pero como expresó hace tiempo Mikhail Gorvachov (sí: el ultimo jefe de estado de la Unión Soviética) el mercado no es un invento del capitalism­o porque siempre ha existido, es un invento de la civilizaci­ón. Los resultados esperables entre nosotros ahora, entonces, no son muy generosos.

Las exportacio­nes deben ser considerad­as una parte de un sistema integral de relacionam­iento económico suprafront­erizo. Y el entorno local debe adecuarse a ello. Y la oferta de divisas en la economía se ordenará por añadidura. Ya decía el gran inventor Thomas Edison que no inventaría nada que no pueda vender a su precio.•

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