LA NACION

Un grito solitario

El equipo de Scaloni comenzó el torneo con un éxito mínimo en un partido áspero y desprolijo; el próximo martes, la segunda fecha con Bolivia, en La Paz

- Andrés Eliceche

Apenas un penal de Messi le permitió a la Argentina superar a Ecuador, en una opaca actuación, en la apertura de la ruta eliminator­ia hacia el Mundial de Qatar

Al fin y al cabo, las eliminator­ias empezaron como habían terminado las anteriores: con un gol de Messi ante Ecuador. El zurdazo seco que estampó en la Bombonera fue una manera de entrar en los nuevos tiempos: alcanzó para ganar 1-0 un partido áspero, peleado, de más pierna que pie, una ventana al futuro inmediato. Adiós a la generación de estrellas: ahora a la selección la conduce el de siempre pero la empuja un grupo de muchachos con todo por inventar. Un destino, por caso: para llegar a Qatar habrá que trajinar por toda Sudamérica mientras se intenta fijar un estilo y una formación estable. Construir a partir de un triunfo siempre resulta un aliado. También un guiño: ganarle de local por la mínima diferencia a un rival en armado, lo que antes se hubiera olfateado con desconfian­za, ahora es una buena noticia.

El mundo cambió en estos tres años, pero el hilo que une el pasado y el presente de la selección sigue siendo el 10. El contexto también es diferente: en aquella noche de Quito de octubre de 2017 reinaba la angustia, que Messi desanudó con tres tantos que sirvieron para obtener el pasaje al Mundial de Rusia. Ahora es el capitán de un barco repleto de navegantes nuevos, tanto que 7 de los titulares que se presentaro­n en la Bombonera nunca habían jugado en esta competenci­a: Armani, Montiel, Martínez Quarta, Tagliafico, De Paul, Ocampos y Lautaro Martínez.

La renovación que comandó Scaloni tuvo 21 partidos antes de este. Y algunos nuevos matices se advirtiero­n en un estadio vacío, pandemia mediante, que el aliento impostado en los parlantes intentaba animar.

La voracidad por recuperar la pelota empieza a ser un rasgo distintivo. Se advirtió con nitidez ante cada pérdida: enseguida De Paul o Paredes saltaban a intentar recuperar, ayudados por el repliegue de los delanteros. Hasta Messi, el único exceptuado de esa obligación, participab­a de esa tarea. Pero, claro, gestionar pelota, espacio y campo suele ser una empresa más compleja que el voluntaris­mo que se necesita para recuperar la posesión. Y en ese ítem, se nota que queda mucho margen de mejoría.

Argentina, impulsada por el gol anotado a los 11 minutos, trató de mantener las líneas en 40 metros todo el tiempo, incluso con la ventaja. Como Gustavo Alfaro, el DT debutante en Ecuador, no quería ofrecer espacios, el partido fue más de fricción y roce que de lucimiento técnico. Gruezo vigilaba a Messi de cerca, y Arreaga y Arboleda a Lautaro

Martínez, un portento para jugar de espalda, siempre dispuesto al partido físico. Ocampos, la gran aparición argentina de un año a esta parte, no trastabill­aba nunca. Tiene desparpajo: antes de la ejecución del penal (que Estupiñán, por torpe, le había cometido a él) le preguntó a Messi si lo iba a patear el 10, dispuesto él a tomar la iniciativa si hiciera falta. El futbolista de Sevilla se ubicaba siempre en el lugar que Messi iba dejando libre, en la derecha o el centro: parte de su aprendizaj­e es leer los movimiento­s del 10.

Ante ese bloque compacto que ofrecía Ecuador, hacía falta mucha movilidad para generar espacios y velocidad para ejecutar antes de que llegara una pierna visitante a interrumpi­r. El ejemplo lo daba Enner Valencia, el único delantero que Alfaro puso de entrada: fue amonestado en la primera parte de tanto ir a chocar contra el que traía

la pelota. El partido avanzaba sin que el guión tuviera saltos, y así se hizo monótono. Argentina reclamaba imaginació­n ante un equipo que traía dos entrenamie­ntos con el nuevo DT y un solo sobrevivie­nte del histórico triunfo conseguido exactament­e cinco años atrás en el Monumental, el primero en 74 años viniendo aquí: Alexander Domínguez, el arquero, también jugó en aquel 2-0 en el arranque de las eliminator­ias pasadas.

Esa frescura ausente en la segunda parte Scaloni la buscó en Salvio, reemplazan­te de un fatigado Acuña. El incesante trajín empezó a cobrarse con errores: ni la selección mantenía la posesión con facilidad ni combinaba bien cuando tenía la pelota. Ocampos, tirado a la izquierda, buscaba reactivars­e en la nueva posición. Le hizo de frontón a Messi en una buena combinació­n sobre la media hora, la acción más lúcida de ese tramo, que terminó con la pelota en el córner tras el remate del capitán.

El cambio de figuritas siguió con el ingreso de Alario por Lautaro (9 por 9) del lado argentino, aunque lo que ya no cambiaría sería el nudo, A Ecuador le gustaba eso de mantenerse apenas un gol abajo, por si una jugada de estrategia le permitía acercarse al empate. Y la selección, con Messi menos participat­ivo, tenía menos luces. Las suficiente­s, al cabo, para atrapar los tres primeros puntos en el mojón inicial del camino a Qatar.

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Ap En el comienzo, Messi, de penal, abrió un partido que no tendría más goles en la Bombonera; el capitán aportó las pocas pinceladas de la selección de Scaloni
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el zurdazo de Lautaro martínez no llevará peligro al arco de ecuador; quedó en evidencia que la selección argentina todavía es un equipo que no termina de definir un estilo
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Fabián marelli

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