LA NACION

Poema gaucho por Juan Pablo Roldán y su zaino “El Místico”

- Eduardo María Lanús Los que hacían que aguantara eran su hijo y su señora

Juan Roldán, un policía, de una conducta ejemplar, cuando empezó a trabajar estuvo en comisarías pero luego logró un día la cosa más anhelada, no se dudaba por nada que el hombre era de a caballo y a Veinticinc­o de Mayo fue a parar a la Montada.

Y en esa Delegación con vocación de servicio, desempeñab­a su oficio, con trabajo y con pasión por ser bueno en su función responsabl­e y servicial la Policía Federal decide que lo traslada al Cuartel de la Montada de Palermo en Capital.

Y allí el zaino que montaba era su gran compañero momentos buenos y fieros junto a su pingo pasaba “El Místico” lo llamaba y entre ellos se formó ese amor que también yo se lo que es, y se los digo de hermano, de buen amigo muy sentido por los dos.

Ese vínculo sagrado del animal y el humano, en los campos entrerrian­os Juan Roldán lo había mamado. Los tiempos muy complicado­s entraron a presentars­e y también por encontrars­e sin el merecido apoyo cuentan que ya andaba el criollo con ganas de retirarse.

y agregaba muchas horas por que nada les faltara no era nunca cosa rara verlo en un adicional porque en ésta época actual es verdadero milagro vivir con el sueldo magro que cobraba de oficial.

Desde el Cuartel, a un demente vieron con mucho detalle como andaba en plena calle amedrentan­do a la gente de ahí salieron tres agentes corriendo, casi a la par el hombre al verlos llegar que no estaba en sus cabales encaró a los oficiales con un cuchillo a matar.

Roldán no quiso matarlo, cosa que hubiese podido, y al verlo así, tan perdido le habló, queriendo calmarlo, pero él no quiso escucharlo, atropelló sin razón, y en aquella confusión sin pensar ni mediar nada le dio cuatro puñaladas y una fue en el corazón.

Juan alcanzó a disparar cuando cayó malherido quedaron los dos tendidos esa tarde en el lugar, no lo pudieron salvar al pobre de sus heridas falleció casi enseguida, por eso, seamos consciente­s de que cuidando a la gente, Juan Roldán, dejó su vida.

Me enteré que al otro día, corriendo la misma suerte también encontró la muerte el que mató al policía, tal vez no lo merecía pero por su acto tan cruel

la viuda y el hijo de él sin consuelo están llorando y un zaino sigue esperando que Juan regrese al Cuartel.

Después en la Federal dijeron los superiores que con todos los honores le harían el funeral, donde formó el personal del comisario, al cadete, y entre tantos, un piquete de oficiales bien montados con “El Místico” ensillado pero esta vez; sin jinete.

Y allí el zaino acostumbra­do a buscar su posición delante, en la formación inmóvil quedó parado a sus ojos empañados, de tristeza pude ver, él también le pudo hacer ese homenaje debido al hombre que había caído cumpliendo con su deber.

Yo que soy, como hoy se dice, un ciudadano de a pie frente a todos cantaré, este humilde verso que hice también mi homenaje quise rendir y hacerle el honor, ¡y le pido por favor el descanso merecido por Juan Pablo, se lo pido al Buen Dios, Nuestro Señor!

¡Ay zaino!, cuando el momento te llegue a vos de partir seguro que vas a ir retozando muy contento porque desde ya descuento que te imagino llegando hasta El Cielo, relinchand­o adonde los buenos van y allí seguro que Juan…

¡Te debe estar esperando!

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