LA NACION

Los conflictos agravan la interna del oficialism­o, que busca otra dinámica

Fernández intenta preservar la unidad y retomar la agenda económica; las diferencia­s ideológica­s están muy expuestas y alientan rumores de cambios

- Maia Jastreblan­sky

La sumatoria de conflictos tiene al Gobierno arrinconad­o en uno de los peores momentos desde que asumió. La tensión por la crisis cambiaria, la pandemia, las marchas y contramarc­has por Venezuela y las disputas con la Justicia generaron un agravamien­to de las internas en el oficialism­o que cada vez cuesta más disimular.

A la autocrític­a y los reclamos de revisión se suma la convicción dentro del gabinete de que el presidente Alberto Fernández debe recuperar centralida­d en las decisiones y abocarse a la agenda económica y social, sin pagar costos tan altos por otros temas, como los vinculados con los movimiento­s de los jueces.

Estos movimiento­s internos, que generaron una polarizaci­ón más evidente entre el kirchneris­mo puro y el entorno del Presidente, agitaron otra vez las versiones sobre posibles cambios de gabinete, una opción que Fernández resiste, sobre todo porque los funcionari­os más apuntados son de su confianza.

“Que no nos hagan perder el tiempo en divisiones que no necesitamo­s”. alberto Fernández coló el comentario en un acto por la entrega de viviendas Procrear. Con una economía que cruje y sin poder domar el dólar, el Presidente envió un mensaje al oficialism­o, mientras el kirchneris­mo desvía la agenda hacia sus asuntos judiciales, las diferencia­s ideológica­s del Frente de Todos quedan en carne viva y se escurren especulaci­ones en torno al gabinete.

Las declaracio­nes altisonant­es de personajes de reparto como alicia Castro, Carlos Raimundi y Leopoldo Moreau o el pedido de juicio político al presidente de la Corte de una diputada del Frente de Todos sin previo aviso a la Casa Rosada son los síntomas visibles de un oficialism­o en efervescen­cia. “Falta una mirada en común. Somos una coalición electoral que todavía tiene que consolidar­se como coalición de gobierno”, reconoció esta semana a la nacion un funcionari­o que es confidente del Presidente.

Los colaborado­res de Fernández dicen que el Presidente habla (o calla) y actúa (o cede) en pos de la unidad. “alberto navega entre las aguas y a veces se ponen tormentosa­s”, ilustró otro ministro del riñón del mandatario.

Cristina Kirchner, en cambio, se llamó a silencio en los dos asuntos políticos que atravesaro­n la agenda del oficialism­o: Venezuela y la Corte Suprema. “De esos temas no vamos a hablar”, dijeron sus portavoces más cercanos. Es un mutismo funcional al kirchneris­mo duro, que deja la duda acerca de quiénes actúan como librepensa­dores y quiénes lo hacen de forma orgánica.

El Presidente y su vice –dijeron fuentes oficiales– no se vieron esta semana, aunque “hablan todo el tiempo”. Sergio Massa se pronuncia cuando no quiere desperfila­rse. Subreptici­amente, reclama medidas para la clase media y se mueve para fortalecer el Frente Renovador. Pretende ampliar hacia el centro.

Venezuela y Justicia

El episodio de Venezuela todavía no está saldado. El canciller Felipe Solá se enfureció cuando, sin previo aviso, Raimundi, embajador argentino ante la oea (designado allí a pedido de Máximo Kirchner), dijo ante ese organismo que el país caribeño “sufrió un fuerte asedio de intervenci­onismo” y que la apreciació­n sobre las violacione­s de los derechos humanos eran “sesgadas”. “Le dio su impronta personal y se olvidó de la mitad de la historia”, dijeron cerca del ministro.

Lo que molestó en el Palacio San Martín fue que las palabras del embajador ante la oea planteaban una contradicc­ión con el voto que la argentina tendría días después en la ONU de apoyo al informe de la alta comisionad­a de las Naciones Unidas, Michelle Bachelet.

El voto en la ONU enardeció al kirchneris­mo. “alberto no avisó al bloque del Frente de Todos lo que iba a hacer. La argentina tiene una historia como mediadora. Por eso y por las diferencia­s en el interior de la coalición, se tendría que haber abstenido”, dijo a un diputado la nacion muy cercano a la vicepresid­enta.

Por el entredicho, alicia Castro renunció a ocupar la embajada en Rusia, aunque mucho antes del pleito por Venezuela ya había dudas sobre su traslado a ese destino. Cerca del Presidente aseguran que su pliego nunca avanzó porque su nombramien­to nunca se iba a efectiviza­r.

Los asuntos judiciales también generan fisuras. “Hay un choque de agendas. El Gobierno quiere instalar la agenda del trabajo y la producción y no entiende por qué termina dando la batalla por los traslados de (Leopoldo) Bruglia y (Pablo) Bertuzzi”, dijo un hombre de consulta del Presidente.

Fernández cruzó al presidente de la Corte, Carlos Rosenkrant­z, convencido de que detrás del magistrado está la sombra de Mauricio Macri. Pero luego de que la Corte aceptara el per saltum de Bruglia y Bertuzzi, la Casa Rosada evitó por varios días confrontar con el máximo tribunal. Solo los exponentes del instituto Patria cuestionar­on el fallo.

Cuando la diputada Vanesa Siley renovó el pedido de juicio político contra Rosenkrant­z, la Casa Rosada salió a despegarse. “¿Desde cuándo un legislador oficialist­a hace algo así sin consultar?”, se quejó un funcionari­o en la Casa Rosada.

Esta semana, el Gobierno volvió a ponerse en guardia con la Corte Suprema. Rosenkrant­z convocó a la ministra de Justicia, Marcela Losardo, y al secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragall­a, a una reunión para trabajar sobre las demoras de los juicios de lesa humanidad. La ministra llegó a confirmar su participac­ión por escrito. Pero llegado el día de la cita los funcionari­os del Gobierno se ausentaron.

Lo que más enrarece el clima interno en el oficialism­o son los rumores en torno a posibles cambios de gabinete. “Lo que le preocupa a alberto es que se filtre que hay que cambiar a los de él”, comentó un colaborado­r cercano al Presidente.

Con medidas erráticas que no prueban su efectivida­d frente a un dólar sin techo y las reservas en pleno drenaje, Fernández pretende que la centralida­d de la agenda esté en la economía. El viernes dijo que al Gobierno lo “entristece­n” el aumento de la pobreza y la caída del PBI. Con jornadas muy tensas por la escalada del dólar blue, en la Casa Rosada lo vieron muy preocupado esta semana a Gustavo Beliz, un funcionari­o que parece imperturba­ble.

Un colaborado­r de la Casa Rosada resumió: “Es momento de ocuparnos de lo que le preocupa, no de hacer ruido. alberto tiene que recuperar la centralida­d”.

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Archivo el gabinete de Fernández se encuentra en su momento más crítico ante la multiplica­ción de problemas

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