Trump o Biden
El mundo, en vilo ante la elección más crítica en la historia de EE.UU.
WASHINGTON.– Bajo la atenta mirada del mundo entero, Estados Unidos decide hoy si le brinda otros cuatro años más en la Casa Blanca al presidente Donald Trump o si les pasa el timón a Joe Biden y a los demócratas. La votación, que ha sido calificada como la “más importante de la historia”, encuentra al país fracturado, hundido en la crisis que desató la pandemia del coronavirus y envuelto en un clima tenso marcado por el temor a disturbios, la incertidumbre sobre el recuento de votos y el rechazo de Trump a comprometerse con el resultado de los comicios y, si pierde, a una transferencia pacífica del poder.
El cierre de la campaña sumó incluso más nerviosismo a una nación ansiosa y dividida, que mostró un enorme afán por salir a definir el rumbo de la primera potencia global, una incógnita que mantiene al mundo en vilo. Casi 100 millones de personas habían votado ya antes del cierre de la elección, la gran mayoría por correo, para eludir el riesgo de contagio del Covid-19.
Una avalancha de sufragios que augura una participación histórica, y puede estirar el recuento más allá de esta noche y abrir una áspera batalla legal que termine en la Corte Suprema de Justicia.
La crítica elección llegó justo cuando Estados Unidos atraviesa el peor momento de la pandemia, que ya causó más de 230.000 muertos, y fulminó una era de prosperidad al hundir a la economía en un pozo del cual apenas ha comenzado a salir. Más de 20 millones de personas continúan sin trabajo.
La elección es vista como un referéndum de la presidencia de Donald Trump,quehacecuatroañossacudió al mundo con su sorpresiva victoria, que sirvió de prólogo a nueva ola de gobiernos populistas en Occidente. Con el país en crisis, sacudido por las protestas contra el racismo durante el verano boreal, y sin la economía como pilar político, Trump planteó la elección como una decisión entre dos alternativas: cuatro años más de su gobierno –caótico, turbulento, impredecible, y elogiado y criticado casi por igual– o un giro a la “izquierda radical” demócrata. Biden, con una carrera de casi medio siglo sobre sus hombros y en su tercer intento de llegar a la presidencia, enmarcó la puja por la Casa Blanca como una “batalla por el alma de la nación” en la cual está en juego la democracia.
La víspera de la elección quedó contaminada por el temor a que Trump desconozca los resultados o se declare ganador antes de que termine el recuento de los votos por correo, si es que la votación presencial le brinda una ventaja, o que eventualmente lance una ofensiva legal para llevar la pelea hasta la Corte Suprema de Justicia.
Bajo un frío sol de otoño, Trump y Biden presentaron ayer sus últimos argumentos para movilizar a sus votantes en el cierre de la campaña. Ambos se abocaron al mismo rincón del país donde se decidió la contienda hace cuatro años: el Cinturón del Óxido. Las dos campañas le dedicaron especial atención a Pensilvania, estado pendular que aparece como el más decisivo de todos para llegar a los 270 votos necesarios para obtener la mayoría en el colegio electoral.
Luego de cinco actos en cinco estados, Trump durmió anteanoche en su resort Trump National Doral, cerca de Miami. Ayer, en otro día frenético, Trump arrancó en Carolina del Norte y viajó luego a Pensilvania, Michigan y Wisconsin, los tres estados que le dieron la presidencia en 2016 por menos de 78.000 votos. Uno de sus actos fue en Scranton, Pensilvania, la ciudad natal de Biden. Allí buscó reciclar la mística de 2016. “¡Saben que si ganamos Pensilvania, ganamos todo!”, le dijo a la multitud.
Antes, en Carolina del Norte, Trump había insistido en que un triunfo de Biden llevará al país al socialismo. “Un voto por Biden es un voto para ceder el control del gobierno a los globalistas, comunistas, socialistas, los liberales ricos hipócritas que quieren silenciarlos, censurarlos”, aguijoneó Trump, quien volvió a atacar las encuestas que lo muestran rezagado. El mandatario cerró su campaña pasada la medianoche en el mismo lugar donde hizo su histórica arremetida final en 2016: con un acto en Gran Rapids, Michigan.
El final de Biden se concentró en Ohio y Pensilvania, los dos estados más peleados del Cinturón del Óxido. Solo se alejó de Pensilvania unas horas para ir hasta Cleveland, un bastión demócrata en Ohio, otro estado pendular. Cerró su campaña en Pittsburgh acompañado por Lady Gaga.
“¡Tuvimos suficiente con el caos!
Tuvimos suficiente con los tuits, la ira, el odio, el fracaso, la irresponsabilidad”, machacó Biden en Cleveland. “Todo el mundo sabe quién es Donald Trump; mostremos quiénes somos. Elegimos la esperanza sobre el miedo. La unidad sobre la división. La ciencia sobre la ficción. ¡Y la verdad sobre las mentiras!”, arengó.
Lejos de intentar apelar a los indecisos, ambas campañas apuntaron a movilizar a sus coaliciones. Biden necesita sí o sí que los demócratas en las ciudades y los suburbios, y, sobre todo, los afroamericanos, vayan a votar en masa para compensar la fortaleza de Trump en las zonas rurales, más conservadoras.
Aunque las encuestas le dan una ventaja a Biden, la posibilidad de que repita un escenario similar al de 2016 permaneció latente hasta el final. El promedio de sondeos del sitio Realclearpolitics le brinda a Biden una ventaja de 6,5%, mientras que el sitio Fivethirtyeight, que contempla la calidad de las encuestas, le da un margen de 8,3%. Pero en Estados Unidos la elección presidencial es indirecta, y la batalla por la Casa Blanca se decide este año en ocho estados “pendulares” cruciales para alcanzar la mayoría en el colegio electoral. Cuatro están en el Cinturón del Óxido: Pensilvania, Ohio, Michigan y Wisconsin. Los otros están en el Cinturón del Sol, o Sun Belt, donde pesa mucho el voto latino: Florida –el más importante–, Arizona, Georgia y Carolina del Norte. Algunas encuestas indican además que en Texas, un bastión republicano, también puede haber una pelea reñida voto a voto.