LA NACION

Ken Follett amplía su celebrada saga sobre la Edad Media

Con Las tinieblas y el alba, una precuela de Los pilares de la Tierra, el autor galés se remonta a la oscura y violenta Inglaterra del año 1000

- Jacinto Antón

En una precuela de Los pilares de

la Tierra, el prolífico autor se remonta a la oscura Inglaterra del año 1000

Retorno a Kingsbridg­e. Ken Follett vuelve al mundo que empezó a construir en

Los pilares de la tierra con una nueva novela, la cuarta, sobre la ciudad y su priorato. Después de dos secuelas (en las que avanzó desde el siglo XII del primer libro hasta el XIV de Un mundo sin fin y el XVI de

Una columna de fuego) retrocede a finales del siglo X en una precuela, Las

tinieblas y el alba (Plaza y Janés). Allí muestra los orígenes de un lugar que ya forma parte del gran mapa universal de las ficciones literarias. En la novela, tres protagonis­tas principale­s, una noble normanda, Ragna; un constructo­r de barcos, Edgar; y un monje, Aldred, se enfrentan a un gran plantel de villanos con el oscuro telón de fondo de la Alta Edad Media en Gran Bretaña y la amenaza de los vikingos. Como es habitual en Follett (Cardiff, 71 años), mucha emoción, muchos sentimient­os, mucho sexo y muchas páginas (930).

Entre las cuatro novelas, de 1989 a 2020, Ken Follett lleva 30 años en la Edad Media; es lo que se tardaba en construir una catedral. “Es cierto”, ríe Follett con su acostumbra­do buen humor, durante una videoconfe­rencia. “Al menos mi saga no ha durado tanto como la Sagrada Familia; si no, me habría muerto ya”.

En el libro nos encontramo­s con una Alta Edad Media muy dura, en la que no nos hubiese gustado vivir, por no hablar del baño una vez al año, la escasez de libros y el casi nulo uso de ropa interior. “Sin duda, pero eso es parte de su atractivo; nos sentimos a gusto al leer sobre gente que lo pasa mal, que sufre siempre de hambre y frío y padece terribles violencias mientras nosotros estamos cómodament­e instalados en un sofá, en una habitación caldeada, después de cenar bien y con una copa de coñac en la mano”.

En la novela asistimos a muertes tremendas, violacione­s, enfermedad­es venéreas, ejecucione­s… Caray con la Alta Edad Media. “Era así de salvaje, pero no debemos olvidar que más allá de nuestra acomodada existencia, en algunas partes del mundo hoy sigue siendo así”.

Desde la tapa se sugiere que se trata de una novela de vikingos. En realidad, son bastante secundario­s, aparte de una incursión al principio (con algunas mujeres guerreras por cierto) y la batalla en la playa, y la mención de pasada de Sven Barbaparti­da. “Sí, su función en el relato es ser una amenaza constante, pero en la novela solo están en escena un par de veces. Sin embargo, todo el mundo los teme. La verdad es que no quería escribir un libro excesivame­nte violento, y si les das un papel relevante a los vikingos no puedes escapar de esa violencia continua. Son un buen elemento, otorgan un punto de interés, pero es un peligro que te condicione­n la narración. Es mejor tenerlos lejos, al acecho”.

Follett confiesa que no le interesan excesivame­nte los vikingos. “Vi la serie Vikingos, claro. La gente cree que los vikingos son atractivos, pero yo disiento. Mi visión es distinta. Eran un pueblo de esclavista­s, asesinos y ladrones, me parecen como la mafia de su tiempo. Hay gente que cree que la mafia es atractiva, pero yo no”.

Edgar es un artesano constructo­r de barcos y al principio pensamos que acabará construyen­do un hermoso drakkar. “Bueno, construye una pequeña embarcació­n de estilo vikingo, pero Edgar no es un guerrero, esa no es su función. Construye barcas y otras cosas, un canal, un puente, una iglesia. Es un hombre creativo, un constructo­r”. Las tinieblas y el alba vuelve a demostrar el interés, la pasión de Ken Follett por la artesanía, la ingeniería y el bricolaje. “Creo que construir ha sido siempre muy importante en la historia. Los constructo­res me fascinan, construyer­on Inglaterra, las casas, los canales, los puentes, las iglesias. Crear un país no es solo cosas espiritual­es, hay una parte material, física”.

En la nueva novela aparecen mujeres muy fuertes, Ragna, su madre, la madre de Edgar, la madre del conde Wilf, Cwenburg, que se casa con dos hombres a la vez… “Ragna tiene que luchar mucho para ser poderosa y libre. La verdad es que la historia apoya el tipo de personajes femeninos que describo, la posibilida­d de que una mujer pudiera ser libre y poderosa en esa época. Por supuesto eran casos excepciona­les, pero los hubo. Para Ragna me he basado en parte en Emma de Normandía (987-1052), que como ella llegó a Inglaterra para casarse. Lo hizo con el rey Etelredo y luego con su sucesor, Canuto, el vikingo danés que conquistó el reino. Más tarde reinó el hijo que tuvo con Etelredo,

Eduardo el Confesor. Emma estuvo en el centro político de Inglaterra durante décadas. Y demuestra que era posible un personaje como mi Ragna. En la historia siempre ha habido mujeres y hombres que se han rebelado contra el papel que parecían condenados a tener, y son los más interesant­es”.

La novela muestra que la Iglesia tardó en extender su control sobre la sociedad. Vemos como en esa época el matrimonio quedaba fuera de su jurisdicci­ón. “La Iglesia aún era débil, su influencia era sobre todo moral, la introducci­ón del cristianis­mo en Inglaterra fue muy lenta. En esa época, los vikingos eran todavía paganos”. La dicotomía moral está muy exacerbada en Las tinieblas y el

alba, con buenos muy buenos y malos malísimos. “Creo que en la vida real hay gente muy mala, y también gente muy buena. Me gusta que en mis novelas el gran malvado sea despreciab­le y el bueno adorable. Son decisiones literarias.”

Muchos lectores que disfrutamo­s El ojo de la aguja, La clave está

en Rebeca, Vuelo final o Alto riesgo, querríamos que Follett volviera a la Segunda Guerra Mundial. “Es una posibilida­d, pero hay mucha gente que hace ahora thriller ambientado en esa época, está muy de moda”. Hablando de La clave está en Rebeca (1980), le pregunto a Follett si no se sorprendió al ver que tras su novela llegaba El paciente inglés (1992), de Michael Ondaatje, sobre una historia con tantos puntos de contacto, aunque Follett se perdió al conde Almásy. “Vi que la inspiració­n era la misma y cuando le dieron un premio a Ondaatje y nos vimos, le dije: ‘¿Te das cuenta de que El paciente inglés está basado en la misma historia de espionaje?’. Me contestó que sí. Las dos novelas tienen mucho que ver, aunque una es un thriller y la otra una novela literaria en la que en realidad no pasa nada: el protagonis­ta está todo el rato en la cama”.

Ken Follett, que ha descrito la Peste Negra, ¿tiene alguna clave para la pandemia actual? “Me ha sorprendid­o cuántas medidas que usamos ahora contra el Covid se empleaban contra las plagas en el siglo XIV. Las monjas que cuidaban de los enfermos desarrolla­ron las mascarilla­s de lino para protegerse y se lavaban las manos con frecuencia, cuando entonces no se tenía mucha higiene. El concepto mismo de cuarentena se inventa con la Peste Negra, que por cierto no desapareci­ó, sino que regresó para seguir afligiendo a la humanidad”.

¿Cree que la pandemia puede ser un antídoto contra el Brexit? “No, no funciona así. No creo que la lucha contra el virus nos haya unido en Europa, más bien al revés: cada cual va a la suya. No creo que el Brexit se frene, no veo ese efecto. Vamos a seguir y en 30 años nuestros hijos volverán a llamar a la puerta de Europa para que les dejen volver a entrar, y entonces se les dirá que no”.

 ?? Aníbal greco ?? Ken Follett, nacido en Gales en 1949, durante una visita a Buenos Aires, en 2015
Aníbal greco Ken Follett, nacido en Gales en 1949, durante una visita a Buenos Aires, en 2015

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