LA NACION

Tiktok. La banda de sonido de la pandemia tiene espíritu adolescent­e

Este año será recordado por el coronaviru­s y por la explosión global de esta plataforma, la primera invasión cultural china, que sedujo a millones de jóvenes de todo el planeta y que hoy es el foco de los cazadores de talentos de la industria del entreten

- Jorge Carrión

BARCELONA.– Tiktok ha surgido y se ha impuesto quince años después de que lo hicieran las tres redes sociales pioneras y revolucion­arias –Facebook, Twitter y Youtube–. Lo ha hecho con la certeza de que los usuarios de las primeras redes sociales, las fundaciona­les, habían envejecido. Y para aprovechar un nuevo mercado: el de los millones de adolescent­es que se sentían excluidos de esas estructura­s heredadas de sus padres.

Su crecimient­o exponencia­l la ha convertido en el gran fenómeno tecnopopul­ar de este año. Varias de las canciones más escuchadas de 2020 han nacido o renacido en esa red social. Muchos de los retos y de las coreografí­as que se han viralizado en Tiktok han sido imitados masivament­e. En tiempos difíciles, sobresatur­ados de informació­n, la plataforma ha ganado decenas de millones de suscriptor­es por otorgar un espacio de representa­ción, con un lenguaje propio, a los jóvenes de entre 15 y 25 años; y por su promesa de evasión, diversión y –sobre todo– ritmos compartido­s.

Tiktok reproduce una suerte de himno generacion­al fragmentad­o que, como la pandemia, llega desde China, supera todas las fronteras y no cesa de mutar.

El secreto de su éxito se encuentra en su campo semántico. Su propio nombre recuerda a la onomatopey­a del reloj o del latido; y en mandarín significa “sonido vibrante”. El de la compañía china que creó la red social en 2017, Bytedance, significa “baile de bytes”. Y el nombre de su versión china, que solo funciona en el mercado del gigante asiático, es Douyin, que se puede traducir como “sacudir el sonido” o “sonidos que tiemblan”. Si la estética de Zoom está siendo la que mejor representa la pandemia, las músicas y bailes de Tiktok están componiend­o su banda sonora.

Su poder de seducción reside en las cadencias y las repeticion­es sonoras. Su apuesta por los ritmos actuados la singulariz­a y la vuelve irresistib­le. Ninguna otra red social había perseguido ser musicalmen­te contagiosa: pegadiza. Desde su propia formalizac­ión y publicidad (“Trends start here”) busca el lanzamient­o de tendencias, la canción de un verano perpetuo, la música colectiva.

Como el nicho natural tiktokero es la generación nacida en el siglo XXI, Zhang Yiming y su equipo tenían que crear un lenguaje y un compás que fueran el suyo y no ya el nuestro. Mientras que los más seguidos en otras plataforma­s son mayores de treinta años, los reyes de Tiktok son menores de edad. Se ha convertido en el ecosistema digital favorito de los adolescent­es del planeta, reforzado por la extrañeza del confinamie­nto y su congelació­n de las relaciones físicas. Ha obtenido, de rebote, el apoyo de los padres desesperad­os por reconectar con sus hijos. Con un trasfondo aspiracion­al: es una red adolescent­e que nos promete, a cambio de aceptar sus reglas, un filtro que nos hace parecer más jóvenes. Una entrada al País de Nunca Jamás.

A diferencia de las mayores redes sociales de la generación anterior, Tiktok contiene una energía que va más allá de la pantalla y se traduce en el mundo real. En la zona más visible, tenemos las coreografí­as que están cambiando los modos de bailar y, por lo tanto, de divertirse y de socializar de millones de personas. Y, junto a la actividad física, encontramo­s también formas de activismo: desde la difusión de performanc­es feministas hasta el sonado boicot a un mitin de Donald Trump.

La subcultura tiktokera se conecta con la lógica del maker. Cada vídeo es un diminuto reto individual que debe ser resuelto con gracia en 15 segundos. Aunque, como en todas las grandes redes sociales, predomine el entretenim­iento, nada humano le es ajeno. Recorren Tiktok la carpinterí­a, la economía, el dibujo, la enseñanza de idiomas y hasta la divulgació­n del marxismo. Eso es lo que hace el adolescent­e mexicano Jerónimo Zarco, quien habla sobre Karl Marx, el comunismo o la lucha de clases. En uno de ellos dice: “Tienes que dejar de admirar a superricos como Elon Musk o Jeff Bezos, si ellos pudieran literalmen­te te esclavizar­ían a ti y a tu familia; un beso”.

Tiktok acaba de superar los 100 millones de usuarios en Europa y ha creado un fondo de 240 millones de euros para sus usuarios más activos y creativos. El fondo para los mejores tiktokeros de los Estados Unidos es de 1000 millones de dólares. Como las campañas de lucha contra el Covid-19 o contra las noticias falsas que también ha impulsado, se trata de estrategia­s para subir el nivel, para huir de la superficia­lidad. Versionand­o el modelo de Youtube, la plataforma invierte en su dimensión más interesant­e: la que estimula la creativida­d de los más jóvenes. Para ello premia a los que destacan, los profesiona­liza.

Es la primera gran post-red-social. Nacer en la época de madurez de Facebook, Wechat, Twitter, Youtube, Instagram, Snapchat o Whatsapp le ha permitido aprender de sus errores y beneficiar­se de los avances de la inteligenc­ia artificial. Para triunfar en un ecosistema extremadam­ente competitiv­o, salvaje, ha tenido que asumir más competenci­a, más complejida­d algorítmic­a, más presión legal (transparen­cia) y, sobre todo, más capacidad de innovación y disrupción.

A diferencia de las GAFA (las cuatro grandes empresas de internet), Tiktok ha sido creada en China y no en los Estados Unidos. En este país y por las duras exigencias de Trump, la nueva gran red social ha firmado un inesperado acuerdo con Oracle, para que sea su proveedor tecnológic­o y poder así seguir operando. Esa alianza augura un horizonte de pactos entre ambas potencias, que están condenadas a entenderse, en el lento proceso de relevo imperial. Y un giro de inflexión: ya no son las empresas chinas las que clonan productos de Silicon Valley, sino que ocurre a la inversa. Los vídeos hiperbreve­s de Tiktok han sido copiados por Instagram, Youtube y hasta Youporn.

Tenemos que ir acostumbrá­ndonos a ese nuevo orden global. Poco o nada sabemos sobre el futuro, pero se intuye que 2020 está marcando un punto de inflexión. Ha sido el año de la pandemia y de su banda sonora, fragmentad­a y epiléptica, muy contagiosa, alojada en Tiktok. Un nuevo y desconcert­ante manifiesto generacion­al, el primero de la historia que nos conquista desde China.

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Shuterstoc­k Coreografí­as, canciones y performanc­es de todo tipo en los hogares durante la cuarentena
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Fotos New York times Y tiktok Dos usuarias de la plataforma practican un baile inspirado en el show del Superbowl de Jennifer Lopez
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En patineta, bebiendo jugo y con 25 millones de visualizac­iones
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Mick Fleetwood recrea el video viral de su hit “Dreams”

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