LA NACION

Agitación en el poder

Alberto Fernández enfrenta uno de los momentos más delicados desde que asumió; a los problemas económicos y las internas se agrega la percepción de que la estrategia contra la pandemia no funciona

- Martín Rodríguez Yebra

Ni la salud ni la economía. Alberto Fernández enfrenta sin sosiego un bombardeo de estadístic­as descorazon­adoras que retratan los resultados de ocho meses de gestión de un evento disruptivo sin precedente como es la pandemia de coronaviru­s. La Casa Rosada se agita entre la ansiedad, el vértigo y los pases de facturas por la acumulació­n de fracasos que apenas se disimulan en el discurso público.

Las sospechas de conspiraci­ones internas se tornan verosímile­s para los propios protagonis­tas del poder. El gabinete se llenó de sillones inestables.

El Presidente dedicó hasta ahora buena parte de su energía a administra­r la unidad del Frente de Todos. Eso lo obligó a asumir como propia la agenda institucio­nal de Cristina Kirchner, alejada de las urgencias de un país sacudido por un shock fenomenal. Pero a medida que avanza la crisis se cristaliza la evidencia de que en política el único aglutinant­e seguro es el éxito.

Como nunca antes en el año, en la cercanía de Fernández se escuchan críticas abiertas a la cristiniza­ción del Gobierno. Son voces que reclaman poner foco exclusivo en la triple crisis sanitaria, social y económica con una caja de herramient­as acorde con las posibilida­des actuales del país. Pero también, con un desparpajo que antes se ocultaba, estallan desafíos desde el kirchneris­mo duro a la línea que traza Fernández, como quedó en evidencia esta semana en la disputa con la Corte Suprema y en la discusión sobre los crímenes en Venezuela.

“No nos enganchemo­s en peleas internas”, fue el mensaje que bajó desde el despacho presidenci­al a sus funcionari­os más cercanos esta semana. Fernández lo dijo después con palabras apenas distintas en un discurso del viernes. En paralelo, buscó desinflar rumores de un cambio de gabinete en medio de la tormenta.

Venía de pasar uno de los días más sombríos en lo que va de su mandato. La brecha entre el dólar oficial y los paralelos alcanzó el jueves el ciento por ciento. Y desde las provincias le llegaron reportes agobiantes sobre el avance del virus y de la ocupación de camas de terapia intensiva. Mientras tanto, los enviados del Fondo Monetario internacio­nal (FMI) recorrían despachos en su primera aproximaci­ón para negociar una reestructu­ración del préstamo que pidió el gobierno de Mauricio Macri.

a diferencia de otras encarnacio­nes del kirchneris­mo, Fernández busca mantener un oído en los sectores sociales, políticos y productivo­s que no integran su círculo de pertenenci­a. Ese ejercicio del diálogo se intensific­ó en las últimas semanas, en reuniones con empresario­s, dirigentes políticos, economista­s, sindicalis­tas. La palabra “confianza” emergió, como una carencia, en casi todas esas charlas: el Gobierno necesita trazar un rumbo fiable, reconocibl­e y pragmático. Una nota distintiva fue el abrumador pesimismo que unificó a los interlocut­ores presidenci­ales.

El termómetro, como tantas veces, es la depreciaci­ón acelerada del peso. Fernández repite ante quienes convoca que se propone evitar la devaluació­n brusca con la que especulan no pocos actores económicos. Pero al mismo tiempo su negativa a explicitar un plan impide descartar que la tragedia no deseada vaya a imponerse por acción de la fuerza de gravedad.

El ministro Martín Guzmán, el académico que había prometido expresarse por escrito y con las cuentas bien hechas, sufre la espiral de descrédito general. Las medidas que anunció hace 10 días para atraer dólares siguen sin producir el efecto deseado. Él pide paciencia. Cree que poco a poco van a decantar y se harán más intensas las liquidacio­nes de exportacio­nes, alentadas por la baja temporal de las retencione­s (una ventana que se cierra en enero).

Sin embargo, los productore­s no ven incentivo suficiente para desprender­se de una reserva de valor como es la soja mientras el Banco Central anuncia que dará mayor volatilida­d al tipo de cambio oficial. “Cómo convencés a un productor de que aproveche para liquidar ahora, cuando en lo que va de octubre la devaluació­n ya superó el porcentaje de rebaja de las retencione­s”, señala un empresario de buen diálogo con el Gobierno.

Guzmán argumentó ante los enviados del FMI que la crisis de reservas está camino de resolverse. Los funcionari­os de Washington recomendar­on encontrar medidas consistent­es de corto plazo que permitan serenar la macroecono­mía y generar certidumbr­e, para lo cual resulta esencial alguna clase de acuerdo con empresario­s y gremios.

La primera urgencia en el equipo económico es alcanzar un consenso entre ellos. El ministro sigue en una guerra fría con el presidente del Banco Central, Miguel Pesce. Recibió otro aval explícito este viernes. “Tuve la suerte de encontrar a un ministro que piensa igual que yo”, dijo Fernández. Pero eso no implica que le haya soltado la mano a su amigo Pesce.

Negociar de verdad con el Fondo requiere definicion­es de un calado tal que obligarán al Gobierno a encarar debates muy incómodos para el Frente de Todos. acaso también a propiciar una renovación. “Se verá más adelante”, señalan en el entorno presidenci­al.

País de récords

La lógica de resolver los problemas sobre la marcha se impuso del mismo modo en la lucha contra el Covid-19. El brote que tenía un foco casi excluyente en la Capital y el conurbano ahora golpea a medio país, con algunas ciudades que tienen sus sistemas de salud al borde de la saturación. En la Casa Rosada culpan a los gobernador­es de haberse distraído. En las provincias apuntan a que nunca hubo una estrategia nacional coordinada para evitar la previsible irradiació­n del virus desde el área metropolit­ana de Buenos aires.

Los múltiples focos causan un desafío logístico enorme, que el Gobierno parece lejos de tener encaminado. Fernández ni siquiera pudo comunicar el viernes qué distritos iban a ser sometidos a una cuarentena estricta a partir del lunes por la simple razón de que no estaban aún definidos.

El aparente suceso en el control inicial de la pandemia quedó reducido a un espejismo cruel. al ritmo que vamos, antes de que termine octubre la argentina llegará al millón de infectados, una marca que hoy solo superaron gigantes como Estados Unidos, Brasil, la india y Rusia (tal vez lleguen antes Colombia o España). La cantidad de muertes también alcanza cotas que hubieran sonado apocalípti­cas en marzo o abril. El único ranking en el que el país no sube es en el de cantidad de testeos por habitante (119º, según la base de datos Worldomete­rs).

El debate tabú en el oficialism­o se resume en una pregunta: “¿Qué hicimos mal?” La autocrític­a enfrentó ya al grupo de infectólog­os que en los primeros meses de la pandemia se reunían casi a diario con el Presidente y marcaban el ritmo de las medidas restrictiv­as. Hubo discusione­s agrias entre ellos y también con funcionari­os.

Hay dos ejes de discusión en los que no se ponen de acuerdo: ¿fue apresurado el confinamie­nto total de marzo cuando apenas había un puñado de infectados?, ¿se hizo lo suficiente en materia de testeos y rastreos para achatar a toda la velocidad posible la curva de contagios?

El grupo de expertos como tal ya no está funcionand­o. Fernández decidió las últimas medidas sin reunirlos. Se preparó para anunciar la reapertura de vuelos de cabotaje y el regreso gradual a las aulas. al final enfrentó a las cámaras con el tono más grave de todos sus discursos por la pandemia. Por momentos sonó impotente, con un ruego a la responsabi­lidad de una ciudadanía agotada por las restriccio­nes en el momento en que acaso sean más necesarias.

La “derrota” del virus es otro capital simbólico que se le escurre al Presidente. Le queda aún el relato del Estado presente para paliar los estragos económicos de la pandemia. Un mensaje caro al kirchneris­mo. Se aglutina con lo que hay.

En la Casa Rosada esperan con ansiedad al próximo sábado. El 17 de octubre se celebrará con una “movilizaci­ón virtual” peronista a través de una app de celular. Fernández prevé ir al edificio de la CGT y hablar a la militancia desde allí. Los organizado­res descuentan que formalizar­á su aceptación a la candidatur­a para presidir el PJ.

La gran incógnita es si lo acompañará Cristina Kirchner, invitada también. Como en todo últimament­e, ella juega al silencio y al misterio. Tiene demasiados canales para expresar su incomodida­d y aplicar correctivo­s. incluso en estos días de crecientes tensiones internas, la realidad aciaga desalienta a quienes todavía sueñan con un volantazo de autonomía albertista.

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