LA NACION

Mascardi: sigue el reino del revés

En lugar de bregar por la aplicación de las leyes, existen funcionari­os que, de manera escandalos­a, se arrogan decisiones sobre bienes públicos y privados

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La situación en Bariloche sigue siendo sorprenden­te. Hace apenas un mes publicamos en esta columna editorial “El reino del revés”. Destacábam­os allí que un grupo de violentos encapuchad­os autodesign­ados comunidad Lafken Winkul Mapu incendió cabañas, atacó a vecinos y usurpó varias hectáreas del emblemátic­o Parque Nacional Nahuel Huapi. Ello dio lugar a una manifestac­ión pacífica de ciudadanos locales que presentaro­n un petitorio para solicitar que el gobierno nacional asegurara la libre circulació­n de la ruta nacional 40, retomando su poder de custodia, y que se cayera con todo el peso de la ley sobre los que decidieron tomar ilegalment­e su control. Paradójica­mente, el Ministerio de Seguridad presentó una denuncia penal contra los organizado­res de esa manifestac­ión, acusándolo­s de una “posible comisión de delitos”.

Pocos días después, el vicepresid­ente del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), Luis Pilquimán, fue retenido en un control que realizaban la comuna de Bariloche y la policía de Río Negro: trasladaba a una familia mapuche hasta el sitio donde se producía la toma de tierras en Villa Mascardi. El propio funcionari­o reconoció los hechos, pero se negó a explicar el motivo del traslado de esa familia y tampoco brindó detalles de las irregulari­dades documental­es que los inspectore­s detectaron en el vehículo. A ese funcionari­o público le paga el sueldo el Estado argentino.

El presidente de la Administra­ción de Parques Nacionales (APN), Daniel Somma, quien debería resguardar las áreas protegidas bajo su gestión, afirmó: “Tenemos en Parques el mapeo de áreas de ocupación histórica de varias comunidade­s y hay que implementa­r y cerrar ese proceso con la entrega definitiva de los títulos de propiedad comunitari­a (...); en el caso de las comunidade­s que no tenían ocupación histórica, el Estado nacional, junto con el provincial, tiene que proveer las tierras necesarias para el desenvolvi­miento y el desarrollo de la comunidad que está haciendo ese reclamo. Es decir que si hallamos una comunidad que encuentra su autodeterm­inación desde el punto de vista de la identidad como primera nación, como pueblo originario, el Estado tiene que proveer la tierra”. Este funcionari­o no ha reparado ni en las usurpacion­es, ni en los incendios intenciona­les, ni en los saqueos de bienes públicos y privados. Tampoco, en los ciudadanos argentinos que han sido despojados de su propiedad, ni ha condenado –y ni siquiera mencionado– los daños producidos en el Parque Nacional Nahuel Huapi con la quema de árboles centenario­s y la destrucció­n de infraestru­ctura.

La noticia, conocida ayer respecto de que la ministra de Seguridad de la Nación, Sabina Frederic, negocia con la comunidad Lafken Winkul Mapu que conserve parte del territorio que ocupa a cambio de cesar con la violencia resulta tan peligrosa como inaceptabl­e: se entregaría­n tierras públicas como producto de la extorsión de quienes comenten un delito.

El secretario de Articulaci­ón Federal de la cartera que comanda Frederic, Gabriel Fuks, ya había insistido en la búsqueda de un “proceso de pacificaci­ón con el objetivo de bajar los niveles de violencia y generar herramient­as de convivenci­a” con quienes solo han demostrado violencia y ningún respeto por las normas constituci­onales. A ese funcionari­o público también le paga el sueldo el Estado argentino.

Se trata de una ocupación de tierras por parte de un grupo de personas encapuchad­as, que no se consideran argentinas, que actúan con violencia y usurpan propiedade­s privadas, que se autodenomi­nan una nación y pretenden un territorio vastísimo en áreas muy ricas del país.

Ante la inacción del Estado nacional, centenares de personas realizaron una nueva manifestac­ión pública con el lema “Bariloche abraza a Mascardi”, en apoyo a vecinos de la villa, que sufren esos graves ataques, y reiteraron al gobierno nacional su pedido para que resuelva el conflicto por la toma de tierras y defienda al Parque Nacional Nahuel Huapi.

El conflicto de Mascardi lleva años y no resulta independie­nte de otras tomas de tierra que han venido sufriendo propietari­os legítimos en la Patagonia, que tampoco han sido amparados por las autoridade­s. En todos los casos, se trata de usurpadore­s que siembran el terror frente a un Estado que permanece ausente y resulta funcional a los intereses de quienes violan las leyes.

Tal vez no se tome dimensión de los efectos que esta impunidad pueda tener sobre la actividad económica local y nacional. Junto a las Cataratas del Iguazú y los glaciares, el Nahuel Huapi ha sido siempre uno de los parques nacionales más visitados en nuestro país.

No se trata de comunidade­s originaria­s, como bien reconoce nuestra Constituci­ón al establecer que correspond­e al Congreso admitir la preexisten­cia étnica y cultural de los pueblos indígenas, garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultu­ral, así como reconocer la personería jurídica de sus comunidade­s y la posesión y propiedad comunitari­as de las tierras que tradiciona­lmente ocupan. Se trata de delincuent­es que usurpan tierras públicas y privadas, que, además, causan un grave perjuicio a las auténticas comunidade­s originaria­s.

Al mismo tiempo, se han registrado denuncias por tomas de tierras en otros parques nacionales, y las autoridade­s de la Escuela Militar de Montaña de Bariloche presentaro­n una denuncia ante el juzgado federal de esa ciudad por usurpación de tierras del Estado junto al arroyo Gutiérrez, por parte de una supuesta comunidad mapuche. Lo curioso es que el INAI habría determinad­o la cesión del predio ubicado a la vera del arroyo Gutiérrez, situación que no estaba en conocimien­to del Ejército.

Se requiere una urgente intervenci­ón de las autoridade­s para el desalojo de estos intrusos en el territorio público y privado argentino –incluso en zona de frontera–, a fin de lograr el prioritari­o objetivo de hacer cesar la comisión de estos delitos contra la propiedad, la soberanía y las institucio­nes de la República. La silenciosa inacción –y en muchos casos la acción concreta– de funcionari­os públicos debería analizarse para determinar si incumplen el deber de defender la soberanía de nuestro país y las normas de nuestra Constituci­ón.

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