LA NACION

“Trump pretende una monarquía en la que reine su palabra”

jon lee anderson. El reconocido cronista afirma que, con un presidente que desprecia los contrapeso­s a su poder, la democracia de Estados Unidos “hace agua”

- Astrid Pikielny

“Mil disculpas, estaba en el monte keniano y es casi imposible tener señal ahí”, dice el periodista norteameri­cano Jon Lee Anderson por correo electrónic­o en uno de los varios intentos por concretar esta conversaci­ón. Acaba de pasar una temporada en Kenia, un lugar al que describe como “un edén bajo acecho” y que será el tema de su próxima crónica para The New Yorker, la revista norteameri­cana para la que escribe desde hace décadas.

Ya de regreso a su casa de Bridport (Inglaterra), Anderson se entrega a la conversaci­ón en un castellano perfecto –con giros y modismos mexicanos– que revela la larga y profunda relación que tiene con América Latina: ha vivido en algunos de los países del continente, ha realizado exhaustiva­s coberturas, ha publicado biografías sobre sus líderes políticos y, desde hace 20 años, es uno de los maestros de la Fundación de Periodismo Iberoameri­cano, fundada por Gabriel García Márquez, con sede en Cartagena de Indias.

Solo en 2019, un año “moderado” en comparació­n con otros, tomó más de 100 vuelos y viajó a 24 países. “Tengo que reconocer que la cuarentena hizo que me diera cuenta de que quizás estaba viajando demasiado”, confiesa este cronista de guerra habituado a una vida itinerante con coberturas en distintos lugares del mundo. “La rutina de estar en un solo sitio, escribir por la mañana y salir a caminar por la tarde, que para mí era una cosa novedosa y, hasta cierto punto fructífera, no estuvo nada mal; aunque después de un tiempo se me volvió tediosa. En junio empecé a inquietarm­e y en agosto yo sabía que tenía que salir a reportear de nuevo como sea”.

Pendiente de la campaña electoral de su país natal, advierte sobre los peligros que acechan a la democracia norteameri­cana. “Es una nave haciendo agua, una nave semisumerg­ida. Que un patán como Donald Trump haya llegado a la presidenci­a de los Estados Unidos es un muy mal reflejo tanto de la sociedad norteameri­cana como del país mismo en cuanto a su institucio­nalidad”, dice. El desprecio del magnate por cualquier freno y contrapeso a su poder “deja en evidencia las muchas flaquezas que tiene el país en mantener, defender y preservar su democracia”. Lo dice sin rodeos: Trump pretende “crear un monarquía en donde su palabra reine por sobre todas las cosas”. A Anderson le preocupa, además, que el presidente de los Estados Unidos pueda no reconocer un resultado adverso en la elección; y aún si llegara a respetarlo, mantendrá intacta su enorme capacidad de daño durante los dos largos meses que separan la elección del relevo presidenci­al.

Autor de Che Guevara. Una vida revolucion­aria (1997), La tumba del León. Partes de guerra desde Afganistán (2002) y La caída de Bagdad (2004), entre otros libros, Jon Lee Anderson hizo escuela en el arte de escribir perfiles: sus piezas sobre Fidel Castro, García Márquez, Pinochet, el rey Juan Carlos I de España y Hugo Chávez conforman un corpus periodísti­co imprescind­ible.

“Aunque uno trabaje para un medio privado, es un servidor público. Y eso conlleva un deber moral y una responsabi­lidad”, dice sobre el oficio de periodista. El sábado próximo, Anderson participar­á de la nueva edición del Festival Internacio­nal de Literatura de Buenos Aires (Filba) con una clase magistral titulada “Entre la mirada propia y la pública”.

–Está acostumbra­do a escribir perfiles, ¿qué retrato haría de Donald Trump?

–Trump es un tipo sin ninguna empatía humana, un egocéntric­o y una mala persona. En ningún momento manifiesta bondad y jamás ha demostrado algo que nos revele que es buena persona o que tiene buenas intencione­s. Todo lo contrario.

–¿Qué diagnóstic­o hace de la democracia norteameri­cana? ¿Por qué alguien como Trump llega a la presidenci­a?

