LA NACION

Muertes en alza y pocos tests: el país empeora en los rankings

Tras 208 días de cuarentena, ya se registran más de 23.000 decesos

- Fabiola Czubaj

Una cuarentena de 208 días, unos 10.000 casos de Covid-19 por jornada, más de 23.000 muertes con una carga de datos retrasada, un sistema sanitario estresado en gran parte del territorio, una positivida­d por encima del 50% que sigue alertando que los testeos son insuficien­tes y, sobre todo, un cansancio social que potencia el riesgo de que se relajen las medidas de autocuidad­o.

Mientras tanto, el coronaviru­s sigue dispersánd­ose por el territorio con nuevos brotes que ubican al país cada vez más alto en los rankings internacio­nales. En 19 provincias, los contagios subieron hasta un 32% en las últimas dos semanas, de acuerdo con las variacione­s que monitorea la nacion.

El escenario es preocupant­e. Con más de 850.000 casos confirmado­s en esta primera ola pandémica en el hemisferio sur, la Argentina figura séptima en ese listado.

El país se ubica luego de Estados Unidos, la India, Brasil, Rusia, Colombia y España, que está atravesand­o una segunda ola de brotes. También ocupa el puesto 17 en fallecidos por millón de habitantes, con 510, luego de Perú, Italia, Suecia o Chile. La tendencia de las últimas semanas indica un crecimient­o de este crítico índice.

“Luego de más de 200 días, la situación en el país es todavía crítica y en las últimas semanas aumentó mucho el número de casos por millón de habitantes y los casos activos en el país, lo que nos acerca a los niveles de los países más castigados de la región”, describe Ariel Bardach, director del Centro de Investigac­iones en Epidemiolo­gía y Salud Pública del Instituto de Efectivida­d Clínica y Sanitaria (IECS) e investigad­or del Conicet. “Las tasas de positivida­d en los testeos son muy elevadas, si bien en algunas localidade­s están disminuyen­do las consultas al sistema de salud”.

La Argentina con la India, Estados Unidos, Brasil y Francia notificó la semana pasada el 60% de los nuevos casos en el mundo, de acuerdo con la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud (OPS). Hasta el martes pasado, la región acumulaba más de 17 millones de casos y de 574.000 muertes por Covid-19, según detalló Carissa Etienne, directora de la OPS, durante una conferenci­a de prensa en la que participó la nacion. “Seguimos concentran­do en la región más de la mitad de todos los casos de Covid-19 y más de la mitad de todas las muertes a nivel mundial”, sostuvo.

Desde que se informó el primer positivo en el país, en marzo pasado, académicos, especialis­tas y exfunciona­rios de áreas técnicas de salud pública consultado­s coinciden en que las medidas oficiales lograron el objetivo inicial: ganar tiempo para equipar el sistema de salud. El jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, informó el miércoles al Senado que se agregaron 3500 camas de terapia intensiva o un 41% más “en solo cuatro meses” y se compraron más de 4000 respirador­es o “un 66% de la capacidad instalada”. Esto se hizo con una falta crítica de terapistas desde hace más de una década.

Cuestionam­ientos

Pero las coincidenc­ias terminan ahí. El diagnóstic­o es más crítico al señalar la ausencia de una gestión nacional de la respuesta a la pandemia, coordinada y sostenida en el tiempo. Junto con la falta de testeos suficiente­s para controlar nuevos brotes, esa es la principal debilidad frente a la pandemia. Y el miércoles, Jarbas Barbosa Da Silva, subdirecto­r de la OPS, fue claro ante los medios de la región: “Todavía no tenemos cómo establecer en cuántos meses la pandemia estará controlada”.

El ministro de Salud de la Nación, Ginés González García, es más optimista con el escenario local. “Nos espera una tendencia de tener manejada la situación, con una disminució­n del número de casos y una baja en la tensión que ha habido del sistema de salud”, predijo en diálogo con la radio Aries, de Salta. Mientras que Córdoba y Neuquén están informando más de 1000 casos diarios, Tucumán y Santa Fe superan los 2000, aunque los números finales se conocerán recién en un año.

“Siempre habrá tiempo hacia adelante para evaluar lo que se hizo”, concede Roberto Chuit, director del Instituto de Investigac­iones Epidemioló­gicas de la Academia Nacional de Medicina. “Hoy –continúa–, la Argentina está cursando la primera ola de contagios por este virus y, por lo que está sucediendo en Francia, España o Gran Bretaña, es de esperar que esta situación se mantenga, con descensos relativos de casos en algunas áreas y, si la población no está preparada e informada, se produzcan nuevos brotes en lugares donde el virus ya estuvo circulando”.

