Los falsos positivos hacen angustiar, aislar y tratar a la persona equivocada
Según los expertos, son tan perjudiciales como los falsos negativos; pueden provocar daños en la salud mental y también en la física, y hasta sensación errónea de inmunidad
NUEVA YORK.– En ese “a todo o nada” que implica el testeo por coronavirus, no hay peor pesadilla que un falso negativo, cuando la prueba falla y determina equivocadamente que una persona infectada no es portadora del virus. Según los expertos, esos resultados problemáticos dejan sin tratamiento médico a la persona infectada y al mismo tiempo la alientan a mantener contacto estrecho con otras personas, acelerando la propagación de la enfermedad.
Pero los falsos positivos, que equivocadamente identifican como infectada a una persona sana, también pueden tener consecuencias graves, especialmente en lugares donde hay poca circulación del virus. “La gente igual sufre otras consecuencias”, dice Benjamin Mazer, patólogo y experto en diagnóstico de la Universidad Johns Hopkins.
Entre las marcas de tests aprobadas por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, los casos de falso positivo se dan muy rara vez. Pero todo testeo puede contaminarse, pueden producirse errores en su manipulación o de fabricación, que hagan que arroje un resultado positivo aunque el virus no esté.
Algunos testeos rápidos, que renuncian al sofisticado equipamiento de un laboratorio para dar un resultado en menos de una hora, han sido criticados por arrojar un alto número de falsos positivos, especialmente cuando se usan para testear a personas sin síntomas. Hasta los análisis de laboratorio, que aplican una técnica muy confiable llamada reacción en cadena de la polimerasa (el famoso PCR), han arrojado algún que otro caso de falso positivo.
En lugares donde la circulación viral es baja, los falsos positivos incluso pueden superar a los positivos reales, lo que a su vez siembra la duda sobre la efectividad de los testeos.
Un resultado positivo de coronavirus desencadena de inmediato consecuencias en cascada. Según los lineamientos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la persona que da positivo debe aislarse inmediatamente durante al menos 10 días contando desde la aparición del primer síntoma, si es que tuvo. Eso implica 10 días sin contacto con familia ni amigos, y 10 días de potencial pérdida de productividad laboral o escolar.
En determinadas circunstancias, un falso positivo puede terminar sembrando nuevos casos. Las instituciones con mayor concentración de gente, como los asilos de ancianos, las cárceles y los hospitales, a veces aíslan juntas a las personas que dan positivo. En el peor escenario, “estaríamos enviando a la muerte a una persona que inicialmente no tenía el virus”, dice Valeria Fitzhugh, patóloga de la Universidad Rutgers.
A principios de octubre, las autoridades de Nevada ordenaron que los hogares de ancianos del Estado frenaran hasta nuevo aviso el uso de dos testeos rápidos, argumentando dudas sobre la precisión de estos. Según las autoridades, se habían descubierto una serie de falsos positivos y se corría el riesgo de que aislaran a residentes sanos con personas infectadas, dando al coronavirus más oportunidades de contagio. Tal escenario “terminaría causando daño en esa población que hemos trabajado tanto para proteger colectivamente”, señalaron los funcionarios tras la aplicación de la medida. Por presiones del gobierno federal, el 9 de octubre los funcionarios de Nevada revocaron la prohibición de las pruebas rápidas.
Los falsos positivos también pueden ser devastadores desde el punto de vista del tratamiento de la enfermedad, dice Linoj Samuel, microbiólogo clínico del Sistema de Salud Henry Ford, Detroit. Las personas con gripe o Covid-19, por ejemplo, suelen tener síntomas similares, pero es posible que solo se los testee para una de las dos enfermedades. Un paciente con un diagnóstico equivocado puede verse privado de un tratamiento que podría aliviar su enfermedad o recibir una costosísima terapia que haría poco y nada para acelerar su recuperación. “Por supuesto, ese es el precio que se paga”, dijo Samuel.
La creciente evidencia científica sugiere que la gran mayoría de las personas que superaron la enfermedad conservan un grado de inmunidad capaz de impedir la reinfección. Los científicos no saben cuánto tiempo dura esta inmunidad o cómo varía de persona a persona, pero los CDC han difundido datos que señalan que la reinfección es poco probable dentro de los 90 días. Según esa agencia, las personas que no presentan síntomas dentro de este período de tiempo no necesitan testearse nuevamente.
Entonces, las personas que sin saberlo reciben un falso positivo pueden pensar que son invencibles, dice Saskia Popescu, experta en prevención de infecciones de la Universidad George Mason. Esas personas que nunca habían contraído el virus serían tan vulnerables como antes, si no más, si optaran por renunciar a las máscaras o al distanciamiento físico, convencidas de que sus cuerpos ya están inmunizados.
Catherine O’neal, especialista en enfermedades infecciosas de la Universidad Estatal de Luisiana, manifiesta una preocupación similar. Lo más preocupante, opina, sería que la persona que da falso positivo sea eliminada de los testeos regulares obligatorios, lo que no solo pondría en peligro su propia salud, sino la de todo su grupo de contactos cercanos.
Como se desconocen las secuelas del Covid-19 a largo plazo, es comprensible que un resultado positivo afecte emocionalmente a la persona que lo recibe, señaló Fitzhugh. “Lo primero que pensás al recibir la noticia es que podés morir”, dice. Mazer explica que un falso positivo de coronavirus puede provocar las mismas reacciones de estrés que ante otros resultados erróneos, como las mamografías. “Angustia y frustración”, enumera.
Los testeos en Estados Unidos van en aumento, pero a los expertos les preocupa que los errores de diagnóstico frecuentes y de alto perfil siembren dudas sobre su efectividad en la opinión pública. Todo análisis que tiene fama de poca exactitud suele tener dificultades para instalarse entre la población. Las personas que desconfían de los testeos de coronavirus pueden volverse incluso más reacias a someterse a otro tipo de análisis, por temor a recibir un resultado incorrecto.
Para Mazer, los testeos tienen que ser más frecuentes y accesibles, pero implementarlo sería mucho más difícil si la gente es más reacia a participar. “Las consecuencias pueden ser a largo plazo”, dijo.
Esas y otras preocupaciones llevaron a varios expertos a solicitar más datos para evaluar cómo funcionan los diferentes tipos de testeos que se hacen fuera de los laboratorios y las clínicas, en los lugares a los que asisten la mayoría de las personas enfermas para obtener un diagnóstico. Algunos testeos sirven para detectar eficazmente a las personas sanas y ayudar a sofocar los brotes antes de que se salgan de control, pero hay otros testeos que no sirven para este propósito. Según las circunstancias, algunas pruebas pueden requerir la confirmación de un segundo testeo, de mayor precisión.