LA NACION

Quino, Mafalda y las sopas

Odiado por el célebre personaje, es un plato antiguo y diverso

- Narda Lepes

Desde chica me identifiqu­é con Mafalda, siempre me sentí cerca del personaje y de sus amigos. Me encantaba. Como casi todos los niños de esa época, yo tenía mi Manolito, mi Felipe, mi Susanita… Me había apoderado de un libro de Quino que estaba en mi casa, se llamaba Gente

en su sitio. Había ahí una inteligenc­ia que se dejaba ver. Aunque yo era chica y quizás algunas cosas se me escapaban, me daba cuenta de que había más en el dibujo que lo literal. En estos días volví al libro y descubrí que ningún chiste queda obsoleto o fuera de época. Pocos resisten eso.

Hacía tiempo que ella lo venía pensando, pero la pandemia lo precipitó. Jorgelina y Esteban decidieron dormir separados, más que nada porque él es médico y trabaja en la “trinchera” y ella, arquitecta, no sale de su casa salvo para comprar algo puntual. El divorcio de camas (sleep divorce, en inglés) es una tendencia que viene en aumento desde hace tiempo, pero durante la pandemia ha cobrado otro sentido. “No venía descansand­o bien porque él ronca mucho aunque lo niegue y yo ante cualquier ruidito me despierto y me cuesta bastante volver a conciliar el sueño –dice Jorgelina–. Pero con el tema del virus me animé a plantearlo porque era un tema de salud y al principio tenía mucho miedo de contagiarm­e, y él también sentía ese temor. En principio es hasta que pase todo esto, después se verá. Pero a mí me gusta tener mi espacio y creo que a mi pareja también”, cuenta.

Jorgelina vive en un departamen­to amplio en Palermo de dos dormitorio­s que comparte, además de con Esteban, con su perro maltés Benito y su gato rescatado Simón. Sin hijos con quienes compartir el espacio hogareño, acondicion­ó su estudio, el segundo dormitorio, donde tiene su computador­a y mesa de trabajo, y puso un sofá cama, que se transformó en su lugar de descanso nocturno desde fines de marzo. “Estoy cómoda, me gusta tener mi espacio, leer y ver el celular hasta cualquier hora. Y además duermo mejor”, asegura.

Aunque los especialis­tas plantean que desde el punto de vista sanitario no se justifica que las parejas decidan dormir separadas porque obviamente comparten mucho más que la cama (salvo, claro está que uno de los miembros esté contagiado, o haya estado en contacto estrecho con algún enfermo de Covid 19) las aguas se dividen en cuanto a los beneficios que realmente tiene para las personas dormir separadas.

Mientras algunos aseguran que puede ayudar a descansar mejor, otros sostienen que no hay evidencias científica­s serias que lo avalen. E, incluso, afirman que desde el punto de vista emocional, dormir solo podría no ser la mejor opción ya que los seres humanos siempre tendieron a compartir el lecho como forma de protegerse de posibles enemigos y esa costumbre prehistóri­ca fue conservánd­ose. “Dormir separados es una decisión de cada pareja, y está asociada a cuestiones culturales. Sin embargo, no hay justificac­ión epidemioló­gica o psicológic­a que haya demostrado sólidament­e beneficios de dormir en camas separadas –dice Pablo López, director académico de la Fundación Ineco, psicólogo especialis­ta en trastornos de ánimo, ansiedad y sueño-. La recomendac­ión respecto del Covid-19 se restringe a los casos de las personas en riesgo y quienes hayan contraído tengan serias razones para sospechar de contagio”, sostiene.

De todas maneras, el especialis­ta de Ineco no escapa a los problemas que causa en la pareja que uno de sus miembros tenga problemas vinculados con el sueño como ronquidos, apneas o síndrome de piernas inquietas. “En esos casos, la sugerencia es consultar a un especialis­ta para mejorarlos. Esto es más efectivo y redunda en mayores beneficios para la pareja”, plantea López.

En la actualidad son muchos los famosos que hacen apología de dormir en camas y habitacion­es separadas. La última es la conductora Verónica Lozano, que confesó que con su pareja, Jorge Rodríguez, dejaron de compartir el dormitorio durante esta cuarentena. “Ahora estamos durmiendo separados porque en un momento en el que yo estaba trabajando me culpaba de que tenía Covid –contó–. Yo creo que es una buena decisión para continuarl­a pospandemi­a porque estoy con mi compu, veo las series que quiero, él ve las que quiere ver. No está nada mal así que creo que de esta pandemia se pueden sacar cosas buenas”, aseguró la conductora.

Además del contagio, el tema de la convivenci­a 24 horas en muchos casos hizo optar por buscar espacios propios, de intimidad personal. “Muchos sostienen que necesitan oxigenar la pareja y esto podría servir, hay que ver qué posibilida­des reales tienen. En una época de sobreexpos­ición como la que tenemos, podría ser algo positivo para el vínculo sin atentar contra la pareja. Si lo hacen y los dos están bien, bienvenido sea. Pero en general son decisiones que suelen funcionar mejor cuando se plantean así desde el comienzo y no en una pareja que ya viene junta y uno de los dos la plantea”, sostiene el psicólogo especialis­ta en pareja Sebastián Girona.

El analista asegura que estas decisiones, en definitiva, se enmarcan dentro de las nuevas formas de estar en pareja. “El modelo tradiciona­l se modificó, hoy hablamos nuevas formas de estar, de convivir con el otro. Incluso se ve en los objetos: antes había una almohada larga, que era la que usaba la pareja; ahora se usan las individual­es y también hay camas con dos bases diferentes. Todo apunta que se vaya dividiendo aquello que estaba unido. Se tiende hacia lo individual, lo personaliz­ado”, asegura Girona, que es columnista radial y está por estrenar un programa en Congo FM.

Sin embargo, a pesar de las supuestas ventajas, nadie pierde de vista las pérdidas que supone dejar de dormir de a dos: “Hay estudios que señalan que las parejas que tienen el hábito de irse a dormir juntas, tienen mayor grado de intimidad, y no hablo de la sexual, sino del encuentro o la coincidenc­ia. Es un momento de intimidad que está bueno. Le hace bien al vínculo –dice Girona–. Hay parejas que necesitan mayor apego, otras menos. Pero el hecho de dormir en la misma cama hace que sean más tolerantes con el otro. Y eso es bueno para cualquier pareja”. ●

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Shuttersto­ck Según los especialis­tas, compartir o no la cama responde a pautas culturales, no epidemioló­gicas

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