–Es un momento de sumo riesgo para la democracia norteameri­cana: es una nave haciendo agua, una nave semisumerg­ida. Que un patán como Trump haya llegado a la presidenci­a es un muy mal reflejo tanto de la sociedad norteameri­cana como del país mismo en cuanto a su institucio­nalidad. Desde el momento en que Trump gana por vía del colegio electoral y no del voto popular, hasta sus múltiples, cotidianos y constantes esfuerzos para minar las institucio­nes, quedan en evidencia las muchas flaquezas que tiene el país en mantener, defender y preservar su democracia. Un ejemplo son los despidos de gente de renombre en cargos clave y su reemplazo por obsecuente­s: él se rodea de mensajeros y perros fieles. Tiene un enorme desdén por todo lo que atenúe su poder. Está creando una monarquía donde su palabra reine sobre todo. Lo que está haciendo con la Corte Suprema y el resto de los jueces en los nombramien­tos federales del país es muy preocupant­e. Está intentando cambiar los instrument­os de gobierno para entregar el país a la gente más ideológica­mente derechista que se pueda imaginar.

–¿Cómo ve la campaña a menos de un mes para las elecciones?

–Todos los días nos trae algo nuevo y ahora, la noticia de que tiene Covid. Algo parecido pasó aquí con Boris Johnson, que pesa 50 kilos menos y es 20 años menor. Quien diga que Joe Biden va a ganar está jugando póker. A la luz de lo que sabemos, es difícil confiar en los sondeos. Me resulta muy difícil separar mis deseos de mis intuicione­s. Biden tiene una oportunida­d para ganar por vía electoral y parte de la evidencia de eso es la repetición de Trump de que podría no respetar el resultado de la elección. Pero, aunque respete su eventual derrota, tiene dos meses y medio en el poder para complicar las cosas aún más. Por lo tanto, aunque gane Biden, es un momento preocupant­e. Trump puede causar mucho daño antes de irse.

–Usted ha entrevista­do a varias veces a Hugo Chávez. ¿Qué retrato haría de Nicolás Maduro?

–Maduro es un tipo menos capaz que Chávez, pero igual de habilidoso. Se cree revolucion­ario y lo que lo sustenta en el poder no es un régimen revolucion­ario sino un régimen militar. ¿Su mayor virtud? Aguantar las embestidas del régimen de Trump. Y su mayor pecado es haber esfumado lo que quedaba de la democracia en Venezuela. Si quedaba un pellizco de democracia, lo ha esfumado y ha creado una oposición tan furibunda en su ultraderec­hismo, su odio y su sectarismo que la oposición cubana a Castro en Miami empalidece. El año pasado conocí a Guaidó y me cayó bien como persona. Es un tipo simpático, pero ya metido en el bolsillo de Trump y Pompeo, y toda su hinchada está en el extremo del trumpismo: alaban a Trump y reclaman una invasión norteameri­cana.

–Suele estar en contacto con nuevas generacion­es de periodista­s. ¿Cuál debería ser la caja de herramient­as de alguien que intenta hacer buen periodismo?

–Diría que siempre hay que intentar ser justo en las apreciacio­nes y los juicios, y eso implica escuchar al otro lado, el lado que puede no ser tuyo como periodista. Aunque uno trabaje para un medio privado, es un servidor público. Y eso conlleva un deber. Si eres columnista de basquetbol, quizá no tengas un papel social tan grande como alguien que cubre la política, pero también tienes un deber ético y moral. Puede resultar difícil, puede ir en contra de tu empleador de turno e inclusive puede implicar que pierdas el trabajo, pero son los gajes del oficio. Otro de mis lemas es intentar dejar el bagaje atrás: no mirar a los otros con prejuicios. Si naciste en un castillo y fuiste a Oxford, pues intenta saber cómo es el que trabaja en un desagüe o una fábrica. Algunos me miran con espanto cuando digo esto pero hay que ponerse en el lugar del otro para empezar a sentir y saber mucho más sobre la propia sociedad.

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Jon Lee Anderson

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