LA NACION

1947-2020 Miguel Ángel Castellini.

Fue un pensador del boxeo que jamás dejó de aprender

- Osvaldo Príncipi

La vida del pampeano Miguel Ángel Castellini, nacido el 26 de enero de 1947 en Santa Rosa, La Pampa, fue semejante al guión de la inolvidabl­e película de Leonardo Favio “Crónica de un niño solo”, en donde un pequeño de 12 años, doblegado por la muerte de su madre, no pudo adaptarse a su nuevo hogar ensamblado, con madrastra y otra gente, y se vio forzado a deambular por donde pudo. Descubrió tempraname­nte al boxeo como medio de subsistenc­ia y en distintas provincias, como Mendoza y La Rioja, estableció sus propios cimientos.

“El boxeo es la necesidad de ropa, zapatos, casa y comida”. Aquella definición sobre el deporte que transformó su vida nómade en la de un hombre estable y conservado­r, fue su comprensió­n definitiva sobre el oficio que le dio una realizació­n personal y social. Ex campeón mundial de los medianos jrs (AMB), Castellini sobrevivió a siete episodios cerebro-vasculares en los últimos cuatro años y sólo su fortaleza natural e impecable estado físico le permitiero­n sobrelleva­r tal adversidad. Últimament­e contrajo Covid-19 y murió anteanoche en el Hospital Fernández, de la Ciudad de Buenos Aires. Tenía 73 años.

Su juventud se caracteriz­ó por la búsqueda permanente de espacios y oportunida­des. Alguna vez intentó dejar los guantes para aferrarse a la música, en rol de “disc-jockey” cuando probó tales en dotes en San Pablo (Brasil), en el primer semestre de 1972.

El boxeo le permitió vivir mil experienci­as y en todos los niveles antes de llegar a ser campeón mundial. En el Luna Park participó de jornadas inolvidabl­es. Con su tremendo gancho de izquierda sacó del ring al mexicano Raúl Soriano, en 1972 y se ganó por esa acción el apodo de “Cloroformo”. En 1973, el mismísimo Julio Cortázar comentó su pelea con Doc Hollyday para la revista “El Gráfico” y a sus profundas críticas respondió: “Cortázar es un gran escritor que ve el boxeo muy mal”.

Debió probar suerte en Francia e italia antes de llegar a boxear por la corona del mundo y allí conoció personajes increíbles. Solía decir: “El actor francés Jean Paul Belmondo era el más cálido y el mejor espectador de pugilismo que conocí en Europa. Vivir en París fue un lujo invalorabl­e”.

La hora más gloriosa

Ganó el título mundial mediano junior de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) al derrotar por puntos en 15 rounds al español José Durán, el 8 de octubre de 1976, en el mítico Palacio de los Deportes de Madrid. A partir de entonces, su horizonte tomó otras dimensione­s. “Volver triunfante al país, como campeón y ser paseado por toda la Avenida Corrientes en una autobomba, es como entrar en el salón en tu fiesta de casamiento: querés que nunca termine”.

Fue campeón mundial en simultáneo con Carlos Monzón, con quien siempre tuvo diferencia­s personales, y con Víctor Emilio Galíndez, su hermano del alma, que además fue el abanderado argentino en la pelea en la que Castellini obtuvo la corona mundial frente a José Durán.

El título duró muy poco y lo perdió el 5 de marzo de 1977, en su primera defensa ante el nicaragüen­se Eddie Gazo, en Managua, en pleno auge somocista. Gazo, un sargento de la Guardia Nacional, tuvo todo el apoyo de la milicia en el estadio y entre amenazas y disparos de armas de fuego,en plena pelea, Castellini perdió la corona en una actuación muy pobre. El público argentino nunca lo perdonó por tal actuación. Quizá tampoco nunca comprendió las sensacione­s vividas en aquellas circunstan­cias. “Fue un error pelear allí. Y creo que Tito Lectoure cometió una de las fallas máximas de su carrera llevándome a boxear ahí”.

Nunca más fue el mismo y extendió su carrera hasta el 20 de septiembre de 1980 cuando venció por KO en el noveno round al mismo Gazo, en una pelea desquite realizada en el Luna Park.

En su carrera, Castellini ganó 73 peleas, perdió 8 y empató 12. De ataque y pegada poderosa. Con un gancho zurdo letal. Ganador de Ramón La Cruz, Carlos Marks, Alberto Massi, Raúl Soriano, James Marshall y Rufino Cabrera, entre otros.

“El problema del boxeador consiste en pensar demasiado. Quien lo hace sobre el ring se perjudicar­á en la pelea”. Solía ratificar este principio como si fuese un legado definitivo.

Por más de treinta años fue un exitoso empresario y director de la Academia de boxeo “Miguel Ángel Castellini”. En tres sedes porteñas, pero en una de ellas, en la calle Presidente Juan D. Perón 1847, logró un suceso total, con asistencia de alumnos de todos los niveles y con paredes decoradas por casi 3000 afiches. “El boxeo recreativo es lo mejor para la salud mental de una persona”.

Pulcro, educado, firme y de pocas palabras. Casado, padre de tres hijos y agasajado por el Congreso de la Nación hace una década. Cultor de una imagen que sintió profundame­nte, construyó un legado sincero y humano: el de ser un atleta ejemplar para poder ser admirado mucho más en la calle que arriba del ring. Supo que lo logró, aunque jamás lo hizo público.

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Rodrigo néspolo Castellini y su estampa, en una producción especial en uno de sus gimnasios, en 2016

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