Un nuevo camino que presenta más incertidumbres que certezas
“Se va a profundizar la brecha educativa porque unos chicos van a tener clases y otros no, incluso dentro de sus mismas provincias”, alertaba anoche un docente de larga trayectoria tanto en el aula como en el manejo de la pelea sindical en el ámbito educativo.
Se refería a la inédita decisión de permitir que cada jurisdicción haga lo que crea conveniente con sus estudiantes, según golpee la pandemia de Covid-19 en su distrito, que se votó anoche por unanimidad en el Consejo Federal de Educación.
Más allá de la falta de estrategia para enfrentar el nuevo desafío, el Ministerio de Educación de la Nación ya no pudo disimular el descontento de algunos distritos que parecieran tener controlada la pandemia, de los padres y de los chicos que quieren volver a clases después de más de 200 días de virtualidad y encierro, y de la crisis que atraviesa el sector privado que brinda ese servicio, que está al borde de la quiebra.
Para muestra de esa tensión alcanza con señalar lo que vivió el propio ministro ayer: mientras Trotta lideraba la reunión de Zoom desde la comodidad de un salón del Palacio Sarmiento, en la vereda se manifestaban con carteles y algunos objetos ruidosos maestras jardineras y directoras de instituciones privadas que no saben si podrán reabrir sus puertas en el próximo ciclo lectivo.
Aunque no es escolaridad obligatoria, y de hecho quedó en el olvido un proyecto de ley nacional que en ese sentido se presentó hace casi 4 años para la sala de 3 años y se votó por unanimidad en la Cámara de Diputados pero no siguió su curso en el Senado, los jardines maternales fueron los más perjudicados en esta crisis sanitaria: muchos padres decidieron romper su vínculo contractual, ya que sus hijos ni siquiera iban a perder contenido pedagógico mientras se mantuviera la cuarentena.
El ministro Trotta, que lleva casi dos meses sin completar el equipo pedagógico nacional tras la renuncia de Adriana Puiggrós, secretaria de Educación, admitió que al menos un millón de chicos argentinos quedaron fuera del sistema educativo virtual. La cifra no es nueva y muchos plantean que es mayor, pero es difícil tener certezas estadísticas en la Argentina.
Especialistas en educación no solo han manifestado en estos más de 200 días sin clases presenciales el peligro del abandono específico por la pandemia, sino que advirtieron que el retorno a la escolaridad de esos alumnos será una tarea muy difícil de emprender en el próximo ciclo lectivo.
Ese triste panorama se completa con los datos que la Argentina arrastra desde hace años: solo el 50% de los adolescentes que ingresan en el secundario lo concluyen, sino que de esa cifra, lo terminan en tiempo y forma cerca del 25%. Y no hace falta recordar los problemas de comprensión textos y de resolución de cálculos matemáticos que tienen los adolescentes, según las evaluaciones nacionales e internacionales.
A la grieta educativa existente antes de la aparición del Covid-19, que incluye currículas pedagógicas distintas en cada jurisdicción, se sumará ahora la disparidad de tiempo de aula entre quienes residen en lugares de poca o nula circulación del virus frente a los que no podrán volver a la escuela porque la situación no encuentra control y sosiego.
Así como los padres y los chicos mayoritariamente anhelan el regreso a la actividad normal, los gremios docentes advierten sobre los riesgos de reabrir instituciones que ya no estaban en condiciones antes de la irrupción del virus.
Interrogantes
Entre las preguntas que se empezarán a formular las autoridades educativas provinciales y que tendrán que compartir con los gremios docentes y los equipos pedagógicos de los establecimientos de gestión pública y privada habrá muchas vinculadas a la infraestructura edilicia, al transporte de chicos y adultos y a los contenidos pedagógicos.
“Hay muchas escuelas sin siquiera agua potable. Hay muchas otras sin portero. Los salarios iniciales están por debajo de la línea de pobreza y los salarios mejores están alcanzados en muchos casos por el impuesto a las ganancias”, sintetizaban fuentes vinculadas con la actividad gremial, que advertían que el “semáforo epidemiológico” y el protocolo sanitario que se van a aplicar en las escuelas “no” son posibles “si no hay inversión” en infraestructura.
Muchos auguran un próximo año complejo porque habrá que articular dos ciclos de saberes para que a fin de 2021 las evaluaciones permitan que los chicos sigan adelante con sus esquemas pedagógicos sin sentir la responsabilidad de la pandemia sobre sus propias calificaciones.