LA NACION

Colombia: minas antiperson­as

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La estrecha relación entre el conflicto armado colombiano y el narcotráfi­co ha favorecido el uso de minas antiperson­as para controlar el territorio y permitir el cultivo, el procesamie­nto y la distribuci­ón de narcóticos. Las medidas adoptadas por el gobierno colombiano para restringir el narcotráfi­co, incluyendo la erradicaci­ón manual de cultivos y la destrucció­n de laboratori­os de procesamie­nto, han precisamen­te provocado el aumento de artefactos explosivos que los grupos armados no estatales usan para proteger ambas actividade­s.

Según el informe anual del comité internacio­nal de la cruz Roja, publicado en marzo, después de la firma del acuerdo de paz con las Fuerzas armadas Revolucion­arias de colombia, las víctimas de minas antiperson­as y artefactos explosivos en 2017 fueron 57; en 2018, 221, y en 2019, 352, casi una por día, mayormente civiles.

Grupos terrorista­s como el Ejército de Liberación nacional declaman paz en sus discursos, pero en los territorio­s siembran minas antiperson­as. El regreso a estas funestas y aterradora­s prácticas por parte de las disidencia­s de las Farc llevó al gobierno a solicitar un nuevo plazo a la convención de Ottawa, vigente desde 1999, para lograr un país sin estos artefactos explosivos. La solicitud fue hecha a través del alto comisionad­o para la Paz, Miguel ceballos, quien aseveró que “los retos para colombia en la descontami­nación del territorio dependen de la ubicación y limpieza de las minas antiperson­as de naturaleza improvisad­a, de las exigencias de las condicione­s topográfic­as y climáticas, de los grupos ilegales que siguen instalándo­las y de la sostenibil­idad financiera del desminado humanitari­o”.

con el proceso de paz concluido en la presidenci­a de Juan Manuel Santos, bajó la intensidad de los enfrentami­entos en los territorio­s castigados por la guerra y fue posible empezar a cumplir la promesa de liberar a colombia de las minas. En las negociacio­nes de aquel acuerdo con la guerrilla fue crucial compromete­rse a adelantar los programas de limpieza y descontami­nación de los territorio­s tanto de esas minas como de artefactos explosivos improvisad­os y municiones sin explotar.

En un avance significat­ivo, con el trabajo de militares y civiles y un presupuest­o millonario que incluye aportes de la comunidad internacio­nal, 16 nuevos municipios colombiano­s se sumaron recienteme­nte a los 113 desminados en los últimos dos años, totalizand­o el 73% del territorio nacional libre.

Las minas, cuya peligrosid­ad reside en que su fabricació­n artesanal incrementa los daños y en que pueden permanecer enterradas activas durante décadas, son eficaces centinelas que no distinguen entre civiles y militares. Lograr la prohibició­n de uso, producción, almacenami­ento y tráfico, así como la destrucció­n de esos artefactos explosivos, es, sin duda, un objetivo imperioso al que activament­e deberían adherir todos los países.

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