LA NACION

El misterioso viaje de un exsoldado ucraniano quedó conectado con el narcotráfi­co

En septiembre pasado descubrier­on a Victor Melnik en el baúl de un automóvil cuyo propietari­o fue detenido anteayer con casi una tonelada de marihuana

- Germán de los Santos

ROSARIO.–UN exsoldado ucraniano detenido dentro del baúl de un auto, que entró de forma ilegal en la Argentina desde Paraguay. El mercenario, integrante del grupo paramilita­r Reales Tercios, viajaba escondido para –según declaró– ver a su pareja y a su pequeña hija en Rosario. Al auto, un Chevrolet Corsa, lo conducía el dueño de una armería de Santa Fe. Pero no era suyo, sino del propietari­o de un complejo de cabañas en Itá Ibaté, Corrientes, un militante ambientali­sta que fue detenido anteayer, junto a otras cuatro personas, con casi una tonelada de marihuana y armas sofisticad­as.

Si se relacionan todas las partes de la historia las sospechas vuelven a activar el interrogan­te: qué hacía escondido en el baúl de un auto un exsoldado ucraniano.

Efectivos del escuadrón 47 de Gendarmerí­a, por orden del juzgado federal Nº 2 de San Martín, incautaron anteayer más de 900 kilos de marihuana y varias armas, entre ellas un subfusil calibre 22 réplica de un AK-74, en la cabaña Don Quico. En el operativo fueron detenidas cinco personas, entre ellas, Raúl Enrique Soperez, quien sería el titular del Chevrolet Corsa donde, a principios de septiembre, el exsoldado ucraniano Victor Melnik intentó cruzar un retén en el límite entre Corrientes y Entre Ríos. En ese momento fue encontrado ese gigante de casi dos metros hecho un ovillo en el baúl del auto.

La investigac­ión de la Justicia Federal de Buenos Aires, según fuentes vinculadas con la causa, lleva más de dos años. La sospecha es que en ese complejo turístico operaba una organizaci­ón narcocrimi­nal que vendía armas a Paraguay y recibía estupefaci­entes –cocaína y marihuana– en parte de pago.

Más allá de todos los condimento­s de esta historia, hay otro detalle inesperado. El 20 de enero pasado, cuando la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, hizo su primera visita a Corrientes, en Itá Ibaté se acercó un supuesto activista ambiental que le exigió a la funcionari­a nacional que instrument­ase políticas contra el narcotráfi­co, según publicó el diario santafesin­o El Litoral. “La frontera sigue siendo un colador”, decía un cartel que portaba Soperez. Nueve meses después, la Gendarmerí­a lo detuvo y en su complejo de cabañas apareciero­n unos 400 kilos de cannabis.

El supuesto dueño de Don Quico fue arrestado junto a otras cuatro personas. El operativo que hizo Gendarmerí­a comenzó con el seguimient­o a una camioneta Ford F-100 que llevaba una carga de bolsas de carbón. La camioneta fue intercepta­da en la ruta 118, a la altura de la localidad de Loreto. Un VW Gol iba delante de ese vehículo, como “puntero”. También fue detenido el conductor del auto. Se secuestrar­on 553 kilos de marihuana disimulado­s en las bolsas de carbón.

En la cabaña Don Quico se incautaron luego otros 400 kilos de marihuana y se secuestrar­on siete lanchas, cinco vehículos y armas, entre ellas, un subfusil calibre 22, réplica de un AK-74, una versión más moderna del clásico AK-47.

La sorpresa en un control

La conexión de la historia del secuestro de la droga con la del exsoldado ucraniano escondido en el baúl es a través de otro protagonis­ta: el armero Juan Manuel Clucellas, que conducía el Chevrolet Corsa el 3 de septiembre pasado, cuando la policía detuvo el vehículo en Paso Telégrafo, el límite entre Corrientes y Entre Ríos.

En su declaració­n ante el Juzgado Federal de Paraná, a cargo de Leandro Ríos, Clucellas dijo que había viajado a Corrientes y se había alojado en la cabaña Don Quico. Explicó que el dueño era “pariente” y “amigo”. Y que le había pedido el auto a Soperez para regresar a Santa Fe el 3 de septiembre, algo que no tenía mucho sentido en la historia porque él había viajado en su propia camioneta, que dejó en Corrientes.

Soperez también es oriundo de la ciudad de Santa Fe, y desde hace tiempo montó en Itá Ibaté un complejo turístico. En abril pasado, frente a su porción de costa, la bajante del río Paraná dejó al descubiert­o un hallazgo histórico: los restos de un barco de vapor a ruedas que naufragó a comienzos del siglo XX.

Clucellas, dueño de la armería La Escondida, declaró que había ido a pescar a Corrientes. Pero que no había podido lanzar la línea con su caña en las cabañas Don Quico porque su amigo (Soperez) le había dicho que podía compromete­rlo: la actividad de pesca estaba vedada por la cuarentena. “El lunes fui a Itá Ibaté, a las cabañas Don Quico, que son de un amigo y pariente. Mi amigo me dijo que lo iba a compromete­r porque estaban cruzando un montón de paraguayos a cobrar el IFE. Así que me quedé esperando y el martes me vine [a Santa Fe]”, contó a los investigad­ores, según pudo averiguar Aire de Santa Fe.

El empresario, de 46 años, aseguró que cuando regresaba a Santa Fe, luego de haber recorrido unos 25 kilómetros, vio a un hombre haciendo dedo en la ruta. “Para no venir solo, yo venía en el Corsita, le dije que suba”, relató. En ese momento Clucellas dijo que le sintió “una tonada extraña”.

El exsoldado ucraniano se sentó en el asiento del acompañant­e. Y le contó al dueño de La Escondida, según su relato, que “la mujer tenía un gran problema, que estaba por tener familia en Rosario”. Y agregó: “Le pedí si tenía papeles y me mostró que tenía placa oficial, que podía circular”. Clucellas describió que fueron pasando todos los controles policiales sin problemas.

Documento fantasma

Melnik no tenía ninguna placa oficial. Solo llevaba un permiso de residencia otorgado en Málaga, España, que había vencido el 31 de julio pasado. Un carnet de conducir de España que vence el 17 de enero de 2022 y una extraña identifica­ción como “teniente” de los Reales Tercios de España, fechada el 15 de marzo de 2019.

Los Reales Tercios de España son –según publicó el diario El País– “una organizaci­ón paramilita­r a cuyo frente se encuentran personas que tratan de constituir­se en salvaguard­a de la monarquía”. Es como una especie de logia, integrada mayormente por militares.

“Íbamos llegando a Entre Ríos. Llamé al puesto, porque conozco a gente de allá. Llamé a un amigo policía y le dije que avisara que iba a pasar con un auto del que no tengo permiso y le di los datos de la chapa patente. Así que cuando íbamos llegando le dije a mi acompañant­e la situación, le dije que nos iban a parar, y me insistía con que quería llegar”, declaró Clucellas de manera bastante contradict­oria.

Aún más extraño es lo que ocurrió después. “Me decía que estaba dispuesto a hacer 1700 kilómetros en el baúl con tal de llegar a ver a la hija. Le dije que se metiera, total no iba a pasar nada”, aclaró el empresario. Cuando llegaron en el Corsa gris al retén de Paso Telégrafo, cerca de La Paz, los paró el control caminero. “Les dije que llevaba un ciervo, pero se ve que se notó que el baúl estaba cargado”.

Otro capítulo raro de esta historia es que el ucraniano admitió haber entrado a la Argentina de manera ilegal desde Paraguay. Y probableme­nte a ese país también ingresó de forma clandestin­a provenient­e de Brasil. Pero Melnik aseguró, a su vez, que tiene domicilio en la avenida Francia, en Rosario, donde está su pareja. El argumento que dio a la Justicia es que había cruzado de manera ilegal para poder estar presente en el nacimiento de su hija.

En la historia ocurrió otro hecho misterioso. Dos semanas después de su detención, el exsoldado ucraniano recordó que había guardado su pasaporte en la guantera. En una requisa pedida por su abogado encontraro­n finalmente esa documentac­ión en el auto, que estaba retenido en Paso Telégrafo. Melnik fue liberado y regresó a Rosario.

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Ministerio de seguridad Gendarmerí­a decomisó 953 kilos de marihuana en Corrientes

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