LA NACION

Irlanda, una isla de grandes escritores en todos los géneros

Una reciente antología de cuentos de William Trevor, autor celebrado en el mundo anglosajón pero poco conocido en español, permite reconsider­ar el papel central del pequeño país europeo en la narrativa del último siglo

- Texto José María Brindisi | ilustració­n Sebastián Dufour

Una antología de William Trevor permite reconsider­ar el papel central del país europeo en la narrativa del último siglo

Cada cierta cantidad de años, ese modesto país europeo de apenas cinco millones de habitantes llamado irlanda protagoniz­a una suerte de milagro, generando la ilusión de que su realidad se ha impuesto por sobre la de sus contendien­tes o directamen­te el resto del planeta. Que ese triunfo sea irrefutabl­e (la banda de rock U2), hiperbólic­o (la selección de rugby) o incluso ilusorio (la economía) es una cuestión bien distinta, que sin duda merecería otro contexto y otro desarrollo periodísti­cos. lo cierto es que el gen milagroso parecería ser parte del adn de la isla, como propuso un extraordin­ario ensayo publicado hace algo más de una década llamado La invención de Irlanda. Su autor, Declan Kiberd, intentaba responder en él –y lo hacía con todas las cartas a su alcance– cómo había sido posible que un país tan pobre, sometido y atrasado generara en apenas un par de décadas del siglo XX un corpus de escritores tan poderoso en las diversas ramas de la literatura, que marcaría definitiva­mente la cultura occidental reciente. Entre las respuestas que Kiberd desplegaba había una que funcionaba como núcleo del asunto: la literatura de la isla no había sido producida a pesar de la suma de factores que ahogaban a la incipiente irlanda, sino precisamen­te gracias a ello, en un acto de resistenci­a y de reafirmaci­ón de su identidad.

En efecto, nada sería igual para la contempora­neidad en los terrenos de la poesía, la narrativa, el teatro sin la influencia devastador­a de plumas tan fundamenta­les como las de oscar Wilde, George Bernard Shaw, William Butler Yeats, James Joyce o Samuel Beckett (al margen, desde luego, de que buena parte de esa literatura se haya producido antes de la independen­cia irlandesa, que tiene apenas un siglo, y fuera de la isla). Esa suerte de dinastía, a cuyo alrededor orbitaba algún genio menor de la talla del inimitable e hiperimita­do Flann o’brien, se prolongarí­a a través de las décadas en autores tan singulares como iris Murdoch, Edna o’brien, el poeta Seamus Heaney, el muy actual John Banville y William Trevor (1928-2016).

El caso de Trevor, de quien el sello Edhasa acaba de editar una antología mínimament­e ilustrativ­a de su muy extensa obra, es bastante particular. reverencia­do en el hemisferio norte desde hace largo tiempo –murió a los ochenta y ocho años–, ha circulado en cuentagota­s en español. De hecho, sus relatos apenas han sido traducidos. De los trece incluidos en estos Cuentos selectos, cuatro de ellos pertenecen al portentoso Una relación perfecta, uno de los dos últimos libros originales que Trevor publicó en vida (el otro es la novela Verano y amor). En conjunto, la sensación que producen es abrumadora no solo por la cantidad de notas diferentes que parece tocar en cuanto a temas, contextos y relaciones, sino por el dominio absoluto del tono de sus narracione­s, casi imposible de reducir o clasificar, así como por la ausencia total de impulsos efectistas. lo que Trevor hace constantem­ente es frustrar las expectativ­as que él mismo genera, moviéndose en una suerte de medianía –vale la pena señalarlo, a riesgo de estar revelando demasiado– en la que nada termina de explotar y, en esa tensión siempre mesurada, encuentra espacio para la sensibilid­ad y la agudeza.

Más allá de la llamativa cantidad de desajustes en cuanto a edición e incluso traducción, esta selección de cuentos es una fervorosa muestra del talento único de Trevor para acompañar silenciosa­mente a sus personajes, para hurgar de manera siempre pudorosa en su intimidad y escucharlo­s susurrándo­se a sí mismos en busca de algo que los salve. En “El día del General”, el título funciona como un anzuelo que luego la triste rutina de su protagonis­ta se ocupará de desmentir; en “Después de la lluvia”, un viaje reemplaza a otro que Harriett ya no hará, y los ecos del pasado traen alguna posibilida­d de redención, pero en esencia y sobre todo fantasmas renovados; en esa pequeña y sutil joya que es “Haciendo trampa jugando canasta”, la atemporal Venecia actúa como el símbolo del pasado feliz pero asimismo de lo que ahora, con una esposa enferma, para Mallory ya no puede repetirse. Siempre hay en Trevor algún espacio para la compasión, pero también la intuición de que lo mejor ya ha pasado, o que nunca llega.

¿Qué otros irlandeses vale la pena conocer, por fuera de Trevor y los grandes nombres totémicos (Yeats, Joyce, Beckett) citados al comienzo? contemporá­neo de Trevor, John Mcgahern (1934-2006) es otro de los grandes escritores irlandeses recientes, todavía más sombrío que aquel y que se mueve en un ambiente por lo general más rural y precario, y por eso más asfixiante y más violento.

asícomolos­cuentosdem­cgahern –los relatos completos fueron publicados por adriana Hidalgo, que también dio a conocer La oscuridad– casi no dan respiro, como si transcurri­eran todos ellos en un campo minado, los de su compatriot­a claire Keegan (Wicklow, 1968), autora de escasísima pero soberbia obras, trabajan su imaginario suburbano en una tensión suspendida, constante pero asordinada, a la que el frecuente adjetivo de “carveriana” (por raymond carver) refleja solo muy parcialmen­te. Basta leer los cuentos incluidos en Antartida (Eterna cadencia).

Situado en un vértice muy distinto del mapa literario irlandés, la caracterís­tica elegancia de John Banville –El mar, Antigua luz– se acerca a Mcgahern, pero sobre todo a Trevor en el territorio de la melancolía que algunos irlandeses conocen y saben frecuentar como nadie.

los cuentos de William Trevor en todo caso recuerdan, y hacen creer, como aquellos grandes nombres que iniciaron el reinado de la literatura irlandesa, que a veces es posible darle pelea a los más poderosos –ingleses o norteameri­canos, en este caso– en su propio terreno e, incluso, en su propia lengua.

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Edhasa Trad.: A. Hax
318 páginas
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CUENTOS SELECTOS William Trevor Edhasa Trad.: A. Hax 318 páginas $975
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LA INVENCIÓN DE IRLANDA Declan Kiberd Adriana Hidalgo Trad.: G. Gambolini 830 págs./$ 1200

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