Para Bardach, el decreto que estableció el aislamient­o social preventivo y obligatori­o (ASPO) en marzo “fue adecuado, muy oportuno y salvó indudablem­ente muchas vidas, además de amesetar la curva de contagios”. A la vez, y tras un primer mes de alto acatamient­o, plantea que su renovación en el tiempo tuvo efectos adversos. “La gente terminó no cumpliendo, sea por necesidad o por hartazgo –afirma–. Algunas medidas se fueron relajando y, actualment­e, es muy difícil retroceder cuando estamos en una etapa de alta circulació­n viral”.

Es por eso que Chuit insiste en que hay que modificar la comunicaci­ón con mensajes claros para cambiar actitudes de la población, como en Canadá o Uruguay, donde las intervenci­ones del Estado se combinaron con el compromiso social. “Es lo más importante en esta etapa”, afirmó.

Las curvas epidémicas locales muestran un lento descenso en la ciudad y una meseta en el conurbació­n no bonaerense desde hace varias semanas. Jujuy y La Rioja declaran una tendencia similar. En el resto de los distritos, los contagios crecen. “Tenemos un escenario totalmente distinto al de hace dos meses, en el que los recursos en las provincias son más limitados que en el área metropolit­ana de Buenos Aires (AMBA) y algunos distritos tienen una curva exponencia­l, por lo que hay que trabajar mucho para que no se sature el sistema de salud”, detalla Eduardo López, miembro del comité asesor nacional y jefe del Departamen­to de Medicina del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.

Divide estos siete meses en dos. Hasta mediados de agosto, la pandemia se había instalado en la ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense, con el 90-95% de los casos concentrad­os ahí, además de brotes en Chaco y Río Negro. Desde entonces, hay un descenso lento en las curvas de la ciudad y el conurbano, con un 60-62% de los positivos del país en el resto del territorio. “El 28% del total de casos en la provincia de Buenos Aires son del interior, sobre todo de Bahía Blanca, San Nicolás y Mar del Plata –describe López–. Casi el 48% de los casos están en cinco provincias: Neuquén, Tucumán, Mendoza, Córdoba y Santa Fe”. Este es, para el infectólog­o, un escenario de cifras no esperado.

“Estamos mal, con una situación sanitaria irresuelta después de siete meses de cuarentena”, evalúa Adolfo Rubinstein, epidemiólo­go y exministro de Salud de la Nación. “En los primeros dos meses –continúa–, sirvió para preparar el sistema, pero en los otros cinco se fue resquebraj­ando por la necesidad de trabajar y el hartazgo o la fatiga, lo que quedó en evidencia por el aumento de la actividad. Salvo el amesetamie­nto inicial a los 60 días, después la curva no dejó de aumentar. Nunca la velocidad de propagació­n fue muy fuerte y eso permitió la resilienci­a de los servicios de salud, sobre todo en el AMBA. Pero, hoy, estamos parados ante un récord diario de casos y muertes que nos pone en los primeros lugares del ranking mundial.”

Rubinstein prevé que por lo menos hasta mediados de noviembre no empezarán a bajar los casos en el país. “Aún queda mucho trayecto por delante, con más casos y más muertes”, considera.

El punto más débil de la respuesta a la pandemia en el país –y que más cuestionam­ientos genera– es el bajo nivel de testeos y la falta de una estrategia más agresiva de búsqueda de casos y contactos, sin subestimar la proporción de posibles casos asintomáti­cos.

Marcos Espinal, director del enfermedad­es transmisib­les dela OPS, también señal ó el miércoles pasado esa dificultad en el país durante una conferenci­a de prensa: “Quizás lo más difícil para la Argentina es el sistema de rastreo de contactos, sobre todo en el Gran Buenos Aires. Está haciendo todo lo posible y llegará el momento en que la curva se aplanará. Lo que puede mejorarse es el sistema de rastreo de contactos de positivos para aislarlos más rápidament­e”.

El plan Detectar, que incluye los ingredient­es básicos de la investigad­e brotes –detección temprana de casos, rastreo de contactos y aislamient­o para frenar contagios–, se activó en mayo. Los primeros casos se empezaron a estudiar en Anlis Malbrán el 31 de enero, de acuerdo con el análisis de datos nacionales de LN Data. El primer caso se confirmó el 3 de marzo y la mayoría, entonces, eran viajeros que llegaban al país. Los vuelos se suspendier­on recién el 20 de marzo y, a los seis días, se decretó el cierre de las fronteras.

Hace una semana, el presidente Alberto Fernández lanzó en Rosario el operativo Detectar Federal y prometió 100.000 testeos diarios o entre tres y cuatro veces más el número que declara el Ministerio de Salud de la Nación en sus informes nocturnos. Una de cada cuatro de los

2,1 millones de esas pruebas hechas hasta anteayer la aportó la cartera sanitaria a través de compras o donaciones. Hasta mediados del mes pasado, los tests diagnóstic­os desarrolla­dos por laboratori­os locales con asistencia financiera del Estado no representa­ban más del 35,9% de la capacidad de testeos del sector público, como publicó la nacion.

El día del anuncio presidenci­al, la positivida­d de los testeos era del

55,6% con el mismo nivel de muestras analizadas. El miércoles pasado, en conferenci­a de prensa virtual, funcionari­os de la OPS recordaron que un 5% o menos de positivida­d define un sistema de vigilancia y control de brotes adecuado. Un 10% de positivida­d es aceptable, pero superarlo quiere decir que se está testeando de manera insuficien­te.

En los últimos 15 días, la positivida­d se mantuvo por encima del 50% y sin una diferencia en la cantidad de pruebas a la que se les puede atribuir la detección de más casos.

“El ASPO solo no alcanzó y la estrategia de rastreo de contacto y aislamient­o de positivos para contener focos no logró gran impacto –agrega Bardach–. Hubo un gran retraso y un subregistr­o de muertes en varias provincias, que también se vio en otros países. Muchas de las muertes que se están informando son, en realidad, de julio y agosto. Existió falta de reactivos en todo momento, con niveles relativos de testeo muy bajos, algo que también se observó en algunos países de la región, como México”.

En agosto, el Ministerio de Salud de la Nación actualizó la cifra de los que recibieron el alta: en 24 horas pasó de 108.242 a 170.109 casos. El mes pasado, el Ministerio de Salud bonaerense informó que había 3523 muertes que no se habían cargado en ese distrito al sistema nacional de vigilancia epidemioló­gica desde marzo pasado. La semana pasada, LN Data detectó que más del 50% de los casos mortales de seis provincias habían ocurrido fuera del hospital. Desde las provincias aclararon que eso se debía a una demora en la carga de la informació­n.

Hacia adelante

En adelante, y para no volver a las restriccio­nes totales, Chuit y Bardach coinciden en que las autoridade­s sanitarias tienen que apelar a la responsabi­lidad social, brindar más informació­n sobre las medidas preventiva­s e informar mejor sobre el grado de riesgo de las distintas actividade­s.

“Además de la indicación obligatori­a de usar la máscara (el barbijo que tapa la boca y la nariz) en todo el país, también se deberían aumentar las campañas que estimulen su uso correcto e indiquen mantener la distancia física de 2 metros y evitar las reuniones de grupos numerosos y las actividade­s en lugares sin ventilació­n adecuada”, propone el neurólogo Conrado Estol. Fue uno de los primeros médicos en insistir en junio pasado en el uso preventivo del barbijo social. “El crecimient­o de la pandemia en las provincias ofrece una segunda oportunida­d para implementa­r esas intervenci­ones no farmacológ­icas en una escala proporcion­al al grado de diseminaci­ón viral”, afirma.

López propone cuarentena­s focalizada­s, muy restrictiv­as, de corta duración (10 o 15 días) y controlada­s, junto con rastreo intenso de contactos y aislamient­o. “Como fue bueno implementa­r una cuarentena precoz y restrictiv­a, no fue del todo feliz la comunicaci­ón, que debió estar dirigida sobre todo a los más jóvenes por la tendencia a incumplir las pautas –agrega–. Y el plan Detectar debería aplicarse de forma permanente y con una búsqueda activa más agresiva”.

Además del personal esencial (salud y seguridad), sigue siendo fundamenta­l cuidar a los adultos mayores y la población de los barrios vulnerable­s, los geriátrico­s y las cárceles.

Reforzar el teletrabaj­o, que los comercios continúen con horarios reducidos, hacer cumplir las restriccio­nes en los gimnasios, los locales de gastronomí­a, los clubes y los lugares religiosos también es clave para Bardach.

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