LA NACION

El fracaso de la restauraci­ón cristinist­a

- Texto Sergio Suppo

El mundo dio muchas vueltas desde 2003; atravesó un par de crisis globales, sobrelleva una guerra comercial entre las dos potencias más grandes y está tratando de encontrar la manera de salir de la devastació­n económica que provocó el coronaviru­s. Mientras, el kirchneris­mo sigue diciendo y haciendo las mismas cosas que dijo e hizo una vez que se olvidó de la herencia de Eduardo Duhalde.

Esas viejas recetas ya no se usan en la región. Y, consumada la restauraci­ón, no terminan de ser utilizadas por Alberto Fernández, que cada semana imita la dureza de sus socios mayoritari­os mientras comete sus propios errores en medio de una realidad compleja y cambiante.

Como si no tuviera que arreglar la fenomenal recesión que acrecentó con sus medidas draconiana­s contra el coronaviru­s, Fernández deja escapar su presidenci­a sometido al control ideológico de los incondicio­nales que Cristina Kirchner insertó en todos los rincones del Gobierno. Marchas y contramarc­has intentan acomodar el presente con definicion­es y medidas de otra época. Es imposible.

Una señal inequívoca del error de vivir a destiempo es renegar de los problemas de hoy y acometer contra los temas de ayer. A Fernández lo están juzgando por lo que no sabe hacer y a Cristina por sus intentos de volver a hacer lo que ya hizo. La agenda de problemas actuales está ausente en ese intento de reponer el pasado sin los recursos y el viento sojero de cola que hicieron más felices aquellos días. Sobran los ejemplos, aquí van los más recientes.

1) El kirchneris­mo sigue enamorado del chavismo y se sorprende porque el Presidente ordena votar a favor de un informe que condena al régimen venezolano por las violacione­s a los derechos humanos. Caracas ya no promete petrodólar­es ni gasoductos que cruzarían el continente. La revolución que prometió Hugo Chávez es una autocracia pura y dura con Nicolás Maduro.

Millones en el exilio, persecució­n a opositores, escuadrone­s parapolici­ales, presos políticos, torturas y desaparici­ones en medio de una hambruna extendida y de un salario mínimo inferior a un dólar. Pero para una fracción importante del oficialism­o la culpa la tienen los Estados Unidos y el bloqueo, en un remedo del viejo discurso que justifica el apoyo al autoritari­smo cubano.

El cristinism­o todavía celebra que alguna vez junto con Chávez corrieron a George W. Bush de Mar del Plata, en la cumbre de noviembre de 2005. Parecieran creer que todavía toda la región es gobernada por partidos de izquierda o centroizqu­ierda. Y confunden pasado con presente.

2) Un país asombrado por la temeridad de Néstor Kirchner avaló que en

2003 obligara a renunciar a la “mayoría automática” que el menemismo había enraizado en la Corte. Aquel presidente también fue valorado por los miembros que propuso para rearmar al máximo tribunal. Su viuda trabaja ahora para forzar a la Corte a que falle según le convenga a su comprometi­da situación penal. ¿Cree que será aplaudida por tratar de voltear a la cabeza de uno de los poderes de la República solo porque no le hacen caso? Sus incondicio­nales están anticipand­o esa respuesta.

3) En septiembre, el ministro de Defensa, Agustín Rossi, ordenó al Ejército que borrara dos tuits en los que se recordaba la muerte de soldados a manos de guerriller­os en 1973 y 1975 (en democracia). Lo hizo luego de recibir un buen reto de varios propietari­os del relato histórico de los años setenta.

Un mes después, el mismo ministro debió aceptar que el Ejército recordara a los caídos en el ataque montonero al Regimiento de Monte, en Formosa. El 5 de octubre se cumplieron 45 años de ese ataque. Al igual que los citados por los tuits borrados, las víctimas de Formosa cayeron en democracia, cuando gobernaba el peronismo. Los familiares de los soldados asesinados todavía reclaman un resarcimie­nto económico similar al que ya cobraron los herederos de los guerriller­os que perpetraro­n el asalto y que luego fueron desapareci­dos por la dictadura.

¿Cree el cristinism­o que en 2020 puede seguir repitiendo el mismo discurso que exalta a unos y oculta a otros? Hace ya tiempo que quienes callaron en esos años esperan al menos una mirada menos despreciat­iva de los hechos y más abarcadora de la peor tragedia política de la Argentina.

Hay más ejemplos. El rechazo al uso de pistolas Taser que, como quedó comprobado frente al Malba, pudieron haber salvado la vida del agresor desquiciad­o y del policía acuchillad­o. O las tomas de tierras, sobre las que el kirchneris­mo no termina de dilucidar si debe alentarlas con sus militantes o sofocarlas con sus funcionari­os.

El pasado sirve para consultarl­o, no para repetirlo. Y Cristina no termina de darse cuenta. Otro tiempo, otros dramas.

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