LA NACION

La ruta a la Casa Blanca. En los suburbios de Pittsburgh, una batalla crucial por la presidenci­a

En Pensilvani­a, las ciudades son bastiones demócratas, pero el resto del estado es conservado­r; la historia de una enfermera que alienta el voto a Biden

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

PITTSBURGH, pensilvani­a.– para recuperar la Casa Blanca, Joe Biden y los demócratas confían en mujeres como Tracy pedaline. Enfermera, de 44 años y madre de tres hijos, pedaline es progresist­a y siempre votó a los demócratas. pero este año es diferente: pedaline se metió de lleno en la campaña, recluta votantes y muestra sus banderas.

Fuera de su casa en Beaver, uno de los suburbios que rodean a pittsburgh, colgó una bandera en un mástil con el nombre de Biden y su compañera de fórmula, Kamala Harris, y otra más en una ventana donde se lee: “Chau, Don”.

“Soy demócrata de toda la vida, pero no me involucré realmente hasta 2016, cuando [Donald] Trump ganó. Siento que ahora mi misión es cumplir con mi parte para sacarlo”, afirma pedaline.

Ansiosa por ver derrotado a Donald Trump, a quien aborrece, pedaline ahora busca votos para Biden.

que dos de mis hijos se anotaran para votar, y también mi marido, que se anotó por primera vez en su vida, tiene 40 años y este año va a votar por primera vez”, cuenta. “Estoy trabajando en ella”, dice mientras señala a su hija, Alexa, que aún duda de darles el primer voto de su vida a los demócratas.

pensilvani­a es uno de estados pendulares –quizás el más importante de todos– que decidirá las elecciones presidenci­ales en Estados Unidos. James Carville, uno de los estrategas del triunfo de Bill Clinton en los comicios de 1992, acuñó una frase sobre la política de Estados Unidos que quedó para la posteridad: “pensilvani­a es Filadelfia y pittsburgh, con Alabama en el medio”. Las ciudades son bastiones demócratas, pero el resto del estado, donde la agricultur­a tiene una convivenci­a difícil con el fracking, es conservado­r. En el medio, la batalla por la presidenci­a se libra en suburbios como Beaver.

La “ola azul” que les permitió a los demócratas recuperar la Cámara baja del Congreso hace dos años ganó fuerza en los suburbios. Este año, Trump repite una misma advertenci­a: si ganan los demócratas, los suburbios desaparece­rán, un mensaje apocalípti­co que busca revertir la sangría. Su discurso a favor de “la ley y el orden” está dirigido a las familias y a madres suburbanas, como Tracy pedaline. pero pedaline no puede ver a Trump.

“realmente me desagrada mucho. Es lo que más importa. No tiene moral. Mi odio por él mueve todo esto, creo que no me importaría a quién hubieran puesto los demócratas porque creo que cualquiera es mejor que él”, se despacha, y aclara: su primera opción era el senador socialista Bernie Sanders, no Biden. Luego, sigue su descargo: “No creo que sea buena persona, no creo que le importe la gente. Todo lo que sale de su boca es mentira. El odio. predica el odio. Es muy sucio, no es una buena persona”.

pedaline vive en un suburbio republican­o. En 2012, Mitt romney ganó el condado de Beaver por poco más de seis puntos, pero Barack Obama logró retener pensilvani­a y la Casa Blanca. Cuatro años después, Trump, que forjó su ascenso con el respaldo de los trabajador­es y las zonas rurales, se impuso a Hillary Clinton allí por más de 18 puntos.

“Gente que nunca había votado salió a votar por este presidente”, dice Sam Demarco, jefe del partido republican­o en el condado donde está pittsburgh. En la ciudad, los demócratas superan dos a uno a los republican­os. por eso Demarco tiene una misión: garantizar que los 250.000 republican­os registrado­s en pittsburgh vayan a votar. El resto dependerá de suburbios como Beaver, donde el respaldo a Trump es visible, pero menos que en las zonas rurales.

Seguridad y salud

“No podés discutir con el éxito”, afirma Mark peterson, un republican­o de 55 años, al hablar de Trump en la puerta de su casona, con un amplio y prolijo jardín en el frente, donde hay dos carteles del presidente clavados. peterson vota pensando en la economía, la protección del derecho a portar armas, la seguridad nacional y la salud. Ningunea –como muchos otros republican­os– las críticas a Trump y a su manejo de la pandemia, o los cuestionam­ientos a su estilo.

por el contrario, peterson cuestiona las protestas contra el racismo, y el movimiento Black Lives Matter: dice que está atado a Antifa y al marxismo. Cuando se le pregunta qué está en juego, responde sin titubeos: “La república”.

pedaline cree que hay muy pocos indecisos en Beaver, pero sí mucha gente que no votó antes, y a la que trata de convencer de hacerlo. Ade“logré más de sus hijos y su marido, también empuja a su cuñado y a una hermana. Conoce a mucha gente que votará a Trump –incluidos algunos de sus pacientes–, le cuesta mucho entenderlo­s, y reconoce que no cambiarán de opinión.

La forma de derrotar a Trump, cree, es sacar a votar a más gente, sobre todo a los jóvenes. Esa tarea comienza en su casa. Mira a su hija, Alexa, quien aún está en duda. Ninguno de los candidatos la convence, y al hablar de cambio climático admite que “debería importarle más”.

En ese instante, Alexa parece fuera de la elección. pero Tracy pedaline no se rinde. “Estoy trabajando en ella”, insiste.

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R. Mathus ruiz Carteles de campaña en los suburbios de Pittsburgh